Desde la etapa de su niñez Bianka sentía que había algo que no encajaba con su identidad. Jugaba con muñecas, trataba de vestirse como una niña, se sentía más cómoda con sus primas, etc. En ese tiempo, mientras contaba con la mirada amable de su padre, su madre no lo entendía.
Su papá tenía un hermano gay que le hizo tener cierta sensibilidad con esta realidad. A los 5 años, su papá muere y comienza ese calvario. Su madre empieza una violencia que no le dejaba jugar con sus primas, le encerraba en un cuarto oscuro sin contacto con el exterior, solo le dejaba ir a la escuela. Cada expresión femenina, era reprimida. Y a los 15 años, huye de su hogar. Sus hermanos actuaron como meros espectadores y nunca intervinieron para defenderla.
Cuando huye de su casa, consigue un trabajo como panadera y le acoge una familia cristiana que si bien le dieron un lugar donde vivir, le explotaban laboralmente, no respetaban sus horarios de trabajo ni su identidad de género. Era una familia muy cristiana que le obligaban en ir a la Iglesia donde escuchaba mensajes como que la homosexualidad era una aberración e iban a tener un castigo divino.
Lo más doloroso ha sido darse cuenta que la violencia que vivió en su casa por ser transexual, no se terminó cuando huyó de ella, sino que siguió fuera de casa. De hecho es una violencia que de alguna manera sigue viviendo hoy día.
Es su abuela materna la que le abrió las puertas de su casa y la que le ha tratado con amor hasta hoy día. Su abuela le pidió que siguiera estudiando. Ella aceptó por el sacrificio que hacía su abuela ya que cuenta con muy pocos recursos económicos. Ella se cortó el cabello y dejó de maquillarse. Renunció a su identidad femenina porque si no le rechazaban la entrada en el colegio. Allí demostró sus altas capacidades y empezó a desarrollar su liderazgo, se convirtió en un agente de cambio en la escuela, desarrolló su personalidad… y empezó a poder mostrarse tal y como es ella. Al final de la escuela consiguió sentirse aceptada.
Fue la primera vez que dejó de sentirse juzgada y se valoraron sus valores de liderazgo y carismática. En la Universidad quiso estudiar Ingeniería Agroindustrial y allí empezó a sentir discriminación de nuevo. Intentó estudiar, pero se topó con maestros transfóbicos que no aceptaban su identidad de género. Y fue un maestro el que hizo que finalmente tirar la toalla.
Y con el tiempo terminó entrando en el Ayuntamiento de su municipio, estuvo en la alcaldía municipal donde lideró un programa de adultos mayores que no sabía ni leer ni escribir. Ella estuvo pateando las comunidades recónditas del municipio y volvió a ser querida y respetada, una vez que le conocieron y descubrieron sus altas capacidades.
Bianka es una mujer de los pies a la cabeza, una mujer carismática, con alta capacidad de liderazgo, con una fuerza que destaca y con una mirada luchadora. Bianka tiene 26 años es una chica trans que actualmente es directora ejecutiva de la organización LGTBI COMCAVIS Trans en El Salvador. Existen por desgracia muchas “biankas” en el mundo y hoy he querido hablar de ella y de su historia para visibilizar que aunque venga de El Salvador podría ser la historia de cualquier transexual en Valencia hace unos años cuando no estaban garantizados los derechos más básicos. El comportamiento social hacia el colectivo transexual tiene los mismos patrones de comportamiento aquí o allí. Las fobias y homofobias son las mismas aquí y allí, el éxito es vencerlas y para ellos hay que sensibilizar y movilizarse.