Celler Mar de Vins comenzó su andadura en 2018, cuando el viñedo propio con el que soñaban, plantado en 1970, les encontró. El agricultor iba a dejar el campo por jubilación y por baja productividad. Como aún no podían invertir en una bodega, Celeste y Kiko arrendaron dos tanques.
Pero retrocedamos un poco, porque todo empieza con Celeste, que estudió primero Químicas en Valencia y después Enología, animada por su padre. “Nuestras familias no tienen viñedos ni bodega, pero Kiko y yo queríamos tener un proyecto juntos en el que pudiéramos elaborar nuestros propios vinos”, explica a Guía Hedonista. “Fue en 2017 cuando nos lo empezamos a creer, aunque cada uno tenía su trabajo”. Empezaron desde cero, arremangándose y desoyendo a los agoreros que les decían que Alicante ya tenía mucho excedente de vino. Su sueño era tener viñedos, cuidarlos, y también una bodega artesanal para elaborar vinos con variedades mediterráneas de uva en una comarca, la Marina Baixa, que ha tenido un gran pasado vitícola. “Desde el siglo XV el cultivo mayoritario en esta zona siempre ha sido la uva, además del olivo, el almendro y el algarrobo”, explican.
Confiesan que es complicado emprender un proyecto agrícola desde cero en esta zona. Ellos quieren replantar con viñedo las zonas afectadas por la Xylella fastidiosa, por ejemplo. Pero necesitan contratos de arrendamiento largos para poder hacerlo. “La gente desconfía de que una pareja joven quiera volver al campo, piensan que vamos a construir”, se lamentan. De momento, trabajan con dos viñedos: el de Alborache es suyo, pero el de Senija lo arrendan. Y hacen 6.000 kilómetros al año de trasiego entre las viñas y la bodega.