Ver una buena peli que habla de amor y deseo,  salir del cine tarde creyendo que ya no cenarás y acordarte de la barra de La Principal. Son las once pasadas, pero no te miran mal. Al contrario. En cuanto se hace hueco, te acomodas en el taburete y el camarero te deja la carta. No es fácil elegir, pero desde que has entrado no ha podido apartar la vista de unas cigalas de un calibre considerable que te miran con ojos saltones. La decisión está tomada. Unos caracoles, un canelón de carrillera y setas y unas cigalas a la plancha con las que se me pone la carne de gallina. 

 "Abrimos las cigalas por la mitad, solo toca la plancha la cáscara, nunca la carne, y se dejan muy poco tiempo. No tiene más secreto que ése y, por supuesto, que el producto siempre es top", afirman los responsables. 

Llevo desde el sábado acordándome del sabor de esos benditos crustáceos.