VALÈNCIA. La calle de l'Almassereta es una de las más antiguas de Picanya, una vía tranquila junto al barranco del Poyo que, durante dos siglos, ha visto pasar la vida de los picanyeros y picanyeras que han construido la esencia de este municipio de l'Horta Sud. Durante años, l'Almassereta ha sido una calle visiblemente agradable, peatonal, donde los niños jugaban alejados del tráfico y las familias organizaban barbacoas en las noches de verano. Pero también es una calle que ha vivido la mayor tragedia de la historia reciente de España: la Dana del pasado 29 de octubre.
L'Almassereta ha mirado siempre al barranco, pero jamás había visto algo parecido a lo que ocurrió aquel 29 de octubre de 2024. Una fecha que queda marcada no solo en la historia de esta calle, sino en la de Picanya y los más de 70 municipios afectados por unas inundaciones sin precedentes. En esta calle, en concreto, el agua superó los cuatro metros de altura, anegando bajos y primeras plantas, y derribando viviendas que durante generaciones habían sido hogar de abuelos, padres e hijos.

- Calle Almassereta de Picanya -
- Foto: MARGA FERRER/VP
Manoli Martí, vecina del número 8, es una de las pocas que, a día de hoy, casi ocho meses después de la tragedia, ha logrado volver a su casa. Hace 17 años, esta picanyera "de toda la vida" decidió reconstruir la vivienda familiar, asentada desde el siglo XIX, y en la que el agua alcanzó los 4,70 metros de altura aquel fatídico día.

- Manoli durante la entrevista con Valencia Plaza -
- Foto: MARGA FERRER/VP
Su casa fue reparada gracias a un grupo de voluntarios llegados desde Barcelona. Entraron y recuperaron parte de lo que la Dana destrozó: el agua rompió verjas, cristales, ventanales, muros y hasta la puerta acorazada de entrada. Hoy, todo ha sido renovado: puertas, ventanas, muebles, cocina… “Gracias a Dios estoy dentro, pero mi casa ya no es lo que era”, lamenta Manoli.
Entre tres máquinas deshumidificadoras que aún combaten la humedad, Manoli cuenta a Valencia Plaza cómo hasta diez personas trabajaron en su vivienda para hacer posible su regreso. En las últimas semanas de reforma, incluso, le prohibieron la entrada para darle la sorpresa. La suya es una de las pocas casas que hoy siguen en pie en l’Almassereta. Y lo está, como dice ella, porque la construyó hace 17 años “con materiales de primera”. Una casa “muy bien hecha”, que sin embargo dista mucho de lo que era hace ocho meses.

- Manoli, sus hijas y su vecina, durante la entrevista con Valencia Plaza -
- Foto: MARGA FERRER/VP
El Ayuntamiento quiere deshacerse de las viviendas
Como Manoli, los 23 vecinos de la calle Almassereta y los alrededores vivieron aquella misma noche de angustia. La mayoría, personas mayores, acabaron refugiadas en los tejados de sus casas. A raíz de esta situación, el Ayuntamiento de Picanya optó por suspender de forma temporal las licencias de obra en las calles Almassereta y Baixada Realenc, con el argumento de proteger la seguridad de los vecinos. La medida, publicada en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV), fue presentada por el equipo municipal como "necesaria" para revisar el planeamiento urbanístico y prevenir futuros riesgos de inundación.
Pero los vecinos desconfían de esa versión. Consideran que se trata de una excusa para declarar la zona como suelo verde o, incluso, recalificarla para futuras construcciones. Manoli asume que vive en una calle peligrosa, pegada al barranco del Poyo, pero se pregunta: “¿Por qué nuestra calle y no cualquier otra de Picanya? Todo el pueblo es zona inundable, no se salvó ninguna calle... Es cierto que la Dana nos ha hecho muchísimo daño, pero no somos los únicos. No tienen por qué derribar nuestras casas solo porque son las más antiguas o por estar donde están”, denuncia con visible indignación.

- Manoli y su perra Tika frente a su casa -
- Foto: MARGA FERRER/VP

- Vecinas afectadas de la calle Almassereta -
- Foto: MARGA FERRER/VP
“Lo que estamos viviendo ahora es tan malo o peor que la Dana”, confiesa. “Yo solo quiero vivir en mi casa. No pido más de lo que tenía antes, pero tampoco menos”, afirma, y lanza una pregunta que se repite entre los afectados: “¿Dónde voy a vivir? Si ya no quedan casas en el pueblo… y yo no me quiero ir de Picanya”. La situación, asegura, se ha convertido en “un sinvivir”.
Los vecinos son conscientes de que hay presión para que abandonen sus viviendas. Lo que no comprenden es el motivo real. Saben que no habitan en la zona más segura del municipio, pero también creen que hay soluciones alternativas a ser desalojados y ver desaparecer su historia, su vida, la de sus padres y la de sus abuelos, en un solar vacío frente al barranco.

- Vivienda afectada de Almassereta -
- Foto: MARGA FERRER/VP

- Vivienda con pancartas en la calle Almassereta de Picanya -
- Foto: MARGA FERRER/VP
Sin alternativas claras
En el nuevo salón de su casa, junto a su perra Tika, las hijas de Manoli, María y Clara Martínez, acompañan a su madre en la conversación con este periódico. Ambas exigen que se respete la decisión de los vecinos y, sobre todo, que se valore su arraigo, su historia, su vida. "Van a sacar de aquí a familias de toda la vida del pueblo. Dicen que cuidan el patrimonio, pero no ponen en valor lo que de verdad significa pertenencia para quienes vivimos aquí", reclama María.
“La situación que estamos viviendo no tiene una solución clara”, afirman. La familia denuncia la ausencia de un plan sólido que justifique la decisión del Ayuntamiento. “Aquí no ha venido nadie a evaluar todo lo que están usando como argumento”, añade. “El día que hagan una evaluación real de riesgos, entonces me dices si me puedo quedar o no. Pero no así, sin nada”.

- María y Clara Martínez junto a su vecina, también afectada -
- Foto: MARGA FERRER/VP
Más allá del temor, lo que más les duele es la falta de transparencia y de comunicación. Tienen la sensación de que el destino ya está escrito, que el desalojo es cuestión de tiempo, pero nadie les dice dónde acabarán el día en que ya no les permitan volver a sus casas.
Todo Picanya sufrió el impacto de la riada. No hubo rincón que escapara al agua. Por eso, cuestionan el criterio del Ayuntamiento: el ambulatorio, la iglesia, edificios municipales, viviendas unifamiliares… todos ellos también están junto al barranco. Sin embargo, en ninguno de esos casos se han paralizado las obras. “¿Por qué nosotros sí y ellos no?”, insisten. El consistorio les explica que están en una cota por debajo de la segura, pero casas que están unos metros más arriba y en otra vía, en la calle València, también han entrado en el cerco propuesto por el Ayuntamiento.

- Manoli y sus hijas en la calle Almassereta -
- Foto: MARGA FERRER/VP
"Si les hubiera interesado el pueblo esto no hubiera pasado"
Rehacer su vida en paz es lo único que quieren los vecinos de l'Almassareta. Para ellos, la preocupación por su seguridad "es falsa", y Manoli insiste: "Si se hubieran preocupado por el pueblo, por la gente que vivimos aquí, todo esto no hubiera pasado".
Además, los vecinos se preguntan por qué nadie ha actuado en las casas que el agua derrumbó, que ocho meses después de la Dana son montañas de escombros en las que nadie ha actuado por el momento. Paseando por l'Almassereta, se hace evidente el peligro que suponen algunos puntos de esas viviendas que nadie ha tocado tras las inundaciones.

- Vivienda afectada de la calle Almassereta de Picanya -
- Foto: MARGA FERRER/VP

- La calle Almassereta de Picanya -
- Foto: MARGA FERRER/VP
Sin información y sin una previsión clara, los vecinos de l'Almassereta preveen que será de sus casas, que quedarán derruidas, pero no saben qué será de ellos. "Esta ha sido siempre la calle más envidiada del pueblo, el mejor lugar para vivir, yo no me quiero ir a vivir a un piso en una torre", dice emocionada Manoli, a lo que su hija contesta, "eso hundiría a mi madre y a todos los vecinos que quieren morir en las casas donde siempre han vivido". Pero, como dice Manoli despidiéndose de este periódico, "al final quedaremos cinco y no podremos hacer nada, ellos lo tienen decidido pero nosotros vamos a seguir luchando".