VALÈNCIA. El sector del plástico afronta un momento decisivo y de transformación profunda. Con la presión social por la sostenibilidad al alza y un tsunami regulatorio, la industria se ve obligada a conciliar la funcionalidad de un material esencial con nuevas exigencias de reciclabilidad, trazabilidad y responsabilidad ambiental. La transformación, coinciden los expertos, no será únicamente tecnológica: requerirá talento joven, alianzas y una visión sistémica que integre a industria, universidad, administración y ciudadanía.
Así se puso de manifiesto en un desayuno organizado por Valencia Plaza junto al Instituto Tecnológico del Plástico, Aimplas, en el que se puso de manifiesto el músculo industrial del sector en la Comunitat Valenciana y se reivindicó el papel de un material demonizado, rompiendo mitos y bulos. Una jornada en la que participaron Mariano Carrillo Acosta, responsable del área de Institutos Tecnológicos y Centros Europeos de Empresas Innovadoras (CEEI); Enrique Giménez, director de la Cátedra Aimplas en la UPV; José Badia, director de la Cátedra Aimplas de la UV; Luis Cabedo, director de la Cátedra UBE - UJI; Serafín García, responsable de formación en Aimplas; Amaya Fernández de Uzquiano, presidenta de la Asociación Valenciana Empresarios de Plásticos (AVEP); Blanca Erum, CEO de Plásticos Erum; y Adrià Tallada, fundador de Plàstic Preciós La Safor.

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- Foto: MARGA FERRER
El debate arrancó abordando la situación y los principales retos del sector. En este sentido, Blanca Erum, CEO de Plásticos Erum, dibujó dos realidades sobre el plástico. Por un lado, señaló que es un material “imprescindible, versátil y seguro” para sectores como la salud, la alimentación o la logística, y, al mismo tiempo, un sector sometido a una transformación “profunda”, donde conviven “los que han hecho los deberes, los que han visto las orejas al lobo y los que siguen en la pataleta”. A su juicio, la sociedad demanda cambios y ser más sostenibles, pero ese giro conlleva un mayor coste y no siempre se está dispuesto a pagar más por productos sostenibles.
En la misma línea, Amaya Fernández de Uzquiano, presidenta de AVEP, insistió en que el plástico es un material "insustituible", que aporta un valor que no puede ser reemplazado en muchos sectores, aunque consideró imprescindible avanzar en adaptación y mejora ambiental. “El sector ha crecido un 5%, muy por encima del resto de industrias, pero el gran problema es la reputación del plástico. La sociedad pide sostenibilidad, pero no está dispuesta a pagar más por ella. La sostenibilidad, si no es económicamente viable, no se sostiene", remarcó.
Desde la universidad, Enrique Giménez, director de la Cátedra Aimplas en la UPV, advirtió de que los mensajes simplificados están calando con eslóganes muy potentes que demonizan al plástico. "Se habla de un mundo sin plástico, cuando eso es algo irreal". Por ello, apeló al papel de las universidades para mantener el rigor y explicar que el plástico no es el problema si uno sabe cómo usarlo, sino que lo es su gestión. “El problema no es el plástico, sino cómo lo usamos, lo diseñamos y lo gestionamos cuando termina su vida útil", remarcó.
También, Luis Cabedo, director de la Cátedra UBE - UJI, añadió que el plástico “no solo es imprescindible, sino óptimo en muchos casos” y mejor que otros materiales con ventajas en producción, seguridad, coste y sostenibilidad frente a otros materiales. “El problema no es el material, sino su uso cuando no es el adecuado. Hay que trasladar la idea de que el plástico no compite como sustituto, sino que es un material con gran valor. La cadena de valor no está bien estructurada y ahí las empresas deben actuar: no solo cumplir, sino liderar y ser propositivas", defendió.

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- Foto: MARGA FERRER
De hecho, los participantes dejaron claro que ciertos productos que en el ideario colectivo son más sostenibles, como las bolsas de tela, quizás no lo son tanto porque requieren de procesos de tintado y confección que utilizan mucha agua y suponen elevados costes energéticos. En este sentido, Adrià Tallada, fundador de Plàstic Preciós La Safor, destacó algunas de las bondades del plástico en el acceso a muchos tratamientos médicos que con otro material serían más caros. No obstante admitió que transmitir ese mensaje es complicado, cuando en trabajos de campo recoges residuos y el 80 o 90 % son de plástico. "El problema es el mal uso, no el material”. Además, aseguró que no siempre la normativa acompaña. "La legislación sobre productos de un solo uso no ayuda. Un plato reutilizable pesa más, y no es un producto de un solo uso. Cuesta alinear legislación y concienciación. El plástico es bueno; lo malo es su mal uso", remarcó.
Por ello, para Serafín García, responsable de formación en Aimplas, la batalla reputacional es uno de los principales desafíos, más aún ante “el tsunami legislativo” que llega desde Bruselas. “Está la administración de un lado, pero al otro está la sociedad, y hay que trabajar con ambos”. En cualquier caso, quiso dejar claro que la mayoría de empresas son punta de lanza del cambio y el sector del plástico en la Comunitat Valenciana es uno de los más productivos, aunque “necesitan apoyo para poder seguir haciéndolo”. De hecho, destacó la capacidad de reinvención constante del sector, donde “la innovación forma parte de la genética de las empresas”.
Pero la innovación no puede ocurrir sin formación. A este respecto, José Badia, director de la Cátedra Aimplas de la UV, insistió en la importancia de formar desde la propia infancia. “Hay que llegar a los colegios, entrar en los programas educativos y fomentar un pensamiento crítico desde la infancia. También formar a los profesores de primaria y secundaria, para que los mensajes que transmiten estén bien fundamentados”. Asimismo, señaló los retos técnicos en toda la cadena de valor, donde la formación universitaria de los futuros profesionales vuelve a ser clave.
Y para que todo esto sea posible es indispensable ir de la mano de la administración. Mariano Carrillo Acosta, responsable del área de Institutos Tecnológicos y Centros Europeos de Empresas Innovadoras (CEEI), defendió la necesidad de una escucha activa: “Las ayudas existen, pero los recursos son limitados. Es clave trabajar junto a las empresas”. Aunque consideró que la colaboración público-privada progresa, inicidó en que existe margen de mejora. "La administración tiene que estar al servicio del tejido productivo, no en contra”, afirmó. Recordó que legislar es necesario, pero insistió en que “regular no está reñido con desplegar políticas activas que hagan la normativa más asumible y digerible para las empresas”.

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Otro de los ejes del debate fue el ecodiseño como herramienta imprescindible para la sostenibilidad futura del sector. Serafín García defendió que el cambio de enfoque debe ser "dejar de pensar solo en qué hago para centrarse en cómo lo hago y qué ocurrirá con ese producto dentro de cinco o diez años”. Subrayó que el diseño debe contemplar desde el origen hasta el final de la vida útil, garantizando facilidad de reciclaje, reutilización y viabilidad económica. "Es casi como ser padres: acompañar a los consumidores, que no siempre tienen el conocimiento necesario, y guiarlos para que usen y gestionen correctamente los productos", apuntó.
En esta línea, Badia apuntó que el sector avanza hacia nuevas herramientas como el pasaporte digital, que permitirá consultar la trazabilidad completa de cada material. Recordó, además, que el debate público suele centrarse solo en los plásticos de un solo uso —como pajitas o vajillas— y en imágenes icónicas como la tortuga atrapada en residuos, cuando existen otras fuentes de microplásticos, como el que proviene del desgaste de neumáticos o la ropa, cuya eliminación entra directa en nuestros hábitos de comportamiento.
También, se abordó la sobreregulación europea y su impacto en la competitividad del sector, ya que no existen las mismas reglas del juego en otros competidores. "Europa legisla mucho, pero no protege”, lamentó Amaya Fernández de Uzquiano. Explicó que, mientras a las empresas europeas se les exige cumplir con estrictas normas y asumir nuevos impuestos, “entran en el mercado materiales plastificados procedentes de fuera que ni siquiera han pasado procesos de certificación”. El resultado, afirmó, es que “se machaca la competitividad porque jugamos con reglas distintas”.
En la misma línea, Tallada insistió en que lo fundamental es garantizar que la normativa se aplique “para todos por igual”, evitando desventajas competitivas. Además, subrayó que el valor o conveniencia de un producto depende siempre del contexto: “Si un país no tiene infraestructura de reciclaje de botellas, ese tipo de envase no tiene sentido. Pero donde sí existe, su uso es plenamente lógico”. Recalcó que es necesario analizar el ciclo de vida completo, considerando consumo de agua, residuos, logística o transporte.

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- Foto: MARGA FERRER
Además, Blanca Erum recordó que las decisiones legislativas también tienen consecuencias laborales y sociales. “No puede ser que de un día para otro por un cambio normativo desaparezca una empresa de pajitas desechables, por ejemplo. ¿Cuántos puestos de trabajo se han perdido? ¿Qué impacto hemos generado?”, preguntó. A su juicio, la regulación es necesaria, pero debe planificarse, con más anticipación y diálogo con la industria.
Ante esta circunstancia, varios ponentes defendieron la necesidad de articular un sistema de bonificaciones dirigido a las empresas que invierten en sostenibilidad. Señalaron que, cuando la mejora del producto implica un aumento de costes, es imprescindible algún tipo de apoyo institucional, ya que de lo contrario el consumidor optará por la opción más barata.
A nivel formativo, los asistentes coincidieron en señalar la importancia de que los recién titulados tengan conocimientos en la legislación vigente, un déficit que consideran un lastre y que, a su juicio, obliga a reforzar la formación en competencias realmente útiles para el día a día industrial. En cualquier caso, se destacó la función tractora de las instituciones académicas, especialmente a través de becas de investigación, premios a trabajos de fin de grado y máster, seminarios especializados y una creciente apertura hacia la educación secundaria para despertar vocaciones tempranas en un sector que demanda talento.