Análisis

Comunitat Valenciana

Los obstáculos inmediatos para Pérez Llorca para construir una imagen presidencial

  • Pérez Llorca, este viernes.
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VALÈNCIA. El próximo presidente de la Generalitat, Juanfran Pérez Llorca (PPCV), será investido en Les Corts en los próximos días gracias al voto de su partido y la colaboración de Vox, actor necesario para alcanzar la mayoría. Ya sea en primera ronda o en segunda, todo lo que no sea ver al alcalde de Finestrat alcanzando la vara de mando antes de que termine 2025 será una sorpresa.

Ahora bien, no todo va a ser cuesta abajo, ni mucho menos, para el nuevo jefe del Consell. Tiene una serie de retos y obstáculos a superar en las próximas semanas o meses que resultan fundamentales para calibrar la fuerza y recorrido de su liderazgo en el Palau. Un tour de force que servirá para medir sus posibilidades y capacidades como un dirigente consistente o meramente transitorio en el cargo. En definitiva, para calibrar si Pérez Llorca será un presidente interino como José Luis Olivas o no.

-El pacto con Vox, la parte más sencilla. Puede resultar paradójico, pero dentro de todos los obstáculos que tiene por delante el próximo presidente de la Generalitat, el acuerdo con el partido de Santiago Abascal se antoja el más asequible. Pérez Llorca fue el artífice de las negociaciones en el pasado con Vox y el que conoce a la perfección cuáles son las exigencias de este partido para dar luz verde a su investidura. Habrá sapos que tragar, pero se asumirán.

-Reconstrucción de la relación con Génova. El paso dado para impulsar al presidente de la Diputación, Vicente Mompó, como nuevo líder del PPCV y futuro candidato a la Generalitat molestó a la dirección nacional del partido. Aunque Alberto Núñez Feijóo no esté en una posición demasiado sólida, en Génova saben distinguir cuando una estructura autonómica está forzando la máquina, y la maniobra se interpretó como un pulso. Pérez Llorca deberá trabajar para atemperar la relación.

-Cambios en la comunicación. Tal y como informó este diario, el nuevo presidente estudia renovar el búnker del Palau: los dirigentes que apuntalaban a Carlos Mazón deberán ser sustituidos si el nuevo jefe del Consell quiere imprimir una imagen de etapa distinta.

-Proximidad a Mazón. Al hilo de lo anterior, es un hándicap inicial que Pérez Llorca deberá neutralizar. Que formara parte del equipo más cercano del presidente, no impide que pueda desmarcarse progresiva y notoria si su intención es reiniciar su perfil ante la opinión pública.

-Suavizar la relación con María José Catalá. Estos días dio el primer paso acudiendo al Ayuntamiento de València a presentar sus respetos y solicitar la firma de la alcaldesa para registrar su candidatura. No hay que engañarse, son dos liderazgos contrapuestos en el PPCV, pero el próximo presidente debe conseguir que se normalice la relación lo máximo posible.

  • Pérez Llorca, junto al nuevo portavoz Nando Pastor. Foto: EP/ROBER SOLSONA

-Lidiar con Francisco Camps. El expresidente es un elemento distorsionador para el inminente líder del PPCV. Quiere un congreso inmediato, que no se va a producir, y amenaza con seguir presente en la actualidad con sus reivindicaciones en mano. Sólo caben las opciones de intentar reintegrarlo o, como hasta ahora, ignorarlo.

-Lograr la confianza del PPCV. A priori, Pérez Llorca va a convertirse también en el presidente de los populares valencianos. Será casi a dedo, sin congreso, sólo mediante la validación del comité ejecutivo y la junta directiva. Esto implica la necesidad de consolidación por la vía de los hechos y la empatía con las distintas corrientes y territorios del partido.

-Cambios en el Consell con criterio. No será fácil para el nuevo presidente diseñar un gobierno que resulte operativo desde el punto de vista de gestión pero que además, sea comprendido dentro de la vida orgánica del PPCV, pero al mismo tiempo parece una condición necesaria para imprimir un perfil propio a su mandato.

-La imagen presidencial. En definitiva, Pérez Llorca tiene que lograr la visibilidad y respeto suficiente para que se le considere, tanto interna como externamente, como un presidente de garantías más allá de un año y medio de mandato.
 

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