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El vino será comercial o no será

El credo de ¡Viva el vino!

  • Fotografía de Kike Taberner
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La primera edición de ¡Viva el vino! fue una de esas noches singularmente surrealistas, para bien: la ciudad desierta (lunes, 15 de julio, València) y L' Umbracle de la Ciudad de las Ciencias a rebosar de cuatrocientos amigos del sector hostelería apoyando esta locura de los 'vinos para beber'. No sabéis cómo os lo agradezco, pero aquí otro tengo otro altavoz: gracias.

Lo dicho, que muchas camisas hawaianas, mucha sonrisa, mucho flow y mucho suaj ('toca party, mucho suaj'): si es que está claro que la vida es una actitud. Pienso lo mismo (ya lo sabéis) respecto al vino —precisamente por eso el vino ha de volver a ser lo que siempre fue: una una bebida hedonista, divertida, democrática e idenditaria. Este es nuestro credo, en esto creemos:

Beber en vaso, ¿por qué no? Fue uno de los debates más agrios de la noche —“¿cómo podéis servir estos vinazos (que lo eran) en estos zuritos?”; pues lo hicimos porque quisimos hacerlo y porque tenemos bien claro qué es lo importante: la conversación.

Vinos para beber. El eslogan del evento no fue casual: 'El primer festival de vinos para beber', y es que en el mundillo de la viticultura siempre se miró un poco de reojo a los 'vinos para beber': los vinos son para enmarcar, para guardar, para almacenar en un sarcófago de oro, para pensar y para plantar en un altar. Nosotros sencillamente nos los queremos beber.

El maridaje ha muerto: ¡Viva el vino! ¿Pero todavía estás con lo de blanco para pescado, carne para tinto, jereces para quesos azules y vinos dulces para el postre? Venga ya, que todo es mucho más fácil: un vino que te vuelva loco con tu plato favorito. No hay más.

Tapón de rosca: es ecológica, sencilla, práctica y (además) conveniente, “La rosca es un tapón técnicamente perfecto para vinos de consumo diario (aunque, todo sea dicho, la rosca ha evolucionado mucho técnicamente y ya tenemos muchos modelos que permiten la microxigenación) y es que está probado que un alto porcentaje del vino que compramos se consume en las 24 horas siguientes a la compra”. Quien habla es Ricardo Arambarri, CEO de Vintae, pero en España  el corcho sigue presente en el 95% de las botellas comercializadas.

Menos bodega y más viñedo. Demasiados años dándonos la brasa con la bodega del arquitecto estrella de turno y los millones de euros gastados en centros de datos que parecen la estación espacial de la misión del Apolo 11: pero en realidad el vino no es más que un maravilloso fermento artesanal cuya identidad está pegada al territorio, la tradición y la agricultura. Enseñadnos mejor los viñedos: ahí sucede la magia.

Que vuelva el vino al bar. Que no somos noruegos: somos españoles y la vida pasa en los bares —y hasta hace no tanto bebíamos vino en los bares: chatos en Madrid, txikitos en Donosti, zuritos en Bilbao, cuncas de viño en Galicia, buchitos en Huelva, cosecheros en Requena o cañas de manzanilla en Cádiz; tragos cortos y aquel beber despreocupado, frente a una barra (o en torno a una mesa) y siempre, siempre, bien acompañados: el vino como excusa y como encuentro.

El ritual es una cárcel. Beber vino, piensan muchos, es un rito iniciático elevado y snob, una ceremonia cuasi masónica y hasta cursi: botellas cuidadosamente conservadas en vinotecas de mil pavos, un vinilo de Chet Baker, batín de seda, copas sopladas con cristal de Baccarat y corcho de alcornoque procedente de algún bosque de Viena...¡basta de estas tonterías! ¡que es sólo vino!

El vino será comercial o no será. Repito lo que dije entonces: tenemos que dejar de reflexionar sobre el vino y empezar a vivirlo.

Salud.

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