A principios de diciembre le pregunté a mi suegra qué tenía pensado preparar para el día de Navidad. "Lo voy a pedir a un catering", me respondió mientras en su rostro se dibujaba una gran sonrisa de felicidad. Esa actitud de liberación contrastaba con mi cara de poker. "Qué bien", disimulé mientras me imaginaba una mesa llena de canapés resecos con pan de sandwich, volavents rellenos de palitos de cangrejo y mayonesa y cóctel de gambas decorado con huevo hilado. Compartí con mis allegados la funesta noticia de que el día de Navidad, no solo me iba a perder el cocido CASERO de mi madre, sino que además iba a tomar comida hecha por unos desconocidos y servida en bandejas de papel. Mi sorpresa fue en aumento a medida que varios amigos me decían que en sus casas la cena de Nochebuena o la comida de Navidad también la encargaban a empresas de catering. Los pilares de la civilización moderna empezaron a tambalearse. Hasta que me metí en la boca la primera cucharada de sopa cubierta que tomamos el día de Navidad y ahí, en ese instante, el caldo cubierto de tropezones de pollo, hígado y yemas, destruyó todos mis prejuicios sobre los caterings y la comida preparada. Joder, qué bueno estaba aquello.
La responsable de aquella sopa y de todo lo que vino después es Gloria Rocher, una mujer que lleva dos décadas cocinando para los demás. Su empresa es pequeña y tiene una particularidad, se basa en productos ecológicos, de temporada y de proximidad. En Navidad el 90% de los platos que prepara cumplen esa condición. Fue precisamente la inquietud de comer sano y sostenible lo que hizo que montara su empresa. "Quería comer ecológico, pero era más caro y no podía, me di cuenta de que es la comida procesada la que es cara, si compraba materia prima y me dedicaba yo a cocinarla, podía comer de esta manera", explica. Empezó a prepararles la comida a un grupo de madres que, como ella, estaban criando en esos momentos y no tenían tiempo, aquello fue tomando forma hasta lo que es ahora. Entre los platos que sus clientes pueden disfrutar estos días están las alcachofas confitadas al ajillo, los briwats de ricotta con hierbabuena, las cremas de calabaza o coliflor, el tajine de ternera, la carrillera de cerdo ibérico o el all i pebre. Dependiendo de lo que uno pida, el precio medio va de los 15 euros, si no se elige carne a los 30. "Yo creo que la gente cada vez pide más catering para ahorrarse el curro. La gente no tiene tiempo y cada vez sabemos cocinar menos. El ritmo de vida que llevamos nos impide dedicarle tiempo a la cocina".
"Como he estado muchos años haciéndolo, ya me he cansado. Decidí pedir la cena de Nochebuena y la comida de Navidad por comodidad, por no tener que estar pendiente, además porque yo no soy nada cocinera, no me gusta. Mi vecina me habló de Gloria el año pasado, nos gustó y este año hemos repetido", explica Amparo, una de las clientas de este catering que las navidades pasadas decidió colgar el delantal y encargar a Gloria el menú navideño. Me cuenta que sus hijos en un principio parecían reticentes, pero en cuanto probaron los platos, cambiaron de idea.