Valencia Plaza

en el local que ocupó gallina negra

Las tres certezas de Félix Chaques para abrir su primer restaurante 

  • Kike Taberner
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

Hay personas que tienen muy claro lo que quieren en la vida y otras que nos vamos amoldando a lo que el universo nos concede. Félix Chaques es de los primeros. Aunque hubo un tiempo que las cosas no estaban tan claras –"tuve una adolescencia muy movida", confiesa–, encontró la senda y en pocos años supo que quería encaminarse hacia lo que se materializará en pocas semanas: abrir su propio restaurante.

Tras esos años de vacilaciones, Félix volvió a la Universidad a estudiar Telecomunicaciones. Solo que a mitad de carrera le llegó la primera de las certezas: que aquello no era lo suyo. "No me veía trabajando siempre delante de un ordenador. Yo necesitaba gente, necesitaba movimiento, quería algo más creativo...", afirma. Ahí entró el primer giro de guion. Se va con 300 euros, una mochila y sin saber inglés a Escocia durante un año y al poco tiempo sobreviene la segunda de las certidumbres: haga lo que haga en el futuro será su propio jefe y abrirá su propia empresa. ¿De qué?  Ni idea. Entonces tenía 25 años.

Vuelve a Valencia y empieza a trabajar de comercial, convencido de que si va a abrir su propio proyecto tiene que aprender cómo funciona el mundo empresarial. Ese trabajo, que no tenía otro cometido que el de aprender lo que aquella experiencia le regalase le marcó el camino. La empresa para la que trabajaba se dedicaba a vender mobiliario y productos para hostelería. "Yo ya empiezo a entrar en los restaurantes y en cuanto entro, a poco que observara, ya sabía si ese restaurante tenía sentido o no. Sabía a quién le tenía que vender y a quién no", añade.  En 2012, el sector no estaba muy boyante y decide irse fuera.  Se marcha a Francia sin saber una palabra de francés, con la idea de pasar unos meses, ahorrar y volver a seguir siendo comercial. Se va a recoger uva y entre vendimia y vendimia, visita Tolousse, le gusta la ciudad y en dos tardes echa currículum en todos los sitios que encuentra. "Seguía sin saber una palabra de francés, pero yo ya era comercial. Sabía moverme por el mundo, sabía venderme, así que me aprendo una frase y en dos tardes pido trabajo en todos los sitios que encuentro", señala. Enseguida le llaman de un restaurante para fregar platos.

"No sabia nada de restaurantes. No sabía cocinar, hasta el punto que con 28 años yo no había cocinado ni un huevo frito. En mi casa tampoco se cocinaba demasiado", explica.  En Francia entra en uno de los bistros de Christian Constant, que además de una estrella Michelin en París, gestiona otros 6 locales en el país galo. "Allí había unos 20 cocineros. Hacíamos 250 cubiertos en 90 asientos, en un palacio del 1820. Cuando entro me digo a mí mismo que si voy a fregar platos voy a ser el mejor fregaplatos de la ciudad", añade.  No pasó mucho tiempo hasta que sale un hueco en cocina y le llaman. Duda, pero acepta. "Entro en una partida de producción y me doy cuenta que eso es GTD, es decir, más gestión de tiempos que cocinar. Yo no sabía cocinar pero sí que sabía  gestionar los tiempos", señala. Disciplinado, cuadriculado y metódico, a aquel español que no hablaba francés y fregaba platos como si aquel cometido fuese la tarea más importante del mundo, el gusanillo de la cocina le empieza a hacer mella. "Yo lo estaba disfrutando. En mis días libres me iba a la siguiente partida para seguir aprendiendo. Al principio lloré mucho", revela, pero allí tuvo la tercera certeza: "entendí que aquello era lo mío y que iba abrir mi propio restaurante. Lo tuve clarísimo", dice.

En aquel bistro su trayectoria fue meteórica. Pasó por todas las partidas. "El primer año y medio me hice cocinero. Aprendí a cocinar, además desde la base", apunta. De esa época Chaques tiene mil anécdotas, también alguna buena metida de pata por no entender el idioma que a punto estuvo de costarle el puesto, pero en lugar de largarle, el capo de todo aquello, el chef Christian Constant ordenó que le pagaran un curso para aprender francés.  

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo

Las cooperativas presentan su decálogo de reivindicaciones a las formaciones políticas
Los citricultores eligen el mejor comercio de la campaña 2022-23