En Ciutat Vella quedan triángulos de las Bermudas en los que misteriosamente desaparece la sensación de ser extraña dentro de tu propio barrio, entre el mar de los sargazos de los rostros rusientes y los candados esos que guardan llaves de apartamentos turísticos (idea de un Federico Moccia empleado en un fondo buitre). Uno de esos espacios está vertebrado por Cuit, L’Etno y las recién llegadas Gina Melenas. Entre estos tres aflora el valencià —aunque también se cuela el pastrami— y el deseo de que «promover el tejido de barrio» no sea una expresión vacía de contenido.

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