Si te taparan los ojos y te dejaran cerca del restaurante Setaygues, encontrarías fácilmente el camino hasta la puerta. Como el flautista de Hamelin atraía con su melodía a ratones y niños, los aromas de los guisos que desde bien temprano borbotean a fuego muy lento en su cocina te conducirían hasta allí sin pérdida. Ese olor alimentaría a una nación entera, y es solo la primera señal de que todo lo que va a suceder a continuación va a ir bien.
Hasta hace poco al restaurante Setaygues se llamaba Gambrinus. Y te rompía todos los esquemas. ¿Qué hacía un restaurante con nombre de franquicia, decoración de franquicia y cerveza de franquicia en aquel pueblo de 1.100 habitantes siendo un restaurante familiar tan lleno de alma y verdad? Para responder a la pregunta tenemos que retroceder unos cuantos años. Teresa Carrascosa y Salvador Esteve se conocieron en unas fiestas en Siete Aguas. Ella tenía 14 años, él 17. Ella era natural de allí, él, de València pero por aquella época vivía en Buñol. Se conocieron, se enamoraron, se hicieron novios y pasados los años, junto a otra pareja de amigos montaron un pub en Siete Aguas. Aquello funcionó bien y al cabo del tiempo, el pub dio paso a un bar en el centro del pueblo. "Fue un bar que cambió la fisionomía del pueblo. Tenía muchísima actividad. Dábamos el aperitivo, la cena, había cubatas, música hasta las 5 de la mañana... chicas bailando en la barra...", cuenta Voro.
Con el paso de los años las inquietudes de la pareja cambiaron. Decidieron que montarían un restaurante. Encontraron un terreno a las afueras del pueblo, un campo de almendros y decidieron que allí lo construirían. "La gente cercana nos decía que si estábamos locos, dejar un bar que funcionaba como un tiro para irnos a las afueras a montar un restaurante... Nos la jugamos", asegura Voro. Era 1999. Y ahora la razón del nombre de Gambrinus. "Teníamos muy buena relación con Heineken por el bar que tuvimos. Era la época en que comenzaban a proliferar las cervecerías Gambrinus. En Valencia todavía no había abierto ninguna. A Tere y a Voro les llamó la atención el interiorismo, una sala que recreaba una taberna andaluza y un bar con apariencia de pub irlandés. "Eso entonces era muy novedoso. No se había visto y menos en un pueblo como Siete Aguas. Nos dijeron que teníamos que servir cañas y tapas, y que este tipo de locales solo se montaban en lugares de mucho paso. Imáginate, aquí en el pueblo, que en invierno a las seis de la tarde ya no pasa un alma" añade Voro. Tere les dijo que ella iba a cocinar lo que le diera la gana. Básicamente recetas tradicionales de la zona. Y así lo ha hecho hasta hoy. Y qué acierto.
Desde hace unos meses, el restaurante se ha rebautizado como Setaygues, aunque de momento, la gente todavía le llama Setaygues Gambrinus. Mucha de la decoración de entonces permanece, la marca de cerveza también les sigue acompañando, pero la personalidad de Tere y Voro, y por supuesto su cocina, le dio una identidad propia al restaurante desde el primer momento.