Para el mundo del vino, la llegada del verano es como para un equipo menor visitar el Camp Nou o el Bernabeu: el riesgo de goleada contra el archienemigo dorado es altísimo.
¿Cuáles son las estrategias que pueden adoptar las bodegas para limitar los daños? ¿”Catenaccio” puro y duro o atreverse a jugar un partido al contrataque?
Entre las bazas (en ataque) que tiene el vino para luchar contra la merma de consumo veraniego tenemos en primer lugar las burbujas. Los vinos espumosos están de moda, así lo demuestra el éxito planetario del prosecco, el espumoso italiano que triunfa como la Coca-Cola. Por si no fuera suficiente mis connacionales han exportado el “spritz” (un cocktail-aperitivo fresco y de fácil preparación) como manera de fomentar las ventas de prosecco (y Aperol). Valencia tiene su propio spritz: el agua de valencia; bastaría con utilizar zumo de naranja de verdad (no debería de ser complicado) y un cava de más de 1€ de coste, para rehabilitar una bebida relegada a sacar los cuartos a 4 guiris despistados.
Pequeño inciso: la difusión de uvas aptas para una segunda fermentación es un arma de doble filo, porque empujados por la creciente demanda y por la crisis “política” del cava catalán, estamos contemplando con cierto desasosiego el arranque de viñedos centenarios en pos de la expansión de las burbujas. Sin embargo hay que admitir que los espumosos son un eficaz antagonista a las otras bebidas: son frescos, ligeros, no tienen alta graduación alcohólica y pueden ser “glamourosos” como en el caso del champagne. Personalmente echo en falta poder tomar una buena copa de espumoso (en un recipiente adecuado, no en la horrorosa copa de cava de bar de polígono) cómodamente sentado en una terraza en lugar de subyacer a la vejatoria tiranía de la cerveza.
En el centro del campo encontramos el vino blanco: el eterno dilema. Aún se puede escuchar en los restaurantes españoles la frase: “el mejor blanco es un tinto”. Cuando la oigo, me pregunto si el cliente en cuestión ha tomado alguna vez un gran blanco de Borgoña, del Loira, de Alemania, del Friuli o algún Rioja con años. Pero tengo que darle la razón si el blanco al cual se refiere es uno de los infinitos productos comerciales dulzones, híper aromáticos, con poca o nula acidez y que pasan por la boca como aguachirri. España lleva tiempo produciendo grandes blancos, con o sin madera, con o sin maceración pelicular, con o sin velo flor en casi todo su territorio. Toca a los profesionales promocionar estos vinos, y a los clientes pedir el libro de reclamaciones cuando se les ofrece “un Barbadillo o un Rueda” como únicas opciones a escoger. ¡¡¡Es inadmisible que sea más sencillo degustar un blanco bebible en un pub de la cervecera Inglaterra que en la Plaza del sol!!!
En defensa tenemos al prometedor rosado, otro gran denostado por los bebedores tradicionales. Volvemos a justificar este rechazo en el caso de vinos empalagosos e inconsistentes, pero han aparecido rosados de estilo provenzal, con buena acidez y excelente predisposición al maridaje. Paella y rosado por ejemplo deberían de ser un binomio indisoluble.
Y como portero, esperemos que más inspirado que Karius en la final de la Champions, nos aguarda el vino tinto. La frescura es la clave: vinos sin o con poquísima madera, de “soif” como los llaman los franceses, que te permitan tomar dos copas sin necesidad de echarte una siesta. Se pueden conseguir y se están elaborando en zonas más frías de la península como Galicia, pero hay muchos ejemplos en el centro (las garnachas de Gredos por ejemplo) y en el Mediterráneo también, con el único problema de los grados alcohólicos, inevitables en nuestras latitudes. Entre los productores de vino natural, es simple encontrar tintos que resistan al bochorno veraniego, se trata sólo de seleccionar los que no tienen defectos de elaboración (tema que trataremos en otra entrega).
Resumiendo, es un partido complicado el que enfrenta el vino a la cerveza en la temporada estival, pero con imaginación, formación del personal y un poco de publicidad (gran asunto pendiente del sector) es posible aspirar al empate. Os animo a fomentar el cambio: ¡¡¡pidamos vinos este verano!!! (los millones de extranjeros que nos visitan ya lo hacen). Los profesionales se tendrán que poner las pilas para satisfacer la creciente demanda y todos saldremos beneficiados...
Salut!
* Este artículo se publicó originalmente en el número 45 de la revista Plaza