Tengo un colega que es como un dealer de sitios molones. En cuanto abren un bar nuevo, alguna sala particular, o hay un evento así un poco más raro, él lo sabe antes que nadie. Un día me habló de un bar, que está entre Nazaret y el Oceanogràfic, un sitio junto a unas fábricas llenas de óxido que parecen abandonadas, y que dan todo el flow de que el malo de la película va a esconder allí al niño secuestrado. Martinot es un sitio de tremendos bocatas almorzables, y arroces y paellas a mediodía. Es complicado llegar a pie, porque está delante de unas vías, y rodeado de campos y solares. La ubicación es curiosa, pero la distribución también es rara, porque para acceder al parking, tienes que pasar con el coche por entre las mesas, y aparcar junto a un castillo hinchable en el que juegan los nanos.
Pero todo eso, es irrelevante, porque el suquet viene ahora.
Llegamos antes del mediodía. La terraza está a medio gas, porque es esa hora incómoda en que la gente de los almuerzos se ha marchado, y los de la comida aún no han llegado. Nos dicen que está todo reservado, pero nos apañan un algo al fondo.
Los camareros están montando las mesas de la comida y pasan fuertemente de nuestros culos. Al cabo de unos veinte minutos de estar en la mesa, alguien nos pregunta lo que queremos de beber. Nos decantamos por unos tercios. Esa persona desaparece de nuestras vidas, y al cabo de un rato pasmosamente largo, y de recoger las mesas de alrededor, vuelve con las cervezas.
- Bueno ¿Queréis comer algo?
- Sí, veníamos por los bocatas.
- Imposible, no hay bocatas.
- ¿Cómo que no? ¿Por qué?
- Se ha acabado todo.
- ¿Todo? Pero si es mediodía.
- Sí, pero es que los bocatas se suelen acabar sobre las once, once y algo.
- Ah. Pero si tenéis pan, nos podéis apañar...
- No se puede.
- ¿Y qué tienes de tapas?
- Calamares, chipirones… bravas tampoco tengo porque las están haciendo ahora.
Tras una ardua negociación, en la que casi tiene que mediar el que lleva los divorcios en Cuatrecasas, nos sacaron un QR. Veo ensalada, anchoas, esgarraet, calamares, todo cosas bastante 4-4-2, classic bar.
- Vale, pues queremos unas alcachofas plancha…
- No quedan alcachofas.
- Estupendo. Pues unos chipirones con habitas…
- Espera que voy a ver, que creo que no quedan…no, no quedan.
- Bueno nano, ¿pero yo he venido a un bar o dónde he venido? ¿Es un Leroy Merlin? Sácame una tabla de contrachapado, porque si no hay bocatas, no hay bravas, no hay chipirones, no hay alcachofas…no sé, ponme un grifo de ducha y una caja de clavos del doce, porque macho…
- Espera, voy sacándoos una patita de pulpo y unos mejillones, y en un rato cuando se hagan las bravas os las saco también.
Voy a hacer un fundido a negro. Al cabo de un rato, lo primero que llegó, inexplicablemente, fueron las bravas.
Cuenco cuqui, fritura guay, buena patata. Por encima un ajoaceite, poco más fuerte que una mayonesa. Toquecito de aceite con pimentón, un poco fuertes de sal. La surprise viene cuando al ir terminando con ellas, en el fondo del plato, se descubre un dedo de aceitarro rojo, que no es salsa brava, es toda la producción de febrero de la BP. Vale, perfecto, a pesar de eso, escurridas no estaban mal, y he venido a comer, no a quejarme. Esperamos otro poco, y aparecen el sepionet y los mejillones a la vez.
Bien sin más, el producto es bueno, y está cocinado canónicamente. El sepionet (12 pavos) lleva un poco de cacahuete picado por encima como concesión a la fantasía. Los mejillones llevan mejillón. En la terraza hace un sol como para que una iguana pille melanoma, está cascando pero bien. Empezamos a comer y a hablar de nuestras cosas, mientras veo que el resto de mesas se vacían. Ahora solo hay tres ocupadas en toda la terraza, y los camareros van de un lado a otro montando servicios de comida como quien intenta parchear una presa con fugas a base de esparadrapo.
Llega el pulpo. Muy tiernito, con una base de puré de patata, sal gorda, pimentón, y una flor hecha con piel de tomate que habría hecho las delicias de los Bridgerton, pero que a mí un poco plim.
Pedimos la cuenta unas tres veces.
- Joder, nunca me habían despreciado tanto, y he estado en locales de sado.
- Ya, hoy no es el día.
Llega la cuenta. El pulpo que nos había sacado el camarero por recomendación, es por casualidad, lo más caro de la cuenta, y vale 18 pavazos. Una cosita así que tal, como para picar.
El tema es este, estoy convencido de que a mucha gente le encantará ir a comerse un arroz allí, y que otra mucha, flipará con los almuerzos a las 10 de la mañana, pero yo, lo que vengo siendo yo en mi individualidad, no lo gocé para nada.
Se te puede acabar una cosa, se te pueden acabar dos, pero si sabes que pasa todas las semanas, coño, haz más compra nano. Creo que flota un poco el espíritu de esos sitios que saben que lo van a llenar, hagan lo que hagan.
55 pavetes entre 3.
No goza de amplio nada.