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Blasco, sentencia contra un régimen

  • Rafael Blasco en su etapa como conseller de Territorio. (Foto: Eva Mañez)
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Se trata de algo más que una condena cualquiera a un delincuente cualquiera. Sus connotaciones la convierten en una grave sanción a una generación de políticos

VALENCIA. Conseller de todos los gobiernos valencianos desde Joan Lerma a nuestros día, conocido de todos, cómplice de muchos y amigo de pocos. "Muy inteligente" le reconocen los suyos y los adversarios. Intrigante, embustero y manipulador, dicen otros. La sentencia lo ha dejado claro: corrupto y ladrón. En todo caso, un tipo a temer.

Todavía al día de hoy existen personajes de la casta en el poder que le defienden y comprenden. Algunos hasta le permiten entrar en su despacho oficial a comer (por la puerta de atrás, eso sí, no se entere el periodista de guardia). Es comprensible. Blasco es uno de los suyos. Rafael Blasco en su etapa como conseller de Territorio. (Foto: Eva Mañez)Es más (o más bien): los otros 'son' de Blasco ¿Qué no sabrá el exconseller todoterreno de sus compañeros de viaje tras estos largos lustros de parranda y confidencias? Al final, la decepción de una aparentemente inofensiva becaria le sentó en el banquillo frente al tribunal que le ha sentenciado a pena de cárcel. Una cuestión de justicia, como explicaba ayer mi compañero Ximo Clemente en este mismo diario.

Pero sería ser corto de miras juzgar el caso y condena de Rafael Blasco en un limitado primer plano. Abramos por lo menos un plano americano. O mejor: un plano general. Así podrá contemplarse con claridad qué presidentes autonómicos le han nombrado, honrado y situado en puestos estratégicos de la Administración autonómica. El primero fue Lerma, quien -digámoslo- pondría fin a su carrera en la Administración socialista ante la sospecha de supuestas irregularidades no demostradas en juicio. Blasco siempre afirmó que había sido apartado por una cuestión de celos políticos. Tal vez.

Y a partir de ahí, desde que en el año 1995 alcanzara el poder el Partido Popular, hasta antesdeayer, Rafael Blasco ha gozado de la confianza y respaldo de las administraciones Zaplana, Olivas, Camps y Fabra. ¡Black Jack! Incluso fabricó informes y estrategias para el partido a nivel nacional, o sea, para Génova: 'La España de las oportunidades', la ponencia elaborada por él pero pronuniciada por Zaplana en el XIII Congreso Nacional del PP en 1999, se convertiría en lel plan estratégico que guiaría el 'modus operandi' del PP desde el éxito y burbujas iniciales hasta el hundimiento total de la Comunidad, quince años después, arruinada, endeudada, sin bancos, autonomía, TV ni honra.

Todavía hace menos de dos años, un dirigente provincial -'nuestro hombre' en Argelia- defendía a capa y espada el honor y honradez de Blasco por encima de su imputación en el caso Cooperación. Y eso que ya entonces algunos colegas de la prensa -Sergi Pitarch en Levante-EMV- había publicado suficientes datos probatorios sobre las implicaciones del conseller, la única corruptela que hasta la fecha se le ha podido probar y que a la postre es la que le conducirá, más tarde o más temprano, a presidio.

Ya había ocurrido con Carlos Fabra, con los autoinculpados por el llamado 'caso de los trajes' y más tarde con los corruptos de Gurtel. Si, por supuesto que los ERE de Andalucía también representan una grave muestra de indecencia y corrupción, pero eso es solo un argumento para simples. En Valencia han sido decenas y decenas de cargos implicados, consellers, diputados, concejales, alcaldes, secretarios autonómicos... toda la élite de gobierno del PP se halla infiltrada por repugnantes casos de corrupción producto de una subcultura política en la que prevalecen los intereses particulares sobre los generales y que ha contado además con tolerantes y aprovechadas prolongaciones en la desprestigiada sociedad civil de la época.

La contaminación de aquel modo de ser y estar afectó a entidades tan sólidas y fundamentales para la vida económica de Comunidad Valenciana como sus cajas de ahorro, sus organizaciones empresariales, el puerto, la Feria de Muestras, la televisión pública... Multitud de ayuntamientos fueron conducidos en los primeros años dos mil a establecer empresas mixtas con promotores privados para satisfación de agentes inmobiliarios que convertían en oro todo cuanto tocaban. Casualmente, durante aquella época el conseller de 'Territorio' factotum de todo se llamaba Rafael Blasco.

La sentencia del caso Cooperación enviará a la cárcel solo a Rafael Blasco, pero condena a pasar al lado oscuro e innoble de la historia a toda la estirpe de políticos que durante casi 20 años han estado arropándole, delante, detrás y al lado. Es la condena a un régimen, como en su momento la condena a Roldán, Barrionuevo y Mariano Rubio representaría la sentencia al régimen socialista de Felipe González y a una peculiar forma de entender el gobierno de los ciudadanos.

Ojalá el caso Blasco sirva de reactivo para adoptar fórmulas de honradez a la hora de gobernar y de elegir a nuestros representantes políticos. Pero no hay mucho espacio para el optimismo. La condición humana en general y la falta de cultura politica en particular de esta sociedad hacen previsible que lo que ahora acabe sea solo una etapa más que lamentablemente abrirá paso a otros periodos indignos salvo que sepamos establecer radicalmente auténticas 'líneas rojas' infranquables desde el minuto uno. ¿Podremos?

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