Seguramente no es el adecuado, pero mucho más seguro es que ninguno de los existentes en España está ayudando al reducir el paro, sino más bien todo lo contrario
VALENCIA. Le ha faltado tiempo a la ministra de Trabajo, esa mujer, Fátima Báñez, para tachar de "inconstitucional" la propuesta del comisario de Trabajo de la Unión Europea de aplicar en España el denominado ‘contrato único', un modelo de contrato que reemplazaría a las 40 fórmulas de contratación vigentes en estos momentos en España, por mucho que de todas ellas apenas sean utilizadas media docena larga.
Vale, bien. Pongamos que el contrato único es de difícil por no decir imposible aplicación en el actual sistema laboral español. Entre el Estatuto de los Trabajadores y el encorsetado ordenamiento jurídico que lo respalda, el rechazo del Gobierno a revolucionar el relativamente apaciguado mundo laboral tras la tormenta de su reforma laboral, el temor visceral de las organizaciones empresariales a la conflicitividad, así como, por supuesto, el legendario inmovilismo sindical, intentar darle la vuelta al complejo calcetín del actual sistema español de relaciones laborales español es una utopía. La reacción ha sido de tal calibre que el comisario se ha apresurado a desdecirse de lo que realmente había dicho. Asunto zanjado.
Pero el caso es que seguimos teniendo casi cinco millones de parados registrados sin ninguna posibilidad real de integrarse en el mundo laboral a corto y medio plazo. Y más de seis si de la encuenta de la EPA preferimos hablar. Psé.
El contrato único, así, en general, no favorece los derechos históricamente adquiridos por la clase trabajadora. Intocables. Su aplicación eliminaría prcticamente las indemnizaciones por despido a los recién contratados (se reducirían al equivalente a 8 días trabajados) y se irían aumentando progresivamente a medida que pasaran los años de contratación hasta un máximo (según fuera establecido legalmente) de unos 34 días. Impensable.
Y también parece impensable que este país arruinado y con la mitad de los jóvenes en el paro y sin expectativa alguna, se movilice en una u otra dirección. Mntengamos el complejo sistema actual de contrataciones que el empleo acudirá por su cuenta en busca de los cinco millones de parados, a pesar de las dificultades burocráticas. O mejor aún, retrocedamos unos años, al antiguo régimen laboral como pretenden los grandes sindicatos. Y conservemos esas islas enteras de privilegiados, miembros de castas sociales ‘superiores' que disfrutan de condiciones por encima de de las posibilidades del sistema (público) con plantillas superpobladas perfectamente remuneradas a costa de los contribuyentes.
Cualquier cosa menos pensar en reformas profundas. Ni intentarlo siquiera... Sabemos que este sistema no funciona, el laboral me refiero -el resto, sanitario, el educativo... tampoco, por supuesto- pero casi mejor que todo siga igual. No pretendo ni mucho menos defender la propuesta del comisario europeo porque carezco de la información suficiente para hacerlo (sí lo hacen los economistas de Fedea, defensores del contrato único), pero no se entiende cómo en la situación en la que se halla laboralmente España haya surgido tal rechazo y agresividad por todos los sectores sociales (la derecha, la izquierda, los empresarios, los sindicatos... todos menos los parados, ellos no opinan) ante una idea que solo pretende remover el sistema para que algo cambie y pueda mejorar. Prietas las filas.