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#OpiniónVP La decepción de 'Perdidos' y el soufflé de Podemos, por Guillermo López

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VALENCIA. Hay una serie de televisión de la que casi ninguno de nosotros (al menos, de los que la hemos visto) queremos acordarnos. Una serie que nos tuvo en vilo durante años y años, ofreciéndonos incógnitas y misterios sin fin, aparentemente trascendentales, que sólo se resolvían -algunos- para ofrecernos nuevos misterios.

Hablo de la serie Perdidos, que marcó un antes y un después en la televisión, aunque probablemente lo marcó en sentido negativo: demostró que a veces compensa, desde el punto de vista del productor televisivo, acabar defraudando las expectativas del público, si mientras tanto (a lo largo de varias temporadas) se consigue tener a dicho público en vilo. Al final la mayoría del público se sentirá traicionado por los guionistas de la serie, y desde luego engañado, pero mientras tanto... ¡a disfrutar del espectáculo!

La quintaesencia de ese modelo fue el último episodio de la quinta temporada de Perdidos (de un total de seis temporadas), titulado ‘El Incidente'. El ‘Incidente' era el misterioso suceso ocurrido hacía décadas en la isla de Perdidos, y que en teoría explicaFotograma del último capítulo de 'Perdidos'ría la mayoría de las incógnitas de la trama. Y en efecto, ‘El Incidente' fue un grandísimo episodio, que solucionó muchas incógnitas... Por la vía de plantear otras incógnitas aún más inexplicables.

Es decir, y parafraseando a Javier Clemente: la doctrina del "patapúm parriba": tiremos el balón adelante, y luego ya veremos. Que, en el caso de Perdidos, fue dejar claro que no había nada claro, esto es: que no tenían ni idea de cómo cerrar la trama y el asunto consistía, básicamente, en estirar la afortunada idea inicial mucho más allá de lo -narrativamente- razonable. Hasta que, al final, el asunto acababa cayendo por su propio peso.

UN SOUFFLÉ QUE NO PARA DE CRECER

Algunos han visto en Podemos un remedo del engañoso éxito de Perdidos: un partido político que crece y crece en las encuestas, aupado por el descontento ciudadano y la brutal crisis de credibilidad del bipartidismo, pero cuyo crecimiento no tiene bases sólidas y al final, como un soufflé, acabará por derrumbarse bajo el peso de su propia fragilidad. Por ese motivo, cada vez que aparece una noticia negativa para Podemos, como el contrato laboral de Íñigo Errejón, o la decisión de Pablo Iglesias de imponer un Consejo Ciudadano a su medida para controlar el partido, o las declaraciones extemporáneas de tal o cual representante de Podemos, algunos creen que el soufflé está a punto de bajar, por fin. Y que, en todo caso, llegará un momento culminante, el de las elecciones, en el que mucha gente, por algún motivo, se echará atrás, le dará miedo la incertidumbre que implica votar a Podemos y a su, mitad irrealizable, mitad indefinido, programa electoral, y en definitiva volverá al redil del bipartidismo.

Iñigo Errejón. Foto: EFE

En principio, no habría nada que objetar a este análisis, pues en efecto los dirigentes de Podemos han cometido algunos errores, han adoptado algunas decisiones que denotan autoritarismo e hiperliderazgo, y es evidente que muchas de las propuestas electorales que hicieron en su día serán difícilmente realizables (y, de hecho, por eso las están difuminando o cambiando ahora, cuando alcanzar el poder es un escenario mucho más probable que en el mes de mayo).

Por último, personalmente no me caben dudas de que, si Podemos logra alcanzar el poder, se enfrentará a un desafío muy serio, quizás imposible, en la gestión de la deuda y de las dificultades de la economía española. Un desafío que quizás pueda conducirles al fracaso en buena parte de su gestión, con la consiguiente erosión de su credibilidad ante el electorado. La trayectoria del partido en el gobierno puede ser, en ese escenario, muy similar a la de la sexta, y última, temporada de Perdidos: una sucesión de despropósitos, situaciones inverosímiles y, en definitiva, un valle de lágrimas para el espectador.

Sin embargo, lo que no parece que esté sucediendo, al menos por ahora, es un derrumbe del soufflé electoral. Bien al contrario, Podemos sigue subiendo en las encuestas, y los partidos hasta ahora mayoritarios hundiéndose. Los sondeos más recientes, para Cataluña y Navarra, otorgan a Podemos la primera posición entre los partidos de ámbito nacional. En Cataluña Podemos obtendría 17 escaños (al igual que Ciutadans), mientras que PP y PSOE se hundirían en los diez escaños (la mitad que obtuvieron en 2012). En Navarra Podemos aparecería directamente como primera fuerza, con 18 (de un total de 50 escaños) y UPN perdería la mitad de sus escaños (obtendría nueve), al igual que el PSN (cinco).

Es decir: puede que el soufflé acabe bajando, pero por lo pronto no deja de subir. El motivo es sencillo: el problema para el bipartidismo no es encontrar insuficiencias o problemas en Podemos, sino mejorar su pésima imagen actual. Sucede lo mismo que con el independentismo catalán: puede que la opción independentista sea irreal, poco meditada, engañosa, y un largo etc. Pero si la alternativa es el españolismo, definido como tal por la derecha española desde Madrid, no cabe extrañar que el "soufflé" independentista siga gozando de buena salud. Y, respecto de Podemos, exactamente igual.

En el caso de que Podemos sea un soufflé hinchado, es indudable que lo está gracias a los deméritos de sus rivales, mucho más que por méritos propios. Es cierto que una sucesión de errores puede desinflar el soufflé, o al menos mitigar su crecimiento; pero, mientras los ciudadanos perciban en PP y PSOE lo que perciben ahora (corrupción, incompetencia, incapacidad para rectificar, mediocridad, egoísmo, y un larguísimo etc.), es improbable que vuelvan al redil.

En resumen: que aunque Perdidos sea una serie engañosa y con final decepcionante, si la alternativa es ver otra vez Los Serrano, para acabar descubriendo que todo es un sueño de Antonio Resines, muchos preferirán seguir pensando que el capítulo de ‘El Incidente' tiene sentido y que, al final, todo cuadrará. O que, aunque no sea así, al menos se librarán de ver más episodios de Los Serrano (con todos los respetos).

#PRAYFOR... SERGIO RAMOS

Esta semana, las redes sociales han tenido mucho trabajo, como siempre en España. Pero pocos fenómenos definen mejor los aspectos negativos de dichas redes que lo sucedido con Sergio Ramos. Una noticia comenzó a circular a gran velocidad: el futbolista del Real Madrid había terminado sus estudios de la ESO a sus 27 años. Enseguida, mucha gente comenzó a reírse de Ramos.

Por lo visto, hay gente que cree que finalizar los estudios, y hacer el esfuerzo de terminarlos, incluso años después de lo normal, es motivo de risa. Es la misma gente que se complacía en reírse del expresident de la Generalitat de Cataluña, José Montilla, por no tener estudios universitarios (destacó en el particular Federico Jiménez Losantos, que le llamaba "bachiller Montilla", no sabemos si como hallazgo propio o pagado por la financiación irregular con la que el PP nutría a Libertad Digital).

Pero, además, luego resultó que la supuesta "noticia" era un bulo, basado en un texto de un portal satírico publicado en febrero de este año que, como ocurre a veces, fue tomado literalmente por parte de otras publicaciones. En esta ocasión, varios meses después, quizás como efecto colateral de la aparición rutilante de Fonsi Loaiza, pretendido portavoz de Podemos Deportes que se lució en diversos programas deportivos afirmando que Podemos obligaría a todos los futbolistas a terminar sus estudios de la ESO.

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Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD

 

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