VALÈNCIA. La victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones de la Comunidad de Madrid, leídas desde el principio en clave nacional, ha sido, si cabe, más contundente de lo esperado. Y deja datos y conclusiones muy preocupantes para el tetrapartito de izquierdas valenciano, el Botànic II. En su composición, a pesar de las obvias diferencias entre Madrid y la Comunitat Valenciana, la diversidad de opciones electorales es similar: tres en la derecha (PP, Vox y Ciudadanos) y tres en la izquierda (PSPV, Compromís y Unidas Podemos), con Más Madrid en el papel de Compromís como alternativa circunscrita a la comunidad autónoma frente a las otras cinco opciones, correspondientes a partidos de ámbito nacional.
En 2019, Ximo Puig convocó elecciones con un mes de antelación para hacerlas coincidir con las generales. Un miniadelanto que se intentó vender, con argumentos que causaban sonrojo, como un ejercicio de autogobierno, cuando se trataba de maximizar el voto favorable a los socialistas y laminar a Compromís, aliado y enemigo íntimo, todo lo que fuera posible. Además, como derivada positiva para el Botànic, se argumentaba que la coincidencia con las generales iría en beneficio de Unidas Podemos, cuya representación peligraba.
Las cuentas salieron bien para los socialistas, que ganaron unas elecciones por primera vez desde 1991, dejaron en segundo plano a Compromís (cuarto partido en Les Corts) y además propiciaron la entrada de Unidas Podemos, por poco, en el arco parlamentario (un mes después, en las elecciones municipales al Ayuntamiento de València, se quedarían fuera). Por otro lado, el Botànic vio significativamente reducida su mayoría y venció por la mínima.
Pues bien: si hubiera elecciones hoy, visto lo sucedido en Madrid, el Botànic lo tendría difícil para revalidar su mandato. Las elecciones madrileñas han supuesto la carta de defunción de las dos formaciones, Podemos y Ciudadanos, que en 2014-2015 aparecieron como alternativa a los grandes partidos. Pero hay diferencias, que juegan a favor de la derecha.