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Silvestres, el laboratorio gastronómico entre Valencia y Jaen que experimenta con flores y hierbas salvajes

  • Kike Taberner
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De jueves a domingo, Rafa y Antonio vive en Jaén. De lunes a jueves, en Valencia, donde ambos trabajan. Rafa es podólogo y apasionado desde niño a todo lo que pasaba en la cocina; Antonio es dermatólogo y desde hace años comparte el interés por la gastronomía con su pareja. A los dos les gusta la montaña, la cocina, la fotografía y viajar. Su casa es el reflejo de ello. Sobre la estantería del salón reposan unos 80 de libros de cocina de todo el mundo. Algunos evidentes como los de Francia e Italia, pero también otros que diseccionan la cocina rusa, la húngara o la del Caribe. En su dormitorio tienen 300 más. No creo que haya muchos restaurantes con una biblioteca gastronómica tan completa como esta. Me cuentan que siempre que viajan fuera, al menos la mitad de los días los dedican a aprender la cocina del país. No con los típicos cursos para extranjeros, sino llamando a las puertas de las personas que más saben. Como en Corea, que fueron literalmente a casa de la señora que, según averiguaron, era la mayor eminencia en kimchi del país y le dijeron que querían que les enseñase. Y así fue.

La otra pata que les mueve y que les ha llevado a poner en marcha Silvestres es la investigación. «A mí me gusta la cocina, pero lo que me gusta es saber por qué pasan las cosas en la cocina. Es un poco lo mismo que una parte de la medicina. Se trata de saber qué le pasa al cuerpo ante una enfermedad. Aquí igual, pero con los procesos de los alimentos», explica Rafa. Todo empezó dándoles a probar a amigos cocineros las cosas con las que experimentaba y que acababan pidiéndole directamente o rogándole que les desvelen cómo lograr ese resultado. Dos de esos cocineros fueron Germán Carrizo y Carito Lourenço. «Yo había estado ayudándoles con la investigación y a cómo protocolizar las cosas cuando ellos investigaban. A los cocineros igual les falta esa parte más técnica. Y Carito me dijo que les ayudara en serio en el I+D». Desde entonces, hará unos dos años, lo que había hecho de forma desinteresada se volvió algo más serio, y a partir de ahí, otros restaurantes empezaron a preguntar. «Lo que a ellos se les queda corto de tiempo o espacio, lo hacemos nosotros. Me dicen 'Quiero probar esto, pero no me da la vida' y nosotros lo probamos», continúa Rafa. En el caso de Fierro, el restaurante de Carito y Germán galardonado con una estrella Michelin, Rafa no se limita a responder las peticiones de la pareja, sino que él también les propone nuevos sabores que incorporar a su carta.  «Yo hago de pinche y pruebo todo lo que hace Rafa», asegura Antonio riendo.

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