No era la más guapa del baile. He visto tartas que en un concurso de belleza de tartas de chocolate le habrían vapuleado. Pero como siempre, lo de fuera deslumbra, pero lo que de verdad enamora es todo lo demás. Réstenle los puntos del delivery, que es como una primera cita en Tinder, un poco rara, un poco fría. Quizás, por eso, el resultado fue todavía mejor.  En cuanto le hinqué la cuchara y la probé, supe que era LA TARTA. Lo que siempre había soñado cada vez que pedía un postre. Era el White Album de los Beatles, Satisfaction de los Stones y Suspicipus Minds de Elvis a la vez.  Y solo había que meterla 40 segundo al microondas para que se obrara el milagro.

La tarta de chocolate de Canalla es el epítome de todo lo que le pido a una pastel. Ese equilibrio cósmico entre grasas, azúcares, textura y nivel de cacao. Una tarta que, por un momento, me hizo perder el control y hacer eso que nunca hace una madre: pelearse con sus hijos por el último trozo.

Gané yo.