VALÈNCIA.- Lo de nuestra clase política no tiene parangón. Se puede ser de izquierdas, de derechas o mediopensionista, pero, señores, con sentido común. Joan Ribó y Ximo Puig son dos catetos profundos, que destilan odio hacia sus propios paisanos y, además, sin ninguna razón y sin ningún porqué. València vuelve a ser el hazmerreír del mundo, al despreciar la gallina de los huevos de oro en estos tiempos convulsos por los que está pasando la Comunitat Valenciana.
Cuando el Real Club Náutico de Valencia, por medio de su presidente Alejandro Fliquete y su gerente Carlos de Beltrán, recibió la visita de Francesco de Leo y Niccolò Porzio di Camporotondo vendiéndoles la gran posibilidad de volver a traer la Jarra de las Cien Guineas a València para la disputa de la 37ª edición de la Copa América, el club de la ciudad se metió en un charco hasta las rodillas. Suponiendo que De Leo y Porzio hubieran vendido algo palpable, los dirigentes del club no tuvieron en cuenta la clase de catetos generadores de odio que estaban rigiendo sus administraciones.
El caso es que el club de la ciudad quedó con el culo al aire cuando decidió retirar su candidatura basándose en las declaraciones de su alcalde, Joan Ribó, que anunció que no estaba dispuesto a financiar económicamente un proyecto de tal calibre tras la experiencia de 2007. Como si la experiencia de 2007 hubiera sido mala y cara.
La Copa América de 2007 puso a València en el mapa, además de generar para la ciudad infraestructuras con las que jamás hubiera soñado. También decirle al cateto Ribó que la Copa América de València 2007 no la trajo el Partido Popular, no. Llegó a València gracias a una bravuconada de Manel Casanova, que nada más ganar el Alinghi en Auckland en 2003, se tomó la licencia de mandar un fax a la Société Nautique de Genève —club ganador de la 31ª edición— ofreciendo los campos de regatas valencianos, ya que Suiza no contaba con aguas abiertas para su celebración.
Tras estas primeras gestiones, a las que nadie dio crédito, Ernesto Bertarelli hizo una visita de alcance al Real Club Náutico de Valencia para comprobar si eran verdad todas las bondades que Casanova relataba en su fax. El interés que despertó la visita de Bertarelli a València hizo que el Rey emérito metiera baza y convenciera al magnate suizo de que el cap i casal era la única opción para que su equipo revalidara el título. Tras un año de dimes y diretes, con la candidatura de Lisboa dándole puñaladas a València por la espalda gracias a la envidia del portugués Patrick Monteiro de Barros, en 2004 Bertarelli se decidió por València.