València

UN AÑO DESPUÉS DE LA DANA

La Torre, un año tras el desastre: "Parece que todo vuelva a la normalidad, pero la gente tiene dentro la herida"

Catorce vecinos murieron en la riada que arrasó esta pedanía de València. Hoy, sus calles aún conservan cicatrices del barro y la desconfianza hacia las administraciones

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VALÈNCIA. Un año después de la Dana que golpeó con fuerza la pedanía de La Torre, las calles parecen haber recuperado una aparente normalidad. Pero entre los muros todavía se leen los rastros de aquel día en que el agua y el barro lo arrasaron todo, dejando 14 víctimas mortales en el pueblo. Junto a tres vecinos de la asociación local, recorremos las mismas calles donde el miedo, la pérdida y la solidaridad dejaron hace un año una huella que no se ha conseguido borrar. 

Es una mañana ventosa y seca en La Torre, desde el edificio de la alcaldía pedánea se observan moverse con virulencia las ramas de los árboles frente a Sociópolis. “El día de la Dana empezó así, con mucho viento”, recuerda Maribel Collado. La acompañan Norman Ortells y Aniuska Dolz, los tres forman parte de la Associació de Veïns La Torre-Faitanar. Comentan su última reunión con el Ayuntamiento y muestran cierto escepticismo con las promesas que les hacen desde las administraciones públicas. Coinciden en sentirse decepcionados.

  • Los vecinos de la asociación en un solar del pueblo.

"Un año después, se habla de reconstrucción, pero yo diría que lo que están intentando hacer es una reconstrucción política, de intereses, de mentiras, de manipulación, y no están mirando por los afectados, que son muchos, miles de personas, sino que están mirando por a ver cómo se salvan de su incompetencia y de su irresponsabilidad y a ver quién se pasa la pelota y quién tiene la culpa de cada uno de los muchos problemas que aún hay no solo en la Torre, sino en toda la comarca", señala Ortells.

"El juego político me revuelve las tripas"

"Mienten continuamente, toda la comarca intentamos luchar sobre todo para que la Generalitat nos oiga", apostilla Collado. "Nosotros que vivimos aquí y vemos las mentiras que dicen, pues nos duele", añade con resignación. "El juego político me revuelve las tripas", sentencia.

Echan a andar por las principales calles del pueblo, donde aun quedan algunos bajos tapiados, marcas de barro reseco en las paredes y fachadas con la marca del agua pintada "Hasta aquí llegó la riada". La vida intenta abrirse paso, un grupo de vecinos toma café en la terraza de un bar, un coche se detiene a saludar y hablar con otro de los vecinos de la asociación.

  • Imagen del barrio de La Torre con las chimeneas de una antigua fábrica, la iglesia y Sociópolis al fondo.

"Mucha gente tiene dentro una cicatriz"

"Un año después, la vida sigue adelante, porque eso es innato en los seres humanos, hay que sacar fuerzas de donde se pueda. Parece que todo vuelve a la normalidad, pero está todo a medio gas. Mucha gente no ha vuelto a vivir, por desgracia, los 14 vecinos que fallecieron. Muchos comercios no han abierto y mucha gente, que hoy en día es lo más importante, tiene dentro una herida, una cicatriz, que se puede expresar de muchas maneras. No puede dormir, necesita medicación, atención psicológica...", advierte Ortells.

El paseo se detiene ante un solar vacío, "aquí había un muro que tiró el agua", relata Dolz. "Esto es todavía el barro que trajo la riada, que se ha solidificado aquí", añade Collado. Al fondo, un camión de desatascos llama la atención de Ortells, "mira, esto es muy representativo del problema que persiste en el alcantarillado". Mientras avanzan en el recorrido, se nota que no pueden evitar revivir la tarde del 29 de octubre de 2024 y los días posteriores, cada rincón del pueblo les devuelve una imagen, un sonido o un olor de la fatídica tarde de la Dana. "Esto fue una campa de coches y durante semanas no se podía ni pasar por aquí del olor, un olor químico mezclado con el agua del alcantarillado", describe Maribel Collado. ​​​​​

Cruzamos la avenida Real de Madrid, donde hace un año el agua corrió como un río desbocado. "Este bajo lo tapiaron sin limpiar", señala uno de los vecinos. Una pared antaño blanca muestra la marca del nivel que alcanzó el barro. "20:11 Ni oblit, ni perdó" puede leerse en una pintada que se repite por distintos rincones de La Torre. Sus vecinos no han podido olvidar la hora en la que sonó la alarma, cuando muchos de ellos ya tenían literalmente el agua al cuello. 

  • Dolz, Ortells y Collado paseando por las calles de La Torre. -

El recorrido sigue por la calle que bordea el garaje donde, hace un año, se encontraron los cuerpos de nueve vecinos. Al llegar a la esquina se hace un silencio denso. Pasan de largo, sin mirar demasiado, porque todos recuerdan lo que ocurrió allí. El grupo enfila la calle Hellín hacia las vías del tren. El terraplén se alza al fondo, una frontera que aquel día actuó como un muro de contención y agravó la inundación en esta zona. Los vecinos reclaman desde hace tiempo que se afronte un proyecto de tranviarización de las vías, una solución que, aseguran, reduciría el riesgo.

Un año de altibajos anímicos

A nivel anímico, el año transcurrido ha sido una montaña rusa. Los vecinos coinciden en que las primeras semanas después de la riada apenas hubo espacio para pensar: la urgencia lo ocupaba todo. “La adrenalina no te dejaba parar —recuerdan—. Había que limpiar, sacar barro, ayudar al de al lado. Las primeras semanas eran muy de instinto animal.”

  • Norman Ortells en las vías de tren a su paso por La Torre.

"Dolía mucho oír que estábamos bien y era mentira"

Pero cuando llegó el silencio, empezó el verdadero golpe. “La primera depresión fue en Navidad —cuenta Ortells—, cuando el Ayuntamiento nos trajo un árbol de Navidad estando todo mal. Nos hizo pensar: aquí pasa algo raro, no va todo como toca.” Dolz asiente despacio: “Parecía que se había detenido el tiempo aquí y que la vida seguía al otro lado del río.” El recuerdo aún duele. “Dolía mucho oír decir que estábamos bien, y era mentira. Esto estaba hecho polvo, destrozado. Costó muchos meses levantarlo”, apostilla Collado.

La última parte del paseo concluye en la calle Joan Miró, frente a la V-30. Allí se levanta el bautizado como Puente de la Solidaridad, una pasarela que, hace un año, se convirtió en un símbolo. Fue el punto de llegada de miles de voluntarios que cruzaron desde la ciudad para ayudar. La Torre era lo primero que veían, y lo que veían era un desastre. Ahora, un año después, justo bajo un gran mural conmemorativo que reza: “Aixequem La Torre-Faitanar. Tornarem per retrobar-nos" se detienen estos tres vecinos para hacer una reflexión.

  • Los tres vecinos se abrazan frente al mural.

Un año después, el miedo no ha desaparecido. “Cuando llega una alerta, se nota —explica Ortells—. Hay insomnio, angustia, malestar… porque claro, lo que ocurrió el 29 de octubre puede volver a pasar, dentro de diez años o de doscientos. Y cuando se anuncia una alerta roja, hay un nervio en el ambiente". En la última, dicen, el barrio parecía contener la respiración. “Se notó todo cerrado, la gente no salió. Muchos se llevaron los coches nuevos a la ciudad, por prevención”. Lo relatan serenos, pero en sus gestos se percibe aún la tensión de aquel recuerdo. “La gente mayor estaba muy asustada, muy asustada”. Collado añade: “La administración nos pide resiliencia y nos compara con los japoneses. Pues le pedimos que actúe como la administración japonesa, que ellos sí han hecho las cosas bien, y aquí no".

Piden "respeto" a los políticos

Ortells asiente y remarca: “Hay una cosa muy importante que todos los políticos tienen que tener en mente, y es el respeto a los ciudadanos. No se tiene respeto. Porque los políticos se piensan que si tú les criticas es que eres de otro partido, de otro colectivo, de otras historias. Nosotros, los ciudadanos, no somos como ellos, que buscan un interés. Somos personas que nos hemos organizado, en este caso la associació de Veïns de la Torre-Faitanar, para proponer mejoras y hacer de puente entre los vecinos y las administraciones".

  • Una de las muchas pintadas que recuerda la hora a la que llegó el Es Alert.

Dolz cierra la conversación: “Nos falta formación en emergencias también, sobre todo que se empiece desde abajo, desde los colegios, y que se mantenga en el tiempo para que esto no se olvide. Que las generaciones que no lo han vivido también lo tengan presente. Porque eso es lo que suele pasar: ya no nos acordamos del 57 ni de la pantanà de Tous. Pero hay que mantenerlo vivo, por prevención".

El paseo termina con un silencio de memoria. A un año de la riada, La Torre sigue en pie, marcada por el barro, la pérdida y por la dignidad de quienes, pese a todo, decidieron levantarla. Sin embargo, los vecinos reclaman que las administraciones estén a la altura y acometan con rapidez las actuaciones de prevención todavía pendientes. Bajo el mural, los tres vecinos, que son la voz de muchos otros que no tienen fuerzas para hablar, piden que no se olvide la tragedia.

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