Bernardo Carrión, escritor y fundador de VLC Negra, entrevista al psicólogo Vicente Garrido, que vuelve a las librerías con 'El beso de Tosca', otra de sus novelas a cuatro manos escrita con su compañera (literaria) Nieves Abarca. Ambos hablan de su gran pasión: matar... de momento, solo en la ficción
VALÈNCIA.-Cinéfilo empedernido y lector voraz, el psicólogo y criminólogo valenciano Vicente Garrido (València, 1958) regresa a finales de este mes a las librerías con su nueva novela de ficción (El beso de tosca) y todas las papeletas de convertirse de nuevo en best seller, como lo fueron El hombre de la máscara de espejos o Martyrium. Experto conocedor de la mente criminal (es el mayor especialista en psicópatas de España), habla de su libro, su afición por la novela negra, la actualidad de los sucesos en nuestro país... y sobre nuestra afición a la mascletà. Además, el sábado 5 de mayo (12 h. Fnac San Agustín) participa, con Virgilio Latorre, en un encuentro con los lectores titulado De Mindhunter a El silencio de los corderos: una exploración del mal.
—El beso de Tosca. Un barítono como protagonista. Y el Liceu de Barcelona bajo amenaza. Tenía una semana de plazo para leerla y en tres días me la acabé. ¿Cómo conseguís enganchar al lector de esta manera?
—Si lo hemos conseguido, me alegra saber que te gustó. Costó un montón hacer esa trama porque queríamos introducir el mundo de la ópera, que a Nieves le encanta. Siempre queremos que haya presencia de un motivo artístico, y plantear el mundo de la ópera implicaba utilizar un gran liceo, en este caso el de Barcelona, y pensamos añadir misterio o crimen en ese mundo. Estaba el cliché del fantasma de la ópera y queríamos hacer algo completamente diferente. Como siempre, buscamos introducir un personaje potente y fuerte que tuviera una vida singular y nos salió una japonesa, Vera Nanashi. Trabajamos con la idea central y a partir de ahí desarrollamos tramas potentes que se asociaran a ella y tuvieran sentido. Como la del mundo del boxeo, porque a Nieves y a mí nos encanta. Yo me levantaba a las tres de la mañana para ver con mi padre los combates de Mohamed Alí cuando aún era Cassius Clay. Nos parecía que el boxeo podía dar juego literariamente.
— Tenéis un estilo muy directo.
— Sí, ¿verdad? [Ríe] ¿Pero eso lo consideras bueno o malo?
— Lo considero bueno, me gusta el estilo directo.
— Podamos las frases, también hay partes donde hay descripción, que dan oxígeno en sentido literario, pero queremos decir las cosas de la manera más sencilla posible, porque si la trama es compleja y además utilizas un lenguaje complejo, no creo que pueda funcionar, y creo que tampoco sabríamos hacerlo. O a lo mejor sí, pero no es esa nuestra tendencia natural. A mí me gusta pensar que escribimos de manera sencilla pero consistente, con cierta profundidad.
— Dices que vuestra novela estaba escrita antes de los atentados de Barcelona. ¿Me lo juras?
— Sí, por el Niñito Jesús. Nuestra agente literaria, Antonia Kerrigan, la tenía desde julio y lo puede atestiguar. Cuando pasó nos quedamos estupefactos, porque llevábamos un año y medio trabajando cuando ocurrió el atentado.
— Siempre escribís novelas en la época contemporánea. Pero vuestra vocación no es denunciar injusticias. ¿Cuál es entonces?
— Nuestra vocación es hacer buenos thrillers y mostrar las maneras en que se expresa la violencia, la maldad. Nos gusta explorar formas de generar ese mal. No lo hacemos por afán de denunciar nada, representamos psicológicamente formas diferentes de generar violencia.
— ¿Cómo creáis los personajes?
— Si tienes la idea central y la trama, los personajes vienen derivados, aunque no dibujados perfectamente. Para plantear algo novedoso con el mundo de la ópera tienes que pensar en un atentado terrorista, y eso nos lleva a determinados tipos de criminales. Para el tipo de terrorismo teníamos diferentes opciones: yihadista o de extrema derecha, y nosotros optamos por el segundo, a diferencia del que estaba tras el atentado real. Anders Breivik —el noruego que mató a 77 personas en julio de 2011 en Oslo— es un capítulo de un ensayo académico que Nieves me ayudó a preparar. A Breivik lo habíamos estudiado mucho y es un tipo literariamente fascinante. Decidimos que podía ser el mentor y a partir de ahí dibujamos los acólitos.
«hay gente que puede llegar a cumplir los veinte años sin haber matado nunca a nadie, pero de pronto lo hace y descubre que le gusta»
— En El beso de Tosca hay un sicario, Rusty, que se convierte en asesino en serie. ¿No es un poco forzado?
— No se convierte; descubre que lo es por accidente. Es así cómo ocurre en la realidad. En la evolución violenta de los personajes, procuro utilizar mis conocimientos para que actúen como personas reales. Hay gente que llega a los veinte años y no ha matado nunca a nadie, pero de pronto lo hace y descubre que le gusta. Nuestro personaje, Rusty, ya está acostumbrado a vivir en un ambiente de violencia, es un matón, no un vendedor de helados. Esto ocurre realmente en las mafias; si los jefes descubren que tienen bajo su mando a una persona así intentan separarla, porque esas personas son peligrosas e incontrolables.
— Es tu quinta novela a cuatro manos con Nieves Abarca. Ella vive en Galicia y tú en València. ¿Quién le propuso a quién escribir a medias?
— Ella fue alumna mía en un curso de perfilación criminal y me gustó cómo redactaba los ejercicios. Yo quería escribir una novela pero me daba mucha pereza hacerlo solo. Le pregunté si le gustaría escribir una novela conmigo y aceptó. Tenemos fuentes literarias muy comunes y eso ha ayudado a congeniar el tipo de literatura que queríamos hacer.
— ¿Es operativo trabajar por separado?
— De hecho, no podríamos escribir juntos porque nos tiramos los trastos. Es una relación compleja y tenemos discusiones muy fuertes, pero no siempre cede el mismo. Necesitamos distancias. Yo parezco calmado pero si algo no me gusta lo digo. Escribir entre dos personas hace más complicado todavía resolver la trama y las dudas, pero por otra parte juegas con ventaja porque hay dos cabezas pensando.
— ¿Te sientes más cómodo en la ficción o en los libros académicos?
— Es mucho más cómodo escribir libros académicos: es más fácil, hay una metodología, tienes que escribir de manera sencilla ideas difíciles, pero es más fácil. La literatura criminal es muy difícil porque has de conseguir tramas que no caigan en los clichés. Y que encajen. Cada vez que acabamos una novela me parece un milagro.
— Ahora que estamos en plena VLC Negra, festival del cual formo parte, y estarás con nosotros para presentar tu libro. Aquí puedes aprovechar para hacerle un poco la pelota a tu entrevistador.
— Soy fan de vuestro festival por tres cosas. Una, porque se extiende por diferentes partes de la ciudad: librerías, teatros, la Fnac... Hay charlas, encuentros, ciclos de cine, y todo está a mano; València tiene esa ventaja frente a otras ciudades por su tamaño. Otra, viene gente interesante y variada y son accesibles, y eso se funde bien con esta manera mediterránea de ser. En tercer lugar, València entiende muy bien, por su carácter, la fatalidad, las emociones de la novela negra, y encaja muy bien con el carácter mediterráneo. Aquí, la corrupción y el sexo desaforado se ven de manera muy natural. Yo voy a Pamplona —que me perdone mi amigo Carlos Bassas— y no la veo como un escenario de novela negra. En cambio, València y Barcelona sí las veo como escenarios de novela negra.
— Escribisteis una novela, Los muertos viajan deprisa, ambientada en la Semana Negra de Gijón, un festival que no os ha invitado nunca. En esa novela morían escritores. ¿Con qué escritores españoles os identificáis más?
— A Gijón seguimos sin ir. Hemos estado en Pamplona, en Cuenca, en Salamanca, en València... Nos vemos con otros escritores gracias a los festivales, aunque Nieves va a muchos más. Nos llevamos bien con todos. Está claro que tenemos más similitudes con unos que con otros pero creo que España tiene un buen nivel de novela negra. ¿Cuándo ha habido tanta novela negra como en los últimos cuatro años?
— También es llamativo el caso de la Comunitat Valenciana. Hay más de treinta novelistas en la actualidad escribiendo novela negra en castellano y en valenciano. Esto era impensable hace diez años.
— La situación ha dado un giro radical en esta última década, es cierto. La novela negra encaja muy bien con nuestra psicología; se dan los ingredientes sociológicos y psicológicos para que se produzcan tramas propias de novela de negra, lo cual no significa que se tenga que matar mucho. Son dos cosas diferentes. En la novela nórdica tú te lo crees porque los crímenes son de estilo nórdico. Aquí no se mata mucho, en València hay cuatro o cinco homicidios al año, pero el crimen llama mucho la atención a la gente de esta tierra.
— Hay un escritor especial para vosotros con el que incluso hacéis crossovers: él le ha puesto el apellido Abarca al malo de su última novela y vosotros le dais unos cameos a Sandino, el personaje principal de Taxi.
— Carlos Zanón es el escritor que nos gusta por encima de todos. Yo mataría por escribir como él. Zanón escribe grandes novelas sin necesidad de tramas muy elaboradas. Son contrarias a las nuestras, en las suyas el argumento es una excusa para representar personajes e historias complejas de los personajes. Es curioso, no lo había pensado: a nosotros nos encanta él, que es la antítesis de nuestras novelas, en las que lo importante es el argumento y los personajes están al servicio del argumento. Intentamos que nuestros personajes tengan entidad; tenemos muy claro que una novela avanza de dos maneras: una de manera interna y dos porque pasan cosas físicas: la acción. Y también es fundamental que la gente se identifique con los personajes.
VALÈNCIA.- La entrevista a Garrido coincide con el desenlace del caso ‘Gabriel’, que ha indignado al país entero por las dramáticas circunstancias en que ocurrió. La presunta asesina está detenida y acaba de ser puesta a disposición judicial.
— Con Ana Julia declarando ante el juez, ¿hay algo que tengas que decir? La gente está muy soliviantada.
— Siempre hay una motivación para un crimen. La motivación exacta, el tipo de situación o de circunstancia en que ella estuvo pensando para decidir matar al niño no la sabremos hasta que hable. Algunos asesinos nunca aceptan la responsabilidad. Otros sí, pero luego no hablan. El asesino de Moraña, el único condenado a la pena de prisión permanente revisable, que degolló a sus dos hijas en 2015, reconoció los hechos pero no explicó la razón. Creo que hasta cierto punto es irrelevante conocer exactamente la idea que esta mujer se hizo de las circunstancias que le rodeaban. Lo que para mí es importante es que ella pensó que el niño sobraba por algún motivo y que ella podía eliminarlo sin ser descubierta. Es decir, le suponía un obstáculo, un problema, una dificultad, un engorro y por eso decidió acabar con él. Creo que no hay crímenes sin sentido; todos tienen una razón y un fin.
— ¿El supuesto accidente mortal de su hija en el año 96 queda bajo sospecha?
— Hay muchas razones para pensar que la muerte de su otra hija es una muerte por suicidio más que dudosa. El problema es que no se va a poder hacer nada, por mucho que se vuelva a abrir la investigación; esa niña lleva muerta veinte años. Si esta mujer ha sido capaz de hacer esto, muy bien puede hacer lo otro y por idénticas razones. Razones que al común de los mortales se nos escapan como un motivo suficiente. Entendemos bien los crímenes instrumentales, lo de la viuda de Patraix lo entiende la gente aunque nos parezca una atrocidad. Se utiliza la violencia para conseguir algo que la gente comprende: una buena vida, libertad, dinero, un seguro, la herencia...
— ¿Crees que los medios de comunicación estamos creando una psicosis de inseguridad a la población? Marta del Castillo, Yéremi Vargas, Diana Quer, Gabriel… ¿Es España un lugar tan inseguro?
— Vivimos en una sociedad donde el bombardeo de información es permanente y eso es algo para lo que el ser humano no está preparado. No podemos procesar y entender correctamente y de una manera tranquila toda la avalancha de información. Pero no creo que este tipo de informaciones generen una psicosis de inseguridad porque después de estar omnipresentes dejan de ser noticia. Creo que en general los españoles tienen claro que este no es un país peligroso para vivir ni nada por el estilo. Acabo de venir de México y allí el homicidio se da por descontado; todos los días hay muertos y la gente se disocia porque de lo contrario no podría vivir. Esta reacción del público es buena porque significa que eso a nosotros nos asombra, nos produce estupor y horror. Cuando se convierte en algo normal, la sociedad está muy enferma, que es lo que pasa en México.
— Salimos de Fallas. Tú que conoces la mente humana, ¿qué extraños procesos químicos se producen en el cerebro de un valenciano que escucha una mascletà en primera fila?
— A mí me encanta, ahora ya no voy porque es imposible acercarse. Aparte de la tradición de València con el fuego y las tracas, lo que ocurre desde el punto de vista psicológico con las mascletaes son dos cosas. En primer lugar, en la mascletà hay una armonía, no solamente es ruido: buscamos la estructura armónica dentro del ruido, porque hay un canon que lo hace hermoso. Y en segundo lugar, el ruido produce adrenalina, excitación y activación y, eso que en un marco seguro genera placer, en un marco inseguro genera y puede estar asociado al horror y al temor. Es el resultado de una cuestión estética y una cuestión fisiológica: por eso nos gustan las mascletaes.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 42 de la revista Plaza
Vicente Garrido, catedrático de Derecho Constitucional, presidente de la Fundación Broseta y durante más de una década presidente del Consell Jurídic Consultiu de la Comunitat Valenciana es un amante del Mediterráneo, un apasionado del verano tranquilo en la Marina Alta.