Mesas redondas, coproducciones, estrenos y nuevos autores convierten este festival en una plataforma de intercambio para las industrias cinematográficas rusa y alicantina. Una apuesta por la colaboración entre creadores y productores de dos cinematografías con muy poca producción en común.
ALICANTE.-Más de 16.000 ciudadanos de nacionalidad rusa residen en la provincia de Alicante, con una asimetría de género queda un tercio más de féminas que de hombres, 9.400, dato significativo, seguro, para cualquier estudio de mercado. La población rusa se sitúa en el cuarto lugar en número de residentes en la provincia de Alicante, por detrás de Reino Unido, Marruecos y Rumanía. Un público y un mercado lo bastante sólidos como para convertirse en objetivo de campañas comerciales, pero también con una consolidada identidad construida sobre una historia que se remonta a los orígenes de la colisión entre oriente y occidente, un big bang que ha generado una de las culturas más fértiles y ricas, cultura que ha impregnado la intrahistoria de los diferentes géneros, aveces de manera consciente, generalmente como un grado de disolución tan alto que los consumidores han perdido la perspectiva del origen.
Hasta cinco grandes productoras rusas estarán presentes en los encuentros bilaterales y las mesas redondas diseñadas para este intercambio, por la directora del festival, Natalia Korobeyshchikova, que remarca su interés por «las sinergias, por convertir lo que en principio podría ser una simple exhibición de novedades cinematográficas rusas, en punto de encuentro entre productores y creadores», un movimiento de oscilación y propagación de las ondas entre Rusia y Alicante, como las olas que dan nombre al festival —volná es ola en ruso—de manera asegurada, pero también las suaves olas del mar Mediterráneo que esta nutrida emigración rusa ha encontrado en su nueva residencia.
* Lea el artículo completo en el número de agosto de la revista Plaza