Aunque el espectáculo se ha abierto camino en la competición, la Volvo Ocean Race es uno de los desafíos más duros a los que puede enfrentarse un deportista. Por cuarta vez, la salida será en Alicante en una edición que podría pasar a la historia por ver a un equipo español proclamarse campeón... con permiso del mar
VALÈNCIA.-El próximo 22 de octubre siete tripulaciones soltarán amarras bajo el castillo de Santa Bárbara para iniciar un pulso contra los rivales y los elementos alrededor del mundo. Será la cuarta ocasión en que Alicante acoja la salida de la Volvo Ocean Race y la ciudad ya se ha acostumbrado al frenesí que se respira en las semanas previas al inicio de la competición. Once años han pasado desde que la regata anunció su desembarco en este punto del Mediterráneo y desde entonces ha sobrevivido a crisis y gobiernos. El Consell de Ximo Puig también ha apostado por seguir amarrando el único gran evento de la era Camps que sigue a flote, ampliando el contrato hasta 2023 con un canon de veintidós millones de euros.
Pese a que Alicante es pasado, presente y futuro de esta aventura, más de uno seguirá preguntándose qué es eso de la Volvo Ocean Race. Para empezar, a día de hoy sigue siendo uno de los mayores desafíos a los que se puede enfrentar el ser humano y una de las competiciones más difíciles de ganar. Así lo atestiguan sus 44 años de historia de épica, crueldad y tragedia. Puede que la regata actual poco se parezca a la aventura que por primera vez zarpó de Portsmouth, pero ni el paso del tiempo ni las decisiones comerciales más extravagantes han podido erosionar la fascinación que despierta desde sus orígenes.
Anthony Churchill y Guy Pearce idearon en 1969 una vuelta al mundo dividida en cuatro etapas (Portsmouth-Ciudad del Cabo-Sídney-Río de Janeiro-Portsmouth) y que seguía la ruta de los clíperes. Lo más parecido que se había hecho hasta entonces, la Golden Globe Race, había acabado en desastre porque solo un barco, el de Sir Robin Knox-Johnston, logró completar esa vuelta al mundo en solitario y sin escalas. Pero este fracaso, lejos de asustar, animó a los amantes del mar a enrolarse en la nueva epopeya.
Nacía la Whitbread Round the World Race y visionarios de la vela como Eric Tabarly, aventureros como el sargento Chay Blyth o millonarios sin experiencia como Ramón Carlín fueron rápidamente seducidos por esta circunnavegación que iba a ser organizada por la Royal Navy, la Marina Real Británica, como parte del entrenamiento de sus marinos.
El 8 de septiembre de 1973 una flota de diecisiete veleros procedentes de siete países cruzaba la línea de salida. No tardaron en producirse roturas de mástiles, vuelcos en mitad de la nada y vías de agua en el casco, pero catorce barcos lograron volver a Portsmouth. Nadie podía imaginar que el ganador acabaría siendo el ‘Sayula II’ el mexicano de Ramón Carlín, cuya tripulación —incluida Paquita, la mujer del armador, hasta que decidió bajarse ‘arrepentida’ tras 44 días de navegación salvaje— había sido objeto de burla por parte de la prensa británica antes de la salida dada su escasa experiencia en navegación oceánica. La primera edición de la Whitbread dejó tres muertos, todos barridos en cubierta por una ola, pero la regata fue un éxito.
*Lea el artículo completo en el número de octubre de la revista Plaza