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La marcha de peris dinamita el 'govern de la nau'

Ribó pierde apoyos y Podemos se hace fuerte en el Ayuntamiento de València

Foto: KIKE TABERNER.
12/07/2017 - 

VALÈNCIA. “Iban a asaltar los cielos y se han dado de bruces contra la realidad”. La metáfora la utilizó este martes tarde una persona cercana al Govern de la Nau para resumir la situación en la que queda València en Comú, tras la dimisión de su portavoz y cabeza de lista, Jordi PerisUna marcha que cobra especial sentido al no ser en solitario. Junto a Peris se va la secretaria del grupo municipal, Áurea Ortiz, quien además fue número 6 de la lista para las elecciones de 2015. La confluencia cívica, la marea en la que estaba incluida Podemos, ha sido devorada por el partido morado.

Paradójicamente, y no deja de ser cruel, Peris fue uno de los principales valedores del acuerdo entre Guanyem València, reconvertida después en València en Comú, con la formación de Pablo Iglesias. Él fue quien abrió la puerta para que entrara el Caballo de Troya. Ahora el partido estatal, siguiendo la estrategia marcada desde Madrid, ocupará un nicho destacado de poder en el hemiciclo municipal, adoptará un mayor protagonismo en la vida pública municipal. Será más activo. Será más crítico. Será más incómodo. Hará campaña.

Ribó pierde un apoyo

La marcha de Peris deja tocado al alcalde Joan Ribóque ve como pierde uno de sus principales báculos, una persona que había trabajado y creído como él en la alianza que conforma el Govern de la Nau. Peris se había destacado siempre por su carácter dialogante, descripción en la que coincidieron este martes los otros dos portavoces municipales, la socialista Sandra Gómez y el representante de Compromís, Pere Fuset. Conciliador también.

A Peris le gustan los consensos, elude los enfrentamientos, y en la labor de gobierno municipal hizo gala de esa actitud. Buscaba acuerdos, casi los forzaba; se puede decir que es la antítesis del carácter apasionado y directo de su compañera de partido en València en Comú, María Oliver, más tajante y firme.

Foto: EVA MÁÑEZ.

Un buen ejemplo de las dos formas de actuar dentro de València en Comú se puede ver en dos de los conflictos más recientes que se han dado en el consistorio. Oliver, cabeza visible de Podemos, provocó una colisión directa con el grupo socialista a cuenta de la instalación en el Cabanyal de la Universidad Europea. Aunque el alcalde Ribó se mostró pacificador e intentó hallar una solución intermedia, la realidad es que al final se impuso la tesis de Oliver y la universidad privada de capital estadounidense está buscando inmuebles en otras localidades para establecer su sede, con una ciudad candidata ya firme.

Por el contrario, cuando la decisión de prohibir aparcar en el carril bus incendió el gobierno municipal, Peris, pese a sus simpatías por el concejal de Movilidad Giuseppe Grezzi, se puso del lado de la socialista Sandra Gómez y promovió una solución intermedia. No impuso su tesis o su criterio, sino que intentó tender puentes. No sólo no provocó el conflicto sino que además contribuyó a encontrar una salida.

Uno de los nuestros, pero Ribó no habla

Ese carácter voluntarioso, afable, metódico como ingeniero que es, era el que había hecho que Ribó y muchos miembros de Compromís le consideraran como uno de los suyos. Y fue el que provocó que Ribó se mostrara siempre de su lado, le apoyara en público y en privado y secundara al líder de València en Comú, desde sus esfuerzos por promover la participación ciudadana, hasta en sus decisiones más cuestionables, como la defensa casi numantina del polémico Rafael Monterde al que Peris tuvo que destituir finalmente.

Por estética o por ética, el caso es que la caída de Monterde se ha convertido en el punto de inflexión de la vida municipal y, sobre todo, del devenir del teniente alcalde. No supo distinguir entre lo que él creía y lo que los demás le decían. Su instinto aquí le falló. Ese fue su talón de Aquiles. Sus enemigos tenían ya un punto débil al que atacar: había confiado en alguien que no parecía muy de fiar.

El afecto del alcalde no se ha traducido sin embargo en que Ribó haya cambiado sus modos y ritmos y este martes, siguiendo su tendencia a desaparecer en los momentos delicados, no salió a la palestra a lamentar su dimisión. Ni una palabra sobre Peris. Asociaciones de vecinos como la del Cabanyal sí hicieron su comunicado. Ribó no. ‘¿Dónde está el alcalde?’ fue una pregunta recurrente en los pasillos del Ayuntamiento de València a lo largo de todo el día. Porque Ribó estaba este martes desaparecido. O, como dijo un concejal con malicia: “El acalde de València ha hecho un Rajoy; sólo le ha faltado la pantalla de plasma”.

Hoy está previsto que Ribó sí que hable antes del acto en homenaje a las víctimas del terrorismo que se celebrará a mediodía en la Plaza del Ayuntamiento. Habrán pasado 24 horas desde la marcha de Peris, habrá transcurrido un día completo desde la mayor crisis del Govern de la Nau en sus dos años, mucho mayor que la que supuso la marcha de Joan Calabuig; como aquel disco de Siniestro Total, Ante todo mucha calma.

Varias crisis, siempre la misma

En la ascensión y caída de Peris han influido varios factores. El primero, la guerra interna. La suya ha sido una crisis larga, con muchos episodios, sí, pero realmente con un único argumento común: Podemos quiere mandar. Las diferentes crisis que se han producido en estos dos años en la formación, los distintos desencuentros, se resumen en esa idea: Podemos quiere controlar el grupo municipal. Y ahí, hasta este martes, Peris no dio su brazo a torcer.

Él creía en València en Comú, estaba en el equipo fundador, él creía en las confluencias cívicas, pero no supo o no quiso distanciarse y marcar su territorio. A diferencia de Ada Colau en Barcelona o de las confluencias gallegas, Peris no intentó cortar públicamente lazos con los morados, no habló de crear partidos. Tampoco fue pusilánime. Se negó, por ejemplo, a pagar a Podemos su cuota. No quiso entrar en el partido. Pero tampoco se enfrentó. Jamás planteó un pulso.

Con desilusión Peris ha comprobado que era uno de los pocos que realmente tenía fe en el proyecto que era València en Comú. Ayer llegó a decir que València en Comú había fracasado. No exageraba. València en Comú eran él y Ortiz, y unos pocos colaboradores. El resto estaban en las luchas de poder de siempre, de la vieja política. Su compañero el concejal Berto Jaramillo aproximándose a Oliver, Oliver reclamando la portavocía… No es de extrañar pues que, ayer sí, Peris admitiera irse “decepcionado”. Ya estaba dicho: Él, que quería asaltar los cielos, se ha dado de bruces con la realidad. Como el alcalde, pero de una forma más cruenta.

Otro factor relevante ha sido su falta de visión partidista. En su agrupación a Peris se le recriminaba su bonhomía, su comportamiento comprensivo con los otros concejales, con los otros partidos. Esto provocaba que el mensaje de València en Comú y sobre todo de Podemos, se diluyera en la imagen del gobierno municipal que lidera Ribó. Las medallas iban a la pechera de Compromís, no de Podemos; visto con más perspectiva, se podría resumir en que los méritos del gobierno municipal beneficiaban a Mónica Oltra, no a Pablo Iglesias. Y eso el ala dura de València en Comú, el ala Podemos jaleada por los antiguos componentes de Esquerra Unida, no lo podía soportar. Otra vez la vieja política contra la nueva.

La tensión fue tal que llegó a plantearse incluso la posibilidad de un revocatorio. Ayer, mientras sus compañeros de viaje eludían hablar de él o agradecer sus servicios, los primeros en despedirse de Peris y lamentar su marcha fueran su supuestos rivales. Gómez, Fuset y Campillo, cada uno a su manera, le dijeron adiós en la intimidad. A mediodía se le podía ver tomar una cerveza con un grupo de colaboradores y un miembro destacado del equipo de Ribó. En el caso de Peris se ha cumplido ese viejo dicho atribuido a Churchill de que el enemigo está en el propio partido. 

Hasta aquí hemos llegado

Las amenazas lanzadas esta semana pasada por el secretario general de Podemos València, Jaime Paulino, quien abogó en Valencia Plaza por relevarle al frente de la portavocía, fueron la gota que colmó un vaso ya de por sí repleto. Inmerso en un drama personal considerable, con la grave enfermedad de un familiar atenazándole en la vida real, Peris decidió que hasta aquí había llegado. El factor definitivo ha sido pues la vida. Decidió que no iba a aguantar dos años más. Así no. Él no se había metido en política para eso. Él era nueva política. Hay cosas más importantes que un sillón, que el poder. Toda una lección humana.

Y, coherente como un personaje de un drama nórdico, en un gesto inusual, este martes decidió decir adiós y dimitir. Hasta el final, ha sido el único que de verdad se ha creído que se podían hacer las cosas de otra manera. Con desilusión ha comprobado que todo fue un espejismo. Y ante eso, la única salida era la que adoptaron él y Áurea Ortiz. Era eso o convertirse en lo que detestaban, ser lo que criticaban.

Para el futuro queda una más que probable incorporación a Compromís. En el partido de Ribó algunos no lo verían con malos ojos, empezando por el alcalde ayer desaparecido, si bien la coalición valencianista es también un puzzle complejo, con tres formaciones a veces hasta enfrentadas (Bloc, Iniciativa y Els Verds) y ese paraguas difuso que es Gent de Compromís. Quizás Gent de Compromís sea el sitio natural de Peris como adherido. Ribó pertenecía a Gent de Compromís. Las piezas al menos encajan.

Por el momento, lo único seguro es que el alcalde va a tener ahora sentado a su lado a una voz más crítica, severa y prescriptora, en lugar del tono pausado de Peris. Eso y que Podemos va ir mostrando sus poderes.

Ya lo advirtió el propio Ribó hace un mes, cuando hizo balance de estos dos primeros años de legislatura y comenzaron a aparecer las primeras grietas: en el transcurso de los próximos meses se acentuarán las diferencias entre los tres grupos que conforman el Govern de la Nau. Lo que posiblemente no imaginaba es que iba a ser con la marcha de Peris, el adiós de Peris el conciliador. A expensas de ver las consecuencias de la cascada trófica que se generará a partir de ahora, le guste o no, Ribó va a tener que salir mucho más al escenario de aquí a final de legislatura. La partida ha comenzado. Va de bo.

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