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SILLÓN OREJERO

¿Y si hacemos que el cómic sea obligatorio?

El mercado mundial del cómic está muy restringido a cinco países. Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia y Bélgica. Mueve 6000 millones anuales en el mundo, pero España está al nivel de Polonia, por detrás en número de editoriales de Alemania o Italia. A menudo, el cómic recibe consideración de elemento lúdico ajeno a la enseñanza, donde deben imperar obras aleccionadoras y moralistas de prestigio, esto es, escritas. Quizá ha llegado el momento de tomarse en serio el potencial de la viñeta en la educación

30/05/2022 - 

VALÈNCIA. La tentación de arrimar el ascua a la sardina propia en la educación es poderosa. Se parece al reverso tenebroso de la fuerza. Si no hubiera un mínimo de orden legal, los chavales ya estarían estudiando Economía, Nutrición, Agricultura, Psicología, Yoga, Manejo de redes sociales y Gastronomía en lugar de sus aburridas, pero más útiles de lo que se creen, asignaturas tradicionales. Por eso, hablar de introducir el cómic seriamente en sus programas puede sonar a un capricho más de un sector necesitado de ampliar sus bases, pero quizá sí merezca la pena, al menos, la reflexión sobre su conveniencia.

La vigencia o no de la viñeta no hace falta que se reivindique. En las redes sociales, alfa y omega de la vida pública actual, es una constante. Un meme no es otra cosa que una viñeta. Numerosos hilos de twitter que triunfan con su información rompedora o cachondas reflexiones hacen un uso de las imágenes adjuntas que en nada se diferencian de las narraciones de los cómics. La viñeta no necesita que la protejan, tira ella sola muy bien, espontáneamente y sin ayuda de editoriales ni gobiernos. Por ese mismo motivo, pienso yo ¿no habría que explicar y difundir en la educación qué es una viñeta?

Sinceramente, a mí es difícil que me bajen de la burra del poder de la lectura y la escritura. Creo que no hay 5G ni 6G ni 7G que lleve información al cerebro más rápido y de forma más rica que en un texto. Si los ordenadores construyen sus inventos leyendo unos y ceros, lo que puede hacer la mente humana con 27 letras no está a su alcance. Dudo que la realidad virtual más perfeccionada pueda ser tan eficaz generando imágenes como una simple lectura. Además, el cerebro es un ordenador bastante barato, con los nutrientes básicos se conforma, no necesita minerales extraídos por niños, ni escasos chips, ni tarjetas gráficas imposibles de encontrar, y su software está gratis en las bibliotecas públicas.

Sin embargo, el tebeo tampoco está mal. Trae las imágenes, pero teniendo en cuenta que dentro que dentro de una viñeta puede suceder absolutamente todo sin que ello suponga necesariamente un aumento de los recursos o el presupuesto, también ofrece un buen rendimiento. Lo primordial en este caso viene dado por las emociones que suscita el dibujo. A veces hierático y minimalista, otras expresionista y barroco. Tendente al boceto para narrar en largo, realista para dar solemnidad. Todo es posible, se pueden hacer verdaderos palotes y transmitir hasta lo más profundo si se tiene talento. Al tener este fuerte componente estético, el del propio dibujo, en la narración en cómic hay más peso del arte que en la escritura, a mi modo de ver, pero en lo importante, revolver por dentro, ambas son primas hermanas. Es más, mi teoría, no confirmada por nadie y de barra de bar, es que la pintura murió con la fotografía y el cine, pero se transmutó en el cómic. Me van a tener que colgar de un tobillo para golpearme con un bate de béisbol en las costillas para que solo así deje de insistir en que hay tanto talento y son tan valiosos los cómics como las pinturas del Louvre y El Prado.

Dicho todo esto, sí que hay estudios que sostienen que los estudiantes pueden retener más información leyendo cómics que en un texto. Sin embargo, el mercado del cómic está muy restringido. Realmente, los 6.000 millones que mueve en el mundo están muy concentrados en cuatro territorios: Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Francia y Bélgica, por ese orden. En Europa, hay entre 100 y 400 editores en Alemania, Italia y Francia. España estaría junto con Polonia en el rango de menos de 50. Generalmente, la venta de cómics supone un volumen de entre el 2 y 6% del total editorial en cada país. Las únicas excepciones son Francia, con un 15% y Bélgica, 33%.

Sin embargo, como explican Noelia Ibarra y Josep Ballester, de la Universitat de València, en su artículo El cómic desde la educación lectora: confluencias, interrogantes y desafíos para la investigación publicado en Ocnos, revista de estudios sobre lectura, las investigaciones académicas en torno al cómic han experimentado un incremento notable en las últimas décadas. Entre 1996 y 2006, se defendieron 36 tesis sobre tebeos, solo en la siguiente década fueron 87, un aumento del 290%. Un incremento que contrasta con la transformación del mercado del cómic y la pérdida de pujanza de las revistas o la desaparición de las cabeceras míticas de los ochenta, como CIMOC, Cairo, Zona 84, etc... y, finalmente, El Víbora, que se nos fue en 2005. Aunque Hernán Migoya sostenía que cuando el cómic se equiparó a la literatura ganó prestigio e inmediatamente perdió la venta popular.

Ibarra y Ballester también hacían notar que, pese al interés y "el indudable atractivo que el cómic presenta para el alumnado como posibilidad de lectura y su potencial para la enseñanza-aprendizaje de contenidos curriculares de todos los niveles educativos", su presencia en bibliotecas, particularmente las universitarias, es "casi anecdótica". Un problema que tendría mucha más envergadura. En este párrafo se explica de forma palmaria:

"Frente  a  la  máxima  horaciana  de  docere  et  delectare,  los  detractores  del  cómic  como emblema  de  la  pérdida  de  tiempo  exhiben  las  bases  de  una  perspectiva  neoliberal  de  la educación, comprendida en términos de rentabilidad económica y el protagonismo concedido al didactismo y la pedagogía moralizante como única justificación del tiempo empleado en su lectura. De esta manera, se olvida el poder transformador que la lectura ejerce en el individuo y, por tanto, su incidencia en las diferentes esferas de la vida pública, además de su innegable papel en el desarrollo integral del ser humano que el cómic ejerce a la perfección"

Personalmente, creo que es muy probable que, por ejemplo, leer las relaciones de Julie Doucet con su pareja puede hacer por el feminismo más que toneladas de publicidad. También se ha hablado del fenómeno de la medicina gráfica de obras como Arrugas. Las posibilidades son infinitas. ¿Existiría la posibilidad de incorporar el cómic como lectura obligatoria en la educación?

Recuerdo hablar con Emilio Bernárdez y Natalia Mosquera, de La Cúpula, sobre esta cuestión y tenían opiniones enfrentadas. Emilio dijo: "Las cosas por obligación no suelen cuajar. Sobre todo para la gente que crece. Mi generación estaba en contra de todo porque todo era obligatorio. Si te obligan a estudiar religión, política o cómic… no lo veo. ¡Mira en cambio qué pasó con los que nos prohibían leer cómics! (...) creo que el mejor método es despertar el interés. Por ejemplo, en el último Salón de Barcelona recuerdo ver a Kiko da Silva impartiendo un taller de cómic, y estaba rodeado de niños entusiasmados. No hay que darles la paliza a los niños, sino despertar su interés". Natalia, sin embargo, pensaba: "lecturas obligatorias seguirá habiendo, así que si entrara algún cómic en esas listas que los estudiantes pudieran disfrutara, claro que ayudaría a crear lectores".

Quizá el sobresaturado programa lectivo sea mejor no tocarlo, pero sí que se debería proveer a los centros de enseñanza y las universidades de comiteca. En las bibliotecas públicas sí que se ha avanzado y se han reunido excelentes colecciones. Estamos a las puertas de una nueva revolución con las narraciones que aparecerán en la realidad virtual de los metaversos y demás experiencias inmersivas. Habría que pensar si un bagaje cultural en el mundo del cómic es la mejor herramienta para aprovechar y sacar partido de ese cambio. Viñetas siempre habrá, la oportunidad es entenderlas y saber crearlas.

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