Hacía ocho años que no veíamos debates retransmitidos por la televisión pública autonómica. En 2015, porque no existía, como es sabido. El recuerdo de 2011 comienza a difuminarse, pero, para aquellos que vimos los debates de 2011 (tan pocos que pienso que cabríamos en un autobús), continúa indeleble. ¡Qué tiempos, cuando Canal 9 programaba los debates enlatados, con un formato que no permitía que los candidatos se interpelasen, un viernes a las once y media de la noche!
El formato del debate de À Punt (emitido a una hora razonable, las nueve y cuarto de la noche) es muy similar a los de Televisión Española: cinco bloques temáticos y tres minutos por candidato en cada bloque. Cada candidato cierra un bloque distinto. Es un formato que permite cierta interacción, pero sin que se llegue a un lodazal como el que vimos el día anterior en el debate de Atresmedia. En el lado negativo, tiende a generarse un debate un tanto rígido, un no-debate en el cual los candidatos lanzan preguntas a otros candidatos, y luego éstos pueden obviarlas con toda tranquilidad. La moderadora, con exceso de celo en el manejo de los tiempos (corta tajantemente a los candidatos cuando se quedan sin tiempo, aunque estén en mitad de una frase), tampoco ayuda, aunque es verdad que así evita que la cosa se le vaya de las manos, que aquí hay verdaderos profesionales en colarte argumentario en milisegundos.
Como el debate es autonómico, los representantes de los partidos pueden enviar al cabeza de lista de cualquiera de las tres circunscripciones, circunstancia que aprovecha el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, cabeza de lista por Valencia, para escabullirse y enviar a Susana Ros, candidata por Castellón; y también lo aprovechan, pero en otro sentido, en Ciudadanos: en lugar de María Muñoz, que lee que es un primor, envían a Marta Martín, cabeza de lista por Alicante, inteligente y experimentada (diputada en el Congreso desde 2015). Los otros tres, los mismos que en el terrorífico debate de la Ser, los cabezas de lista por Valencia de Compromís (Joan Baldoví), PP (Belén Hoyo) y Unidas Podemos (Héctor Illueca).
Todo muy local, como pueden ver. Todo... Menos el contenido, volcado casi íntegramente en España. De hecho, el debate parece a menudo un remake del debate de TVE del lunes: mismos argumentos, mismas frases, mismas preguntas incómodas, generalmente dirigidas a la representante del PSOE, Susana Ros, que nunca responde y está casi todo el debate con cara de "Virgencita, virgencita, que me quede como estoy". O sea, como Pedro Sánchez. Le pregunta Belén Hoyo por los indultos a los independentistas (tema recurrente de la derecha en los últimos meses) y le mira con cara de "a mí qué me cuenta, que yo soy diputada por Castellón". De hecho, la única vez que responde a algo es cuando Héctor Illueca, de Unidas Podemos, le pregunta si pactarán con Ciudadanos: Ros lee lo mismo que dijo Sánchez en el debate del martes y a otra cosa. Tiene cierta lógica: tampoco va a tomar ella esa decisión en mitad del debate de À Punt. Pero se nota que el debate está siendo para ella un trago difícil, del que está deseando librarse.
Belén Hoyo, candidata del PP, por otra parte, suelta milimétricamente la retahíla de clásicos de la derecha española, que valen para un roto y un descosido: su discurso se centra en Cataluña, en la "revolución fiscal" del PP, el acercamiento de presos ("ustedes han acercado los terroristas a las cárceles del País Vasco en los nueve meses que han gobernado"), el colchón de Sánchez, y una pléyade de argumentos que perfectamente podrían verse en Intereconomía, o en León TV o Canal Huelva. Lo más cercano a la Comunidad Valenciana que podemos escucharle es cuando menciona el Falcon de Pedro Sánchez y su escala técnica en el festival de Benicàssim (otro mantra de la derecha española; por lo visto, Rajoy viajaba en autobús). Aunque, si lo piensan bien, que un presidente del Gobierno español simule ir a ver al president de la Generalitat Valenciana para poder asistir a un concierto tiene una gran carga simbólica al respecto del peso del poder valenciano en Madrid.
Tan espectacular es la orientación hacia la política nacional (en parte comprensible, dado que son candidatos a las Generales; pero no hasta el punto de llegar a una mímesis con los discursos de sus líderes), que el candidato de Compromís, Joan Baldoví, que había comenzado el debate congratulándose de que por fin se hablaría de temas valencianos, "no como en los debates de los últimos días", y que para eso servía la televisión pública, a mitad de debate se quejó de que aquí todo el mundo habla de Cataluña. Respuesta de Belén Hoyo: "Ustedes quieren convertir la Comunidad Valenciana en una pedanía de Cataluña". Desde este punto de vista, forzoso es reconocer que sí tenía sentido hablar todo el rato de Cataluña.
A Baldoví todo esto, naturalmente, le viene bien: así puede sacar pecho y presumir de que sólo él defiende los intereses de los valencianos. Aunque no muy bien, según la candidata de Ciudadanos, Marta Martín, que le acusa (en sentido guiño implícito a un artículo de Valencia Plaza) de ser "los pagafantas del nacionalismo", porque regalan sus votos mientras el PNV los vende. Algo rigurosamente cierto; por algo Compromís se presenta ahora prometiendo que esta vez, de verdad, ya no los regalarán tan alegremente.
Turno de Héctor Illueca. El candidato de Unidas Podemos fue, en el debate organizado por la Cadena Ser, una auténtica máquina de debatir. Lo cual no debe leerse en un sentido positivo (qué bien lo haces, máquina); sino como una crítica a un estilo maquinal, hierático, muy envarado en la forma: una máquina de soltar argumentos con rostro inexpresivo, D-101 de Tecnologías Cyberdyne, Debateitor. En cambio, en este debate, Illueca lo hace significativamente mejor: más natural, menos envarado, despliega bien sus argumentos y reparte a diestro y siniestro, sobre todo al PP y Ciudadanos: "Para la señora Martín, Vox no les ha apoyado en Andalucía y seguramente los lazos amarillos son el problema más importante de España". En sus mejores momentos, recuerda al mismísimo... ¡Pablo Iglesias! En otros, la cosa suena más encorsetada, pero no más que los demás. La mejora es significativa.
Finalmente, la candidata de Ciudadanos, Marta Martín, también se mimetiza con Albert Rivera y su desempeño en los debates, aunque mucho menos marrullera que el líder supremo (lo cual tampoco quiere decir mucho, a decir verdad). De hecho, Martín aprovecha su tiempo a menudo para comentar el debate de Atresmedia; por ejemplo, para desmentir que la famosa carta que sacó Pedro Sánchez demostrase que Ciudadanos se dedica en la Junta de Andalucía a hacer listas negras de especialistas en la lucha contra la violencia de género, como pide Vox. Explica que esa carta era una petición de un particular (y tiene razón). También se enfrasca en algún rifirrafe con Belén Hoyo, aunque muy lejos de los que tuvo Rivera con Casado. En todo caso, es significativo que ni Martín ni Hoyo dicen nada en todo el debate (tampoco hay bloques pensados para ello, recuerden que era un debate valenciano) sobre pactos entre las derechas. La guerra abierta entre PP y Ciudadanos por los indecisos y la supremacía en la derecha, que llega incluso a los fichajes en el mercado de invierno, también puede vislumbrarse aquí, aunque no es descarnada.
El debate carece de ritmo y de coherencia; cada uno habla de lo que le parece. Con los clásicos de siempre, que quien esto escribe, que ya se ha tragado bastantes debates en esta campaña tan atípica, recibe cada vez con menos entusiasmo. Por ejemplo: los autónomos. Todos los partidos están preocupadísimos por los autónomos y cuando ellos manden regarán su futuro con leche y miel. Los autónomos nadarán en la opulencia; nada que ver con su desdichada situación actual, que para todos ellos es prioritaria. Pero, por otra parte, ... los partidos políticos llevan lamentándose de la desgraciada vida de los autónomos y ofreciéndoles todo su apoyo desde tiempos inmemoriables. Sorprende que a estas alturas no esté ya todo solucionado.
Llegamos al último bloque del debate: "España y el mundo". ¿Cómo? ¡Pero si han estado hablando de España todo el rato! No sorprende que, en esta tesitura, algunos candidatos tiren por elevación, y en lugar de España se pongan a hablar de otros países. Por ejemplo... ¿Cuál podría ser? Sí, en efecto: Venezuela. Belén Hoyo y Marta Martín rivalizan de nuevo, esta vez por determinar cuál de las dos está más preocupada por la situación en Venezuela, "señor Illueca", que para algo representa la candidatura de Pablo Iglesias. ¡Denuncie la situación en Venezuela, señor Illueca! Éste se sacude el fardo venezolano con bastante habilidad, mencionando la necesidad de abordar un diálogo para superar el conflicto, que defiende... el Papa Francisco. Comodín de la llamada para atacar a cualquier candidato o contertulio conservador: es razonablemente progresista; pero es el Papa, así que es intocable para los conservadores españoles.
Por fin, llega el "Minuto de oro". Les confieso que las intervenciones finales de los candidatos no logran emocionarme. A estas alturas, se les ve bastante cansados y deseando terminar. No ha sido un suplicio. Hemos visto debates peores. Pero no mucho peores.