VALÈNCIA. Martes 26 de septiembre. Toca enviar el artículo que están leyendo, para que la imprenta de la revista haga su trabajo. A estas horas, Feijóo está a punto de intervenir en el Congreso de los Diputados para ganarse la confianza de sus señorías. Algo que no sucederá.
Quién sabe si en la hoja de ruta del fallido presidenciable aparecerá una propuesta para la reforma del sistema de financiación autonómica. Siquiera, que lo mencione de pasada. Debería ser piedra angular de su parlamento, pues, si nos acogemos al argumentario del Partido Popular, defienden, como nadie, la igualdad entre españoles.
De hecho, han pregonado esa equidad con más énfasis que nunca a cuenta de la amnistía (y cerveza fría) que prepara Pedro Sánchez para mantenerse en Moncloa. Porque si hay mayor síntoma de desigualdad entre los habitantes de este país es, obviamente, el sistema que financia a las CCAA. Si hay algo que cercena el sagrado principio constitucional de la IGUALDAD es la dejación de funciones que han tenido tantos presidentes de Gobierno y los grupos parlamentarios que los han apoyado, cuya desidia ha orillado hasta el olvido a cinco millones de valencianos.
que se viene reflejando año tras año. Precisamente, en la madrugada de este martes, ya lejano para el lector, despertamos en Valencia Plaza con el informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), que, sin valoraciones ni interpretaciones políticas o de otro tipo, señala que la valenciana, junto a la Región de Murcia, ha sido maltratada desde 2002. De hecho, la valenciana y la murciana son las dos únicas autonomías que nunca han alcanzado la media de financiación por habitante ajustado. Como se puede ver en la tabla de evolución publicada por Fedea, sobre un índice 100, que es el promedio de las CCAA., la Comunitat Valenciana a lo más que ha llegado es a 95,2 (en 2005) y, desde que se reformó el sistema, en 2009, solo superó el índice 93 en 2020.
No obstante, esta cifra es engañosa, porque, como señala Fedea, si se suman al SFA los fondos extraordinarios por la covid repartidos aquel año por el Gobierno de Pedro Sánchez, el índice cayó al 89,5, el tercero más bajo de las dos últimas décadas, como apuntaba Javier Alfonso en esa noticia. Es una constatación más de la sangrante situación de una autonomía lastrada por el déficit, acuciada por la deuda y compitiendo en inferioridad de condiciones con las demás.
La vergüenza debe sonrojar a los diputados valencianos que han calentado la poltrona en el Congreso. Pero, como ya hemos comentado en más de una ocasión, también a los propios ciudadanos, a la sociedad civil y al empresariado local, que han permitido y consentido esta barrabasada. Y que lo seguirán haciendo, porque parece que a la mayoría de este pueblo se la debe traer al pairo.
A nosotros nos gusta más debatir sobre la identidad, la lengua, las banderas, mucho más que sobre cuestiones que, de verdad, importan en el día a día. Ojalá llegue el momento en el que les digamos, a través de movilizaciones o votos, a sus excelencias, que obtienen nuestra representación a través de las urnas, que dejen de hacer el canelo, el bobo, y abandonen el servilismo para plantarse ante sus líderes.
No lo harán. Fuera del hemiciclo hace frío. No lo harán José Luis Ábalos y compañía progresista; tampoco Esteban González Pons ni sus amigos de bancada. Ni siquiera, supongo, Àgueda Micó y Alberto Ibáñez, ora representantes de Compromís. Digo supongo, y haciéndolo extensible a los anteriormente mencionados, porque, a lo mejor, viendo que Pedro Sánchez está dispuesto a todo con tal de no hacer mudanza, estaría bien que exigieran una reforma inmediata, que, dicho sea de paso, no recuperará la pérdida de igualdad entre compatriotas, pero, al menos, servirá para mejorar con respecto a aquellos territorios que están por encima de la media, o en la misma.
Hay quien cree que ni siquiera es necesario que nos dejen mirar a los ojos a las élites (Euskadi, Navarra o Madrid) ni ser agasajados como con Cataluña, pero yo, como el PP y el PSOE, firmes defensores de la Constitución, solo demando el mismo trato. Si la amnistía será la plasmación del olvido por el procés de 2017, que nos concedan a los valencianos otra. Que nos devuelvan la condición de inocentes, pues estamos siendo amordazados, ahogados, arrinconados, maltratados por un delito que no sabemos, ni recordamos, haber cometido. Al menos, que uno recuerde, no hemos asaltado Les Corts, ni consellerias, ni comisarías, ni incitado a la violencia. Dentro de un año, repetimos este artículo. Al tiempo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 108 (octubre 2023) de la revista Plaza