Entrevista

Arte y fotografía

José María Yturralde: "El arte ocurre y nadie sabe cómo ha sido"

El artista, una de las figuras clave de la abstracción española, repasa su trayectoria en un documental escrito y dirigido por Vicent Tamarit

  • José María Yturralde en una imagen de archivo.
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VALÈNCIA. Hace ya varios años que el artista José María Yturralde (Cuenca, 1942) opera desde su taller en Alboraya, una València a la que viajó para quedarse cuando apenas era un adolescente, momento en el que inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Aquí encontró inspiración y hogar, aunque no poco importantes han sido unos viajes que le llevaron a Alemania, Francia o Estados Unidos, en este último caso con una estancia en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) que definiría su relación con la tecnología. 

Toda esa experiencia se vuelca en ese taller que es el corazón de cada creador, un espacio que se abre ahora al público general gracias al documental escrito y dirigido por Vicent Tamarit que explora su vida y obra a través de la primera persona, la del propio Yturralde, aunque no solo, pues también participan de este mosaico la artista Soledad Sevilla; la coordinadora del Museo de Arte Abstracto Español, Celina Quintas; o el historiador Alfonso de la Torre

Entre unos y otros reconstruyen la trayectoria del artista desde varios planos, el físico, el emocional y el intelectual, un viaje por los procesos y obsesiones del que es sin lugar a dudas uno de los grandes nombres de la abstracción en España, una carrera que le ha valido reconocimientos como el Premio Nacional de Artes Plásticas. Producido por Mediterráneo Media Entertainement y Gorgos Films, el documental se ha podido ver esta semana como parte del festival Cinema Ciutadà Compromés y en un pase especial en los cines Lys. 

- Hacer un documental obliga, entre otras cosas, a echar la mirada atrás, ¿es algo a lo que se enfrenta con facilidad?

- Como diría T. S. Eliot, todo tiempo pasado y futuro está presente de alguna manera. Esta es una mirada de Vicente Tamarit, que es el director. Desde sus ojos y sus imágenes me he vuelto a ver, me he asomado a una parte de esta vida mía, que ya es bastante larga, afortunadamente. Para mí ha sido muy interesante el verme en ese pasado que está presente.

- En un momento de la cinta dice: “El arte para mí es una forma de conocimiento”, ¿qué quiere decir?

- Para mí el arte es una herramienta que me permite adentrarme en los misterios de nuestro universo, ya sea ese universo cosmológico inmenso que no acabamos de comprender, como la vida misma y la vida interior de cada uno; qué somos, de dónde venimos y dónde vamos. La forma que yo utilizo para enfrentarme a esas cuestiones y para transmitirlas es el arte. Por eso, el arte es para mí una herramienta de conocimiento, pero de conocimiento sensible, de conocimiento sensitivo, emocional, pasional, que también es una forma de conocimiento, aunque no sea científico. Por supuesto la razón también interviene en esta dedicación mía. Las dos cosas: la razón y la pasión.

Precisamente, en un momento en el que se refiere al grupo Antes del arte, habla del hecho creativo como un “milagro”, algo que se escapa a la lógica.

- Los procesos pueden ser muy razonables y, de hecho, una de mis intenciones ha sido racionalizar esos procesos creativos. Pero no pensando que estos procesos ya son creativos, sino tratando de que sean lo más sólidos posible, que contengan la mayor cantidad posible de información, aunque sea una información emocional, para que luego quizás ocurra algo que no podemos controlar, que es esa iluminación, ese momento que para mí es un milagro, que es el arte.

Es algo que no se puede definir, que no se puede establecer con una fórmula matemática, aunque se ha intentado. Yo mismo he participado en estos intentos en la época del Centro de Cálculo, estudiando a matemáticos que trataban de establecer fórmulas que llegaran a definir lo que nosotros llamamos arte. Por ejemplo, con un cuadro de Mondrian: lo medíamos, establecíamos relaciones matemáticas y tratábamos de ver si era posible. Pero por supuesto que no es posible, no se puede definir con los sistemas razonables que el ser humano posee esa emoción, ese algo que nos llena y que llamamos arte.

  • -

-¿Dónde se encuentra y dónde se separa esta aparente tensión entre arte, ciencia y tecnología?

- No lo sabemos, no podemos precisarlo. Eso ocurre, surge. Art happens, que decía Whistler, un gran pintor norteamericano de principios del siglo XX. El arte ocurre y nadie sabe cómo ha sido. Esto pasa en el teatro, en el cine, en la poesía... Todos tratan de hacer algo que realmente nos llene de tal manera que suponga esa especie de iluminación zen a la que pueden llegar algunos, pero sin saber exactamente qué es. En ese grupo, Antes del arte, que lideraba Vicente Aguilera Cerni, tratábamos de establecer sistemas que quizás nos pudieran llevar al hecho artístico, pero sin saber ni cuándo, ni cómo, ni por qué. Hay muchas cosas que están muy bien hechas, muy bien realizadas, pero que no nos emocionan y no podemos decir que sea arte. Es una palabra tan ambigua que nadie ha sido capaz de definirlo. Yo digo lo que pienso al respecto, pero es una aproximación.

- Cuestión de palabras, una que ha repetido es 'emoción', ¿qué le emociona como observador? 

- La vida, el hecho misterioso de que estemos aquí, lo que nos rodea, esa infinitud de nuestro universo, que no sabemos si tiene límites y qué pasa detrás de esos límites. A mí, que me gusta el paisaje y que he sido paisajista, de alguna manera, pintando en la Alhambra de Granada y en València junto al mar cuando era estudiante, me emociona ese paisaje que se extiende más allá de la Tierra. Esa inquietud por saber, por conocer, es el empuje que me lleva a esa producción que tengo y a establecer esa relación con mi entorno, que es todo.

El gran tema de debate hoy en el ámbito de la creatividad es el uso de la Inteligencia Artificial, ¿le genera curiosidad, recelo...?

- Ningún recelo. En el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid incorporamos las computadoras, que es la base de todo esto, y nos planteamos las mismas cuestiones. ¿Para qué sirve esto? ¿La máquina puede sustituir al ser humano? Todos son productos humanos y depende de cómo los utilicemos puede que sea terrorífico o realmente una herramienta que nos ayude. Sobre la llamada Inteligencia Artificial, creo que está muy mal planteado su título, porque, ¿qué es la inteligencia? No lo sabemos todavía. Por eso, para mí, la Inteligencia Artificial ni es inteligente ni es artificial del todo, son productos humanos y todo depende de cómo los manejemos. Es una herramienta más, como lo fue la computadora en su momento. Esta herramienta está aquí ya, está desde hace mucho tiempo y va a gran velocidad, y tenemos que lidiar con ella y saber qué vamos a hacer con esto.

  • -

- En este viaje al pasado que plantea el documental cuenta el impacto que tuvo en usted ese viaje con su madre al Museo del Prado, ¿qué despertó en usted?

- Con cuatro años salí de un pueblo maravilloso, que es Olite, en Navarra, donde vivía enfrente de un castillo que parecía de Disney. Mi madre me llevó a Madrid a ver el Museo del Prado con cuatro años, recuerdo perfectamente el impacto que tuve con esa edad ante las Meninas de Velázquez, sin saber yo quién era. Y no solamente fue el cuadro, fue también el olor del espacio, casi el sabor, el conjunto y las personas, que se confundían con los personajes del cuadro. Ese fue uno de los principios. El otro fue cuando mi madre pintó un retrato de su hermana. Yo jamás había visto pintar a nadie y me quedé impresionadísimo, me pareció un milagro. Ahí me puse a pintar. De hecho conservo algunos dibujitos de entonces, los primeros cuadritos, que guardó mi madre. 

- Imagino que si los guardaba es porque vería algo especial en esos primeros dibujos. 

- Las madres quieren a sus hijos y todo lo que hagan por encima de todo. Los guardaba con amor de madre [ríe]

- A València llegó en 1957, precisamente en el año de la riada, ¿cómo era esa València en la que desembarcó?

- Vine a València en verano, con 14 años, y me quedé enamorado de la luz, de las playas. Luego me volví a Navarra y regresé, tras la riada, para estudiar Bellas Artes. De hecho, recuerdo que fue en uno de los primeros trenes que llegaron tras la riada, a la antigua estación de Aragón. Entonces vi una València devastada, llena de barro, y desde allí fui andando a casa de unos familiares que me iban a acoger. Pero la primera impresión que tuve en ese verano fue la de enamorarme de la ciudad, de su luz, de esos cuadros de Sorolla que años atrás veía copiar a uno de mis maestros de escuela a partir de unas láminas. 

- En esta etapa formativa inicial también fue clave lo que no encontró, aquello generó esa necesidad de ruptura, de viajar a lugares como Alemania...

- Por una parte estaba la Escuela de Bellas Artes. Me impresionó y me emocionó aquella Academia, esa disciplina. Yo era el más disciplinado de todos y me iba muy bien. Enseguida conocí a un gran maestro, Alfonso Roig, que daba clases de religión, pero él nos hablaba de arte contemporáneo, de Kandinski, de Malévich y Julio González. A través de él entré en este tipo de arte y me di cuenta de que quería informarme, conocer más. Fui a París, a Alemania; viajaba en autostop, trabajaba para sobrevivir y luego volvía y me examinaba. Esto me permitió tener acceso muy rápido a este tipo de arte, pero eso no quiere decir que rechace la Academia, al revés, les estoy muy agradecido. 

- También Manolo Valdés, con el que charlamos hace algunas semanas desde Culturplaza, subrayaba la importancia que tuvo la figura de Alfonso Roig como ventana a ese arte.

- Así es. Manolo Valdés y yo nos hicimos muy amigos entonces, aunque se dejó pronto los estudios. Trabajábamos juntos, pero luego nos separamos, yo fui primero a Estados Unidos con una beca y luego se marchó él. Lo recuerdo con mucho cariño, él era muy hábil, muy nervioso. Era muy bueno. Realmente no todos nuestros compañeros aceptaban el arte moderno, lo veían como algo fácil y sin sentido, pero él era uno de los que íbamos a visitar a Alfonso Roig. 

- Es imposible no preguntarle, ¿exposición en València para cuándo?

- Yo estaría encantado. Acabo de exponer ahora en París. He estado en este año y medio expuesto en Düsseldorf, en Colonia, en Nueva York y ¿aquí? Espero que sea posible, me gustaría hacerlo en una institución potente, pero no depende de uno. Pero claro que me gustaría hacerlo aquí, en València, porque aquí estoy y estoy porque amo este lugar, este ambiente y esta luz, como cuando llegué por primera vez. 

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