L. L. Zamenhof fue un oftalmólogo polaco creador del esperanto, la lengua planificada con aspiraciones universales y unificadoras que bueno, no es precisamente la que se estudia en Primaria
Este afán por crear comunión y entendimiento se filtró hasta el 16 de la calle Doctor Zamenhof, en el barrio de La Petxina, número en el que se encuentra el Bar Ricardo. Su barra es capaz de fulminar los desacuerdos de la Torre de Babel.
En 1947 Ricardo Mirasol y Amparo González abrieron una sencilla bodega de vinos, salazones y conservas a la que los trabajadores del matadero acudían a almorzar. Con el transcurso de los años, la bodega se transformó en bar de tapas. La clientela y la plantilla crecían, la familia implicada en el negocio también -me pierdo con el número de ‘Ricardos’ de la familia-. Ya en los noventa, el establecimento se remozó con una reforma y una ampliación sustanciosa de la carta: platos más elaborados y mariscos, carnes sin tonterías y las tapas y bocadillos de siempre. Así, hasta nuestros días.
El Ricardo es donde Paula Pons se cobra sus apuestas a base de platos de alcachofas con huevo y foie; la mesa de reencuentro con las del instituto -mesa que cuesta horrores conseguir aunque una de las del instituto sea familiar de Ricardo-; la receta de bravas que se homenajean en Askua y que intentaron enseñarme a hacer sin éxito; citar a Hemingway («comiendo las ostras con su fuerte sabor a mar y su deje metálico que el vino blanco fresco limpiaba (...) dejé atrás la sensación de vacío y empecé a ser feliz y a hacer planes») con J.J; la sepia con mahonesa que me está haciendo salivar encima del teclado…