VALÈNCIA. Mercados y centros polivalentes en viejas plazas. Oficinas en fábricas centenarias. Centros de docencia. La nueva arquitectura se abre camino, no sin problemas, y reclama su lugar en el imaginario colectivo. A veces, en diálogo con patrimonio centenario, como sucede en el Antic Mercat de Torrent. Edificio de paradójico nombre, fue diseñado por el arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, Premio Nacional de Arquitectura y autor entre otras obras del MuVIM de València.
Lo impulsó la actual candidata del PP por València, María José Catalá, cuando era alcaldesa de Torrent, y ha permitido reurbanizar la plaza de Colón de esta localidad convirtiéndola en un espacio moderno, respetando la preminencia de la Torre de Torrent como tótem.
Fue incluido en el catálogo trienal Arquitectura Reciente 2014-2016 del Colegio Territorial de Arquitectos de València y ha entrado en todos los listados de las mejores construcciones. Es tan nuevo que aún no se puede ver en Google Maps, tan reciente que aún no ha conseguido enamorar a todo el mundo. “A mí me gustaba más el anterior”, afirma Encarna Martínez.
Martínez es propietaria del puesto número 2 en el Mercat y es una de las que estuvieron en el antiguo mercado y han seguido en el nuevo. “La mayoría estábamos antes”, explica. Ella “prácticamente” nació en el mercado, bromea; “vine al mundo un lunes y el miércoles ya estaba en el puesto”. Su madre la llevó para que la conocieran los clientes.
Comenzó a trabajar con 14 años, una vez se sacó el graduado escolar, si bien siguió estudiando, pero ya por las tardes. Su familia está vinculada al Mercat de Torrent desde generaciones. Su madre, antes su abuela que vendía cuando el mercado estaba en la calle… Es por eso que admite que puede que sea la nostalgia la que le haga preferir el anterior mercado, pero ella cree que el actual es “más frío”.
Cuando Kike Taberner, quien tuvo su primera casa a unos metros de este espacio, le hace ver que a él sí le parece más bonito, que su recuerdo del antiguo no es tan bello, Martínez se reafirma: “Yo tenía antes todo el mostrador de mármol, y la pared ésta también”. Y señala a la pared gris metálica a su espalda, un color predominante en todo el edificio. Tras despedir a unas clientas, comentan de un producto que le compraran el viernes o el sábado, los días de más trasiego, accede a posar. “Pero que se vea bien el puesto”, ordena riendo.
El 18 de mayo se informó de que el Consell aprobaba pagar 120.000 euros pendientes por los últimos trabajos. Eran poco más del 1% de una obra que tuvo un presupuesto de 10 millones y que se incluyó en el plan Confianza de la Generalitat. Fue inaugurada el 28 de marzo de 2015 por el ex presidente de la Generalitat Alberto Fabra, acompañado de las ex conselleras Isabel Bonig y de Catalá, y de la entonces alcaldesa de Torrent, Amparo Folgado.
Aunque se criticó que se abriese a dos meses vistas de elecciones, la realidad es que la fecha no era la prevista. La primera idea fue hacerlo en verano de 2014, pero problemas técnicos fueron postergando la apertura de un edificio que no es sólo mercado. Allí se encuentra también Aïgues de L’Horta. Una cafetería cuya terraza da a la Torre contribuye a incidir en el diálogo entre pasado y presente. Una idea que es muy del agrado de Vázquez Consuegra. El arquitecto reivindicó en una conferencia que ofreció en Torrent la “arquitectura contemporánea de calidad”, aquella que es capaz de conectar con la arquitectura existente.
Una conexión que se puede contemplar también en otro edificio seleccionado por el Colegio de Arquitectos para Arquitectura reciente 2012-2015. Se trata de la intervención realizada por Luis Carratalá Calvo, Diego Carratalá Collado, José Luis Alapont Ramon y Enrique Martínez Díaz en el edificio de Tabacalera para convertirlo en oficinas del Ayuntamiento de València. Obra del arquitecto Celestino Aranguren Alonso, Tabacalera se inauguró en 1909 y formó parte de los edificios de la Exposición Regional como pabellón de Industria.
La rehabilitación comenzó a finales de 2007 y se dio por terminada en 2012. En agosto de 2009, cien años después de su apertura, se inauguró parte de la remodelación con la incorporación de 500 funcionarios. En un proceso paulatino que duró años, se fueron sumando más funcionarios hasta vaciar el antiguo Nou Ajuntament, el que estaba junto a Mestalla, que fue demolido.
Además de una oficina de Atención Ciudadana allí tienen sus despachos varios concejales, entre los que se encuentran el de Urbanismo, Vicent Sarrià, la de Vivienda, María Oliver, el de Movilidad, Giuseppe Grezzi, o la teniente de alcalde y regidora de Agricultura y Pueblos, Consol Castillo.
“Para mí trabajar en Tabacalera es agradable”, asegura Castillo, “además de ser un edificio patrimonial muy interesante que me recuerda en que se fundamentaba una parte de la economía y de la idiosincrasia de la ciudad”. Estar allí, dice, le rememora todo lo vinculado con el tabaco, su proceso de plantación, recolección, secado… De hecho, apunta a este detalle cómo un elemento clave en la restauración, ya que el edificio original estaba obligado a tener grandes espacios para dejar a secar el tabaco.
“Estoy convencida de que, este tipo de edificios, si no se recuperan para servicios públicos se pierden”, recalca. Desde su punto de vista, la restauración ha conseguido dotar al espacio de funcionalidad, pero los despachos, comenta, “eso sí”, le parecen “bastante impersonales”.
Lo que más le gusta son los patios que se han creado. “No tienen precio: luz, aislamiento, desconexión… Y en invierno, por las tardes, con poca luz, es un espacio impagable. Para mí un es lujo. ¡Ah! Y fuera del foco periodístico”, bromea.
Frente a la luminosidad de la restauración, contrastan las sombras que planean sobre la permuta que la hizo posible, impulsada por la anterior alcaldesa, Rita Barberá. El actual concejal de Urbanismo, Sarrià, en su día no titubeó y consideró que había sido una operación “perjudicial para los intereses de la ciudad y para las arcas municipales”.
En función de ella la inmobiliaria Guadalmedina, propiedad de Enrique Ballester y dueña del edificio, se quedaba un edificio municipal y se le permitían construir otros dos junto a Tabacalera. Las denuncias de un colectivo, Salvem Tabacalera, tras un arduo proceso legal lograron que la permuta fuese anulada por el TSJ en una sentencia que obligaba a regresar al Plan General de Ordenación Urbana anterior a 2005.
El fallo dejó fuera de ordenación las oficinas municipales de Tabacalera; un edificio de nueva planta en Micer Mascó 42, cerca de Mestalla; y otro edificio de nueva planta en Navarro Reverter 7. Además, al constructor le quedaba pendiente de construir otro edificio en Micer Mascó. Para solucionar el embrollo, el consistorio deberá reconstruir las naves derruidas y realizar una nueva permuta.
Por el momento, lo que ofrece el consistorio al constructor son dos pastillas: una de suelo escolar y otra de zona verde. Pero ya ha surgido un movimiento vecinal en contra. Y político. El 13 de enero la coordinadora de EU en València, Rosa Albert, reclamó “un nuevo convenio con nueva tasación de los bienes permutados”. Tabacalera está terminada, el edificio en marcha, pero su historia aún no ha acabado.
Otro tipo de problemas diferentes tuvo el centro abierto por Casa Caridad en Benicalap, donde funcionan una escuela infantil y dos albergues (uno destinado a personas en estado convaleciente y otro para familias). Varios centenares de vecinos de la zona se agruparon en 2014 en una plataforma en contra del edificio y protestaron argumentando, entre otras cuestiones, que el centro iba a tener “un efecto llamada”.
La obra finalmente se llevó a cabo con un presupuesto de 4,43 millones de euros. Fue inaugurada en julio de 2016 por el entonces presidente de la Asociación Valenciana de Caridad Antonio Casanova, acompañado por el president de la Generalitat, Ximo Puig, el alcalde de Valencia, Joan Ribó, y la entonces Secretaria de Estado de Igualdad, la diputada valenciana Susana Camarero, el mismo día en el que la entidad benéfica cumplía 110 años.
Diseñada por VAM10 arquitectura y paisaje (Miguel del Rey y Juan Ignacio Fuster), como sucede con Tabacalera, uno de sus valores son sus patios claustrales, grandes espacios que dan cobijo, cerrados pero sin por ello ofrecer sensación de opresión. Así lo destaca uno de los trabajadores del centro, el educador social David González.
“Antes de hacer la construcción tuvimos la suerte de poder transmitirles nuestras sugerencias a los arquitectos y ha sido una satisfacción ver cómo se han tenido en cuenta algunas de nuestras aportaciones”, comenta. Entre ellas destaca el hecho de que se trata de un edificio que no tiene ningún tipo de barrera arquitectónica, tremendamente accesible; “puedes entrar con la bicicleta hasta dentro”, asegura.
Una palabra que utiliza para describir al edificio es “agradable”. También que “es amplio”, constata González, pero sin apabullar al visitante con espacios vastos. Y es muy luminoso (“no hay estancia que no tenga ventana”) hasta el punto de que no se precisa encender la luz eléctrica en casi ningún despacho durante las horas diurnas. “Yo la del mío prácticamente no la uso”, indica a modo de ejemplo.
No todos han tenido problemas y algunos de los nuevos edificios, como el diseñado por Arkítera (Carlos Sánchez Hernández y Salvador Lara Ortega) para albergar el Centre d’Idiomes de la Universitat de València, han gozado de un devenir más plácido, o al menos aparentemente idílico. Puesto en marcha en 2016, fue construido en 2014 y se alza al principio de la calle Serpis, en el Campus de Tarongers. En él, a juicio de sus usuarios, se cumplen las tres premisas que exigía Vitrubio: solidez, comodidad y belleza.
El director del centro, José Andrés Martínez, explica que cuando impulsó la creación del edificio para aglutinar sus diferentes sedes, tuvo claro que quería que fuese un espacio significativo. “Tenía que ser algo que la gente lo viera y lo identificara”, explicaba este viernes. “La Universitat se merecía un edificio de estas características”, añade.
El objetivo, parece ser, lo han conseguido. Relata que antes de Navidades una fachada del Centre fue empleada como decorado fotográfico para una campaña de un nuevo modelo de Volkswagen. También que allí se han aproximado clases de la facultad de Arquitectura, grupos del Colegio de Arquitectos e incluso unos “arquitectos holandeses” que estuvieron analizando hasta el último detalle del edificio. Todo eso en menos de dos años.
En el proyecto participaron los arquitectos Lara Ortega, Néstor Marco Montañana y Mireia Perepérez Espí, y obtuvo un premio en los International Architecture Awards de 2016, que concede el museo The Chicago Athenaeum, en una edición en la que concurrían 370 proyectos de más de 40 países incluyendo trabajos de Zaha Hadid, Toyo Ito o Norman Foster. El edificio ha aparecido en diversas publicaciones especializadas y está considerado como uno de los mejores ejemplos de la nueva arquitectura en la ciudad de València.
Martínez resalta la enorme funcionalidad de un inmueble en el que todos los detalles cuentan. Cada planta se compone de cubículos separados por descansillos en un juego de aulas-jardín. Si fuera preciso incorporar nuevas aulas, bastaría con cambiar el sentido de las puertas y disponer un único tabique, de tal forma que donde había dos aulas se conseguirían tres levantando una sola pared. Concebido como un juego de cubos, a la manera de un Tetris, el diseño se ajustó al Plan de Necesidades que facilitaron desde la Universitat.
“El proyecto inicial contempla tres edificios”, comenta Martínez mientras pasea por los pasillos de la segunda planta. Ahora que ya está en marcha han descubierto algunos pequeños fallos, pero son, dice, “cuestiones menores, peccata minuta”, detalles nimios que pasaron desapercibidos a todos y de fácil solución. Su valoración del edificio es considerable. “Estamos muy bien”, sonríe.
La docencia ha impulsado también una de las edificaciones singulares más recientes, el nuevo Conservatorio Superior de València, obra de Ignacio Belenguer Zamit, que fue inaugurado el 22 de junio de 2010 por la reina Sofía. De él se dijo en su día que era uno de los mejores conservatorios de Europa.
La obra tuvo un presupuesto de 13,6 millones de euros y su construcción comenzó en 2007. Las instalaciones se reparten en dos edificios que ocupan 10.200 metros y destaca por su auditorio de 474 butacas, con un escenario de 240 metros cuadrados y un foso con capacidad para unos 70 músicos.
La acústica de sus salas es uno de sus grandes valores, según explica el músico Ximo Tebar, quien fue profesor en sus aulas. Miembro del Consell Valencià de Cultura hasta julio del año pasado, Tebar en julio de 2017 dejó de impartir docencia en el Conservatorio por no poseer la titulación requerida, pese a estar reputado como uno de los mejores solistas de España. Como parte del equipo docente de jazz tuvo también que sufrir uno de los problemas más graves que padeció el Conservatorio estos primeros años: las inundaciones en días de lluvia.
El edificio docente, el de mayor tamaño, tiene planta cuadrada y configuración claustral. Se desarrolla en cuatro plantas sobre rasante y semisótano, y se organiza con una clara separación entre las diferentes funciones a fin de facilitar el acondicionamiento acústico del centro. Tras hacer una interrupción en su estudio de grabación, Tebar se deshace en elogios hacia el edificio (“maravilloso”).
El único pero, que lo considera “infraexplotado”, especialmente su auditorio, el edificio de menor volumen. “Se utiliza básicamente para el Conservatorio y en mi opinión personal se podría emplear para el disfrute del público en general”, comenta. El edificio está; hay que usarlo, viene a decir. Parafraseando una analogía política que hiciera en su día Winston Churchill: “Damos forma a nuestros edificios; después ellos nos dan forma”.