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Bilbao, de ciudad industrial a una ciudad cultural

La capital de Vizcaya ha pasado de ser una ciudad industrial y gris a ser una urbe cultural, vibrante y repleta de jardines. Una ciudad en la que vivir y disfrutar de sus encantos 

| 15/10/2024 | 10 min, 6 seg

VALÈNCIA. Es bonito ver cómo las ciudades se transforman, evolucionan y dejan atrás un pasado que, en ocasiones, en vez de ayudar en su proyección, las frena. Un claro ejemplo es Bilbao, que ha hecho un gran esfuerzo por eliminar la fama de ciudad gris e industrial que se labró en la década de los ochenta. Solo unos minutos en el taxi que nos lleva del aeropuerto al alojamiento para darme cuenta de que no es aquella ciudad que recordaba, sino una urbe amable, verde y que se me antoja vibrante. Y si tenía alguna duda, el taxista lo ratifica: «Bilbao ha cambiado mucho, no tiene nada que ver a cómo era antaño». Hace referencia a aquella ciudad que creció en torno a la siderurgia y la construcción naval y se convirtió en uno de los puertos más importantes de Europa, desde el cual se transportaban productos como el crudo y refinados de petróleo, además de materias primas como el mineral de hierro y carbón.

Un pasado que cambió con un edificio: el Museo Guggenheim Bilbao. Era octubre de 1997 y, donde antes había un muelle de uso portuario e industrial, nacía un museo que iba a cambiar la fisonomía de la ciudad y regenerar la ría del río Nervión, pero también a transformar la vida cultural y artística de la misma. 

Y es precisamente esa Bilbao cultural y vibrante que renació cual ave Fénix la que quiero conocer, aunque eso será mañana, porque ahora nos vamos a entregar al pintxopote, una tradición que combina una bebida y un pintxo a buen precio. Siendo franca, una auténtica perdición que nos lleva a ir cambiando de taberna, a cual más llena y con mejores pintxos, y a brindar por los fracasos y la amistad. Los viajes tienen eso, que a veces unen a personas que se ven todos los días, pero que no tienen la oportunidad de conocerse hasta que algo las aleja de la rutina. Y, en este caso, ha sido un fin de semana en Bilbao.  

La capital de Vizcaya se conoce paseando, y así llegamos junto al río Nervión. A un lado, la bonita fachada de la estación de tren de La Concordia y, al otro, el teatro Arriaga, nombre que toma de Juan Crisóstomo Arriaga, apodado como el Mozart hispano, porque a los trece años compuso su primera ópera, aunque falleció a temprana edad. Me acerco hasta el edificio y me fijo en una placa, que indica hasta dónde llegó el agua de las inundaciones de agosto de 1983 —cayeron 600 litros por metro cuadrado—, las más terribles que vivió la ciudad. 

Proseguimos con el paseo, que lleva hasta el mercado de La Ribera que, con 10.000 m2, es el mercado cubierto más grande de Europa. Es festivo y solo hay silencio, ni rastro del bullicio de los puestos de frutas y verduras o de las personas pidiendo turno. Una lástima. Muy cerca, y sin perder de vista la ría está una de las estampas del Bilbao tradicional: la iglesia de San Antón. Su imagen y la del puente, también llamado de San Antón, está en muchas postales que se venden de souvenir, pero también está en el escudo de la ciudad y en el del Athletic Club de Bilbao, pues ambas estructuras aparecen retratadas.

El encanto de las siete calles

Dejamos la ría atrás para meternos en un entramado de calles que, a medida que avanzamos, se tornan más estrechas. Están repletas de tiendas tradicionales y edificios bajos de colores llamativos. Es el corazón de la ciudad, y como tal late lleno de vida, tanto que a veces te distrae de mirar alrededor y ver monumentos tan importantes como el muro o las entradas originales de la antigua villa de Bilbao. Un casco antiguo que conserva la primitiva parcelación medieval distribuida en calles, cantones y cárcavas y al que también se le conoce como 7 Calles, porque fueron las construidas en torno al entonces alcázar, hoy en día iglesia de San Antón. Hoy, por su puesto, son muchas más las que conforman el Casco Viejo. 

Un entramado que se abre al llegar a la plaza Miguel Unamuno, donde unas escaleras llaman la atención. Son las Calzadas de Mallona, construidas para facilitar a los bilbaínos el camino hacia la Basílica de Begoña. A los bilbaínos y a todos, porque hacia ella nos dirigimos. Un total de 351 escalones que llevan hasta el templo de traza gótica —aunque mezcla varios estilos—, construido en el lugar en el que apareció la Virgen a principios del s. XVI. Hasta aquí llegan muchas personas para venerar a la virgen de Begoña, patrona de Bizkaia, conocida popularmente como la Amatxu.

De regreso al Casco Viejo visitamos la Catedral de Santiago y nos dirigimos hacia la plaza Nueva, en cuyas columnas se esconden distintos bares para tomar un pintxo. En uno de ellos hay una mesa libre y nos lanzamos a ella como si fuera un salvavidas. Desde niña me ha gustado comer a base de tapas, así que esas vitrinas repletas de pintxos son para mí una fiesta. Mirarlos, ver cuál me apetece, sus ingredientes… supongo que los niños enfrente de tarros de golosinas deben sentir algo parecido. 

Después de comer nos dirigimos de nuevo hacia la ría para dar un paseo por la orilla, cruzando los jardines del Arenal para llegar al ayuntamiento, que alberga en su interior un precioso salón Árabe, y proseguir el camino por la orilla. Hace frío, pero el sol calienta el rostro y el paseo es agradable. Al poco comenzamos a divisar el puente Zubizuri (puente blanco en eusquera), que lo reconocemos por ese arco en posición inclinada que caracteriza a algunas de las obras de Santiago Calatrava. Al cruzar la pasarela resulta curioso comprabar que está cubierta por una moqueta antideslizante. La respuesta la encontramos pronto en internet: el suelo original resbalaba demasiado y el Ayuntamiento decidió cambiarlo. Más allá de la polémica, es muy fotogénico, con las líneas del puente y las torres Isozaki detrás. 

El icono cultural de Bilbao

Continuamos por el paseo de Uribitarte y, paso a paso, llegamos a Mamá (obra de Louise Bourgeois), la gigantesca araña de pesadilla, que da la bienvenida al museo Guggenheim Bilbao, diseñado por Frank Gehry y que representa un gran navío de titanio. No es la única mascota; en la puerta principal está Puppy, un perrito de diez metros de altura cubierto de flores. Hechas las fotos pertinentes, accedemos a su interior. Y si su exterior impresiona, su interior no se queda atrás. Al entrar llama la atención una estructura serpenteante de acero laminado en la que, al poder caminar entre sus grandes bloques, te sientes parte de ella, estableciendo un nuevo código entre el espacio, la escultura y el espectador. Es la impresionante obra de Richard Serra, La materia del tiempo, que fue ideada para la inauguración del museo. Un primer caramelo para el resto de salas, a cada cual más interesante. Tanto que en su interior estamos el resto de la tarde. 

Al salir seguimos disfrutando de la ciudad. Así llegamos hasta la Alhóndiga, un edificio de hormigón, piedra y ladrillo que, hasta los años setenta, fue un antiguo almacén de vino, aceite y encurtido y uno de los puntos comerciales álgidos de la ciudad. Hoy es un centro de ocio y cultura diseñado por Philippe Starckb, quien proyectó un espacio interior urbano en el que destacan 43 columnas de diferentes estilos. Un edificio que seguramente tenga más vida que el día que hemos elegido. La noche cae y, con una cena en los mismos bares en los que fuimos felices a nuestra llegada a Bilbao, cenamos. 

San Juan de Gaztelugatxe

Quedan muchas cosas por ver en Bilbao, pero decidimos hacer una excursión a uno de esos lugares que puso de moda Juego de Tronos: San Juan de Gaztelugatxe. No es el único escenario del País Vasco —también aparece la playa Itzurun de Zumaia (hogar de Daenerys) y la playa Muriola de Barrika (Desembarco del rey)—, pero quizá uno de los más populares. De hecho, la visita a San Juan de Gaztelugatxe hay que planearla con tiempo, porque para controlar el aforo hay que reservar entrada —es gratuita—. Tuvimos suerte y reservamos para el día que teníamos previsto ir. 

El trayecto hasta Bermeo, localidad donde se ubica San Juan de Gaztelugatxe, es agradable —unos 45 minutos en coche—, aunque al llegar tenemos una pequeña decepción: el puente de piedra está cerrado esos días por trabajos de mantenimiento. Es decir, no podemos acercarnos a la ermita y debemos conformarnos con verla desde lejos. Aun así, merece la pena recorrer sus alrededores, admirando desde distintos ángulos esa ermita que desafía al mar Cantábrico y crea un paraje de fantasía. Tanto que en la séptima temporada es Rocadragón. Un lugar cargado de historia, pues la ermita de San Juan de Gaztelugatxe ha sido objeto de saqueos, guerras e incendios, motivo por el cual el templo que observamos hoy en día no es el original del siglo IX. 

Contentos, pero con la espina de no haber podido cruzar el puente y subir esas 241 escaleras, regresamos a Bilbao. No podemos irnos de Bilbao sin pasarnos por el estadio de San Mamés —una pena que el club no jugara este fin de semana en casa—. Tampoco sin pegarnos un buen homenaje gastronómico. Así lo hacemos y cerramos un fin de semana en Bilbao que sabe a poco, pero que efectivamente te cambia la visión de la ciudad y entiendes por qué está tan de moda.  

Bilbao 

¿Qué más hacer en Bilbao?

La grúa carola

De aquel tiempo en el que Bilbao era un puerto de gran importancia es la grúa Carola. La razón de su indulto es la bonita historia que le da nombre. Cada tarde, una joven llamada Carola cruzaba la ría en bote para ir a trabajar, y para ello debía atravesar las instalaciones de Euskalduna. Los operarios aguardaban su llegada y hacían sonar las sirenas de la fábrica. En homenaje a esta bella mujer bautizaron con su nombre a la grúa. La grúa Carola permaneció en activo hasta el mismo cierre de los Astilleros Euskalduna en 1987.

Monte artxanda

El monte Artxanda (251 metros) es una de las cadenas montañosas que protegen la ciudad junto con otros montes emblemáticos, como el  Pagasarri o Kobetas. Sin embargo, Artxanda es la más asequible —se puede subir en funicular desde la plaza del Funicular— y desde la cual se pueden disfrutar unas magníficas vistas a la ciudad. De hecho, se aprecia cómo la ciudad está metida en un agujero; en un botxo.

Guía Práctica de Bilbao

Cómo viajar: Air Nostrum vuela directo a Bilbao desde València.   

Consejo: Si quieres ir a visitar San Juan de Gaztelugatxe debes reservar tu entrada en la página web tiketa.eus/gaztelugatxe. 

Web de interés: bilbaoturismo.net

* Este artículo se publicó originalmente en el número 120 (octubre 2024) de la revista Plaza

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