VALÈNCIA. La pandemia provocada por la covid ha supuesto una reinvención de muchas compañías valencianas, que han sabido reaccionar acorde a las necesidades de mercado. Este es el caso de Bioinicia, tecnológica con sede en Paterna dirigida por José María Lagarón que pasó de estar enfocada en la tecnología de nanofibras a la confección de mascarillas con propiedades 'virucidas' que neutralizan la covid.
La empresa, impulsada en 2012 por el investigador del Instituto de Agroquímica y Técnica Alimentaria (IATA-CSIC), reorientó la sociedad creada por su hermano para explotar una tecnología disruptiva que permitía fabricar productos de nanofibras. Manos a la obra, la compañía empezó por realizar, entre otras cuestiones, adhesivos en el área médica y farmacéutica. Sin embargo, vieron la necesidad de aportar más equipamiento para poder aplicar esta tecnología.
"Vimos que había la necesidad de crear equipamiento para poder hacer esta tecnología, porque el equipamiento que había o era poco profesional o era de una escala muy básica de laboratorio. Entonces nos propusimos crear una línea de ingeniería por lo que hemos crecido de manera orgánica, sin necesidad de capital estructural, sobretodo diseñando y haciendo máquinas cada vez más grandes y más profesionales", explica Lagarón.
La compañía, que ha diseñado y servido más de 300 máquinas, tuvo como momento clave el montaje de una planta de producción de parches farmacéuticos que permitieran la liberación de componentes de diferentes formas, para lo que requerían la certificación GMP por parte de la Agencia Española del Medicamento. Cuando se dispusieron a conseguir la certificación, este proceso nunca se había certificado en ninguna parte del mundo por ningún organismo farmacéutico.
"De la mano de esta compañía danesa y de un consultor americano, trabajamos en la construcción de una planta durante 2016", recuerda Lagarón. "A partir de ahí empezamos a producir material farmacéutico en formato de parches para los diferentes ensayos clínicos en diferentes empresas". Mientras, en 2017, escalaron todo el proceso de fabricación de partículas con el objetivo de hacer encapsulados para la industria alimentaria en la que trabajan con productos que van desde los probióticos al Omega 3 y que permite hacerlo a temperatura ambiente.
11 millones de filtros a la semana
Con la llegada de la pandemia, la división de ingeniería siguió funcionando muy bien, sin embargo, se empezaron a congelarse varios proyectos en desarrollo. "¿Qué íbamos a fabricar en gran medida este año? A parte de material para ensayos clínicos en farma?", explica Lagarón. Fue cuando, ante la escasez de material de filtración, decidió ponerse manos a la obra. "Mi hermana y su marido, que profesionales sanitarios, me cuentan que no hay EPIS en los hospitales, indago un poco más y veo que la tecnología de las nano fibras permite fabricar filtros", señala.
Lagarón se puso en marcha con su equipo de investigación en el CSIC y de la compañía y empezaron a desarrollar el filtro. "Lo hicimos en cuatro semanas trabajando fines de semana, días, noches y lo patentamos", recuerda. Reestructuraron todas las líneas de producción para fabricar el material y pasaron a diseñar una máquina más grande para montar tres líneas nuevas de producción en una nueva planta anexa a sus instalaciones y convertirse en un fabricante de filtros.
"Con estas tres nuevas máquinas tenemos la capacidad de fabricar hasta 11 millones a la semana", apunta. Según explica Lagarón, los filtros convencionales "tienen una porosidad grande, comparada con la que ofrecen las nanofibras, que son 10.000 veces más pequeñas que el grosor de un cabello" y el filtro ideado en el proyecto se ha diseñado específicamente para parar a un microorganismo tan pequeño como el de la Covid-19.
Pero, ¿por qué su confección es más efectiva? "Cuando tú respiras generas una humedad que lo que hace es disipar las cargas y, por tanto, hace que el efecto de filtración caiga como el tiempo. En nuestro caso ese efecto no se da. Entonces tenemos una durabilidad mayor, de 48 horas", señala. Adicionalmente, encontraron investigaciones que hablaban de la posibilidad de desinfectar con disoluciones alcohólicas sin que perder la capacidad de filtración.
La menor porosidad, unida a la disposición de materias primas para su elaboración y biodegradabilidad son las ventajas claves del proyecto. "Ya estamos vendiendo las mascarillas y, en cuatro días, desapareció la producción del primer mes", recuerda. La compañía vende su mascarilla a través de internet, además de distribuir sus filtros.
"Lo probamos y vemos que funciona y por tanto significa que podemos desinfectar las mascarillas con disoluciones alcohólicas. Y claro, eso es una ventaja muy grande de uso", apunta. Ahora, en una tercera fase su misión es hacer una mascarilla completamente biodegradable. A día de hoy, Bioinicia cuenta con 50 empleados. El pasado año, la compañía facturó 3,5 millones de euros y este año sus previsiones están por encima de los 10.