A largo plazo, los bonos convertibles se comportan de forma similar a la renta variable, al tiempo que mantienen una volatilidad reducida
MADRID. Las crisis financieras, políticas y la actual crisis sanitaria son acontecimientos que generan incertidumbre y grandes sacudidas en los mercados de valores. Para los inversores, esta agitación suele ser motivo de preocupación. Los mercados de bonos son mucho menos volátiles, pero a veces se considera que tienen un rendimiento demasiado bajo en el actual entorno de tipos bajos. Pocos inversores conocen los "bonos convertibles en acciones", que son un punto intermedio entre estas dos soluciones.
Las cifras hablan por sí solas. A largo plazo, los bonos convertibles se comportan de forma similar a la renta variable, al tiempo que mantienen una volatilidad reducida a un tercio o incluso a la mitad en comparación con esta clase de activos. En los últimos 10 años, del 28 de febrero de 2011 al 28 de febrero de 2021, el índice de bonos convertibles Thomson Reuters Global Convertible Bond Index ha subido una media anualizada del 8,2% con una volatilidad del 10,2%, mientras que el índice de renta variable MSCI All Country World Index ha subido una media anualizada del 8,8% con una volatilidad del 14,1%. La razón es sencilla: un bono convertible se comporta como una acción y un bono al mismo tiempo.
Lo emite una empresa que desea financiarse en forma de deuda, dejando abierta la posibilidad de que esta deuda pueda ser reembolsada en acciones si los inversores así lo desean. Así, cuando el precio de las acciones de la empresa sube, el valor de los bonos convertibles asociados aumenta con él. A la inversa, si el precio de las acciones cae, se desencadena el efecto paracaídas del bono convertible: si la conversión en acciones deja de ser atractiva, la deuda acabará siendo reembolsada en efectivo por su importe inicial. Esto limita el potencial de caída.
Por lo tanto, un bono convertible se comporta como una acción cuando el mercado bursátil sube, y como un bono cuando el mercado baja. También ofrece un cupón ordinario y el reembolso al vencimiento. Este mecanismo demostró su eficacia en febrero-marzo de 2020 al permitir que los bonos convertibles amortiguaran considerablemente la caída de las bolsas, mientras se beneficiaban del rebote posterior.
Por supuesto, estos activos no están exentos de riesgo. El principal es el riesgo de impago de la empresa emisora, que puede hacer que el inversor pierda todo o parte del capital. Afortunadamente, este riesgo sigue siendo bajo: en los últimos 20 años, la tasa de impago de los bonos convertibles ha sido un 45% menor que la de los bonos tradicionales, según datos de S&P y Bank of America. Sin embargo, sigue siendo importante identificar y evitar las situaciones de riesgo.
Otro riesgo asociado a los mercados de bonos es el de los tipos de interés. En concreto, cuando los tipos de mercado suben, el valor de los bonos ya emitidos cae. Los bonos convertibles tienen la ventaja de ser estructuralmente menos sensibles a este riesgo. Además, las fases de subida de los tipos de interés son históricamente fases de subida simultánea de la renta variable. De este modo, los efectos positivos y negativos se equilibran en el caso de los bonos convertibles, al contrario de lo que se observa en los bonos "tradicionales".
Por último, la gestión activa es esencial no sólo para gestionar los acontecimientos relacionados con estos valores (reembolsos, opciones de conversión), sino también para identificar las empresas, zonas geográficas y sectores más prometedores. En efecto, el universo de los bonos convertibles se caracteriza por su gran diversidad. Es responsabilidad del gestor seleccionar los emisores adecuados, ya sean empresas de rápido crecimiento, de gran capitalización o empresas preparadas para recuperarse de la crisis.
Arnaud Brillois es Managing Director y Gestor de Lazard Asset Management