polémica

Centro El Salvador: Fiasco ecuménico

Lo que debería haber sido un Centro Ecuménico de referencia para todas las ramas del cristianismo, con una torre que se vería desde Ibiza, es hoy un amasijo de hierros y cemento utilizado como zona de cruising. El Arzobispado de Valencia debería hacerse cargo del desaguisado, pero de momento se desentiende

17/02/2021 - 

VALÈNCIA. Hay que remontarse al antepenúltimo año del siglo pasado, o incluso antes, a febrero de 1997, cuando el Arzobispado de Valencia se dirige al Ayuntamiento de Oliva e inician conversaciones para que le ceda su parcela más cara de suelo público. La relación prospera adecuadamente, se firman un par de acuerdos, se cambia el Plan General de Ordenación Urbana para que 26.000 m2 (valorados entonces en 700 millones de pesetas) pasen a ser suelo dotacional religioso y, en octubre de 1998, un pleno municipal da luz verde al acuerdo por el que la Archidiócesis se compromete a entregar el proyecto definitivo del futuro Centro Ecuménico El Salvador en un plazo máximo de tres meses y a finalizar las obras en un plazo de tres años a partir de la concesión de la licencia de obras.

En el caso de que no se pudiera cumplir este plazo, se contempla una prórroga de un año, pero, aunque la licencia se otorga en junio de 1999, la Fundación Templo y Centro Ecuménico El Salvador (Tecsal) tarda tres años y medio (noviembre de 2002), en presentar el proyecto de ejecución; más tiempo del que tenía para acabar la construcción de todo el Centro. Un mal arranque. Las cosas del Palacio Arzobispal también van despacio.  

En Oliva son pocos los vecinos y residentes que en ese momento tienen una idea clara de  qué es el ecumenismo, un movimiento que promueve la unidad entre todas las confesiones  cristianas, pero suena bien y ya cuentan maravillas de un centro Ecuménico para cuya construcción el Ayuntamiento de su pueblo ha regalado  a la iglesia católica tantos miles de metros cuadrados de terreno público donde acometer un proyecto que contempla, efectivamente, una torre de más de cien metros de altura,  además de tres iglesias (católica, protestante y ortodoxa), un anfiteatro, un monasterio, un albergue juvenil y otras instalaciones.

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El Ayuntamiento popular ha cedido los terrenos y el rumboso presidente Eduardo Zaplana ha logrado que la Generalitat destine 4,8 millones de euros para arrancar las obras de un proyecto del que se dice que cuenta también con aportación privada, aunque la recaudación de fondos entre comunidades anglicanas y luteranas de la zona apenas alcanza los 600.000 euros. No pasa nada, el alcalde Enrique Orquín, el presidente Zaplana y el arzobispo García Gascó —que no tiene carné pero del que desde las alturas de la formación dicen que ojalá los militantes del Partido Popular fueran tan activos y eficaces como él en su trabajo para el partido— le presentan el plan a Juan Pablo II, que le da su bendición. ¡Para el ecumenismo lo que haga falta!

Antes de la invasión de cemento y hierro, potentes motores extraen día y noche millones de litros de agua dulce del subsuelo de los terrenos cedidos y colindantes a la urbanización Oliva Nova y su exclusivo campo de golf. Se trata de un proyecto concebido por el jesuita Vicente Sastre como «lugar de peregrinaje y convivencia de distintas confesiones cristianas» —pero ojo, solo las cristianas— enclavado en una estratégica ubicación: junto al mar, un campo de golf diseñado por Severiano Ballesteros, la carretera Nacional 332 y la autopista A-7, casi en la frontera entre Valencia y Alicante, donde la presencia y el trasiego de población luterana, anglicana y ortodoxa es cada vez mayor. 

Se deseca el terreno, muy cercano también a la Marjal Pego-Oliva, que ya entonces ha sido declarada parque natural. Las obras empiezan —¡por fin!— en el mes de agosto de 2002, crecen los cimientos de una construcción de estructura circular de cien metros de diámetro. Así lo anuncia en 2003 la publicación Zenit, el mundo visto desde Roma, que asegura que los trabajos avanzan a buen ritmo y alardea de que este milagro «está siendo posible con la aportación de fondos públicos y también aportaciones privadas de luteranos y anglicanos residentes en la zona». Pero la realidad es que, en el mes de junio de 2003, tras nueve meses de trabajos, los 4,8 millones de la Generalitat y las escasas aportaciones privadas se agotan y los trabajos quedan paralizados para siempre.

Lo que dure el dinero 

No se puede afirmar que nunca más se supo pero todo lo que ha trascendido desde entonces, a cuentagotas, han sido noticias relacionadas con litigios ante los tribunales y alguna desacertada y nada realista declaración del actual arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, quien en 2015 (más de una década después) anuncia la intención de retomar la obra, de la que queda una impresionante plaza circular gris-cemento con sótano y planta baja rematada por hierros oxidados, llena de grafitis y agua estancada donde se alimentan los mosquitos, habitan las culebras, y se ha convertido en zona de cruising (sexo en lugares públicos). Pese a ello, monseñor Cañizares amplía el foco, se olvida de los procesos judiciales, de la reversión y declara en un encuentro de jóvenes por el ecumenismo que el arzobispado va a construir en Oliva el «primer centro interreligioso de Europa».

El alcalde de Oliva, David González, recuerda que se enteró por la prensa y cuestiona que «antes de hacer un anuncio de ese calibre lo primero sería hablar con la propiedad». Además, añade que monseñor Cañizares nunca se ha prestado para negociar personalmente durante todos estos años: «Envió a una persona en su nombre para hablar de posibilidades, pero sin nada en concreto».

Es curioso que, a diferencia de la idea original, asegura el arzobispo que ahora el centro sí dará cuartel y cabida a musulmanes, budistas y judíos, convirtiéndose en pionero de un ecumenismo de amplio espectro que no le hace ascos ni a Buda ni a Mahoma. Todos juntos como hermanos en el mismo sitio, a pocos metros del campo de golf y del no menos exclusivo Centro Ecuestre Internacional que congrega varias veces al año a algunos de los caballos y jinetes más selectos del mundo: la joya de la corona de la proyección internacional de Oliva.

En junio de 2003, los 4,8 millones de la Generalitat y las aportaciones privadas se agotan y los trabajos quedan paralizados para siempre

Parecía olvidar Cañizares que en 2005 el Ayuntamiento de Oliva, donde desde hace dos años ya no gobierna el Partido Popular, inició un proceso de reversión por «incumplimiento y falta de garantías para la ejecución del Centro Ecuménico», que ha sido largo y costoso. Antes de llegar a este punto se celebraron varias reuniones para desatascar las obras, «paradas por falta de financiación», tal y como reconoce en su día la Fundación Tecsal, cuyo presidente, Vicente Sastre, pide prórroga tras prórroga argumentando que está «pendiente de un viaje» para solucionar definitivamente el tema del dinero. Se le dan unos meses más.

En octubre de ese año se habla de una nueva empresa constructora que estaría dispuesta a finalizar los trabajos por menos dinero, también de otra que «ofrecería financiación a cambio de explotar diferentes servicios como cafeterías, bares o tiendas», aunque sin concretar nada y olvidando que en el proyecto original se especificaba que en el Centro Ecuménico no habría comercios ni actividades de ocio. Solo espiritualidad monástica y rollito Taizé, epicentro mundial del ecumenismo.

 Meses más tarde parece que en la visita a València del Papa Benedicto XVI con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, podría servir para encontrar alguna solución financiera. Pero nada. Aquella visita ya sabemos cómo acabó: ligada judicialmente a la trama Gürtel y con penas de hasta quince años por delitos de prevaricación, malversación, fraude, cohecho y blanqueo. El dinero se lo llevaron otros; para el Centro Ecuménico de la torre que apuntaba al cielo, ni un euro.

El Ayuntamiento de Oliva derrocha paciencia, insiste su actual alcalde, David González, quien recuerda que «se dieron al Arzobispado hasta tres años de prórroga». En vano. Se acaba comunicándole la decisión de pedir judicialmente la reversión de los terrenos, contra la que votan en pleno los concejales del Partido Popular y Unión Valenciana. El Arzobispado de Valencia y la Generalitat, que puso la pasta enterrada para siempre jamás, todavía en manos del Partido Popular, presentaron un recurso contencioso administrativo. Sin embargo, en febrero de 2008 el Tribunal Superior de Justicia le da la razón al Ayuntamiento de Oliva por segunda vez, ahora con una sentencia firme. «La Generalitat se posicionó claramente en contra del interés general, en lugar de reclamar el dinero que había aportado, que era de todos, pero claro, en aquel momento…», recuerda David González.

Durante su etapa al frente de la Archidiócesis de Valencia, monseñor Carlos Osoro hace algún amago de iniciar conversaciones para resolver el entuerto, que no cuaja a causa de su traslado a Madrid y su sustitución por Antonio Cañizares. En junio de 2011 fallece el promotor de la Fundación Templo y Centro Ecuménico de Oliva, el jesuita Vicente Sastre, pero sobrevive el esqueleto de su proyecto, convertido en un costoso fiasco y hasta en un lugar peligroso e insalubre. El ecumenismo se ha convertido allí en una tumba donde se han dilapidado casi cinco millones de euros de todos sin ningún provecho. No habrá Centro Ecuménico junto a Oliva Nova, ni siquiera como escenario de misas, bodas, bautizos, entierros y comuniones de cristianos de distintas confesiones, por si el roce hace el cariño.

David González / alcalde de Oliva 

«La Generalitat se posicionó claramente en contra del interés general, en lugar de reclamar el dinero que había aportado, que era de todos, pero claro, en aquel momento…»

Los terrenos están inscritos en el registro municipal de solares, pero en el inicio de 2021 la reversión no ha culminado totalmente, el culebrón sigue y no se ve la luz al final del túnel. Ninguna, y menos la de la gran torre. Técnicos encargados de «valorar el detrimento del solar por tener allí toda esa estructura mastodóntica que no sirve para nada» —cuenta el primer edil de Oliva— han estimado que demoler lo construido cuesta 2,4 millones de euros, y por eso el Ayuntamiento exige al arzobispado que devuelva los terrenos en su estado original, como los encontró en 1998, sin toneladas de cemento y hierro, sin agua putrefacta. La iglesia, que no ha puesto un euro, que se sepa —recuerda González que el arzobispado no pagó ni la estancia de una noche del arzobispo García Gascó en el hotel Oliva Nova Beach & Golf Resort «que se la reclama al Ayuntamiento»—, alegó que la obra ya hecha puede ser reutilizada —¿para qué? ¿una plaza de toros? (como es redonda)—, pero sus alegaciones han sido desestimadas. 

Puede que los mismos que hace veinte años hablaban de la gran torre que iluminaría a la cristiandad con un torrente de luz que llegaría hasta las fiestas after de Ibiza, sean quienes ahora cuentan del interés de la propiedad de Oliva Nova por construir allí un colegio internacional de postín, junto al hotel de lujo, el campo de golf, el Centro Ecuestre Internacional y las instalaciones deportivas donde todos los años, excepto 2020 por la pandemia, se concentran equipos de la élite del fútbol europeo para preparar la liga o esperar a que pase la temporada de nieve. Pero los querría limpios, y en ningún casi estarían dispuestos a asumir los más de dos millones de euros a los que ascendería dejarlos como estaban antes de que un jesuita valenciano pensara que allí las iglesias cristianas iban a estrechar lazos, vivir felices y comer perdices ecuménicas.

El alcalde de Oliva niega que existan ofertas en firme y argumenta que los técnicos han dictaminado que lo construido no es aprovechable. Sin embargo, no niega que la posibilidad de un colegio internacional o la convocatoria de concurso internacional de ideas para dar salida a los terrenos se hayan planteado en algún momento de este largo enredo sin final. En todos los mandatos municipales ha habido negociaciones para ver si se podía aprovechar el gasto realizado, pero el tiempo se acaba. «Urge que se cumpla la sentencia que está a punto de caducar y permitir que caduque sería una irresponsabilidad. Una vez se cumpla no hay nada descartado y todas las hipótesis están ahí. Se ha especulado, ha habido ideas, estamos abiertos a propuestas, pero tenemos informes que aseguran que nada de lo construido es aprovechable, y el Ayuntamiento solo puede apoyar un proyecto que tenga garantías y sea bueno para los ciudadanos de Oliva. Lo que hay allí, una estructura circular muy degradada, no cuadra en ninguno».   

* Este artículo se publicó originalmente en el número 76 (marzo 2021) de la revista Plaza

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