VALÈNCIA. Casos de ciberataques tan notorios como los sufridos por instituciones de la talla de Iberdrola o el Servicio Público de Empleo (SEPE) o, más recientemente, escándalos como el caso Pegasus, ponen de manifiesto la importancia de tomarse en serio la ciberseguridad. Se equivoca quien piense que esto no va con él.
A mayor digitalización, mayor vulnerabilidad, un problema que atañe a todos y que corresponde solucionar a la ciberseguridad. Hablamos de un sector muy transversal, un habilitador que todo desarrollo tecnológico debe tener ya en cuenta desde la base.
Existen estudios que afirman que la ciberdelincuencia mueve ya más dinero que el narcotráfico o la pornografía en el mundo, con la particularidad añadida de que, en este tipo de delitos, la capacidad de hacer daño es más fácil que la de defenderse. Cualquier organización mal intencionada podría contratar a bajo coste los servicios de un hacker y hacerse con los datos sensibles para extorsionar a una empresa a cambio de un rescate.
Pero tampoco hace falta apuntar tan alto. El Incibe (Instituto Nacional de Ciberseguridad) gestionó el año pasado 109.126 incidentes de ciberseguridad, 90.168 de los cuales corresponden a ciudadanos y a empresas. En cuanto a su tipología, el 29,88% fueron malware, un software malicioso diseñado para infiltrarse en un dispositivo sin el conocimiento del usuario, muchas veces a través de descargas de aplicaciones o enlaces incluidos en un email.
* Lea el artículo íntegramente en el número 92 (junio 2022) de la revista Plaza