Cine

CaixaFòrum València, piso franco del cine de espías

La exposición, co-producida con La Cinémathèque française, plantea el reflejo entre la geopolítica del siglo XX y el género cinematográfico

  • Greta Garbo como Mata Hari
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VALÈNCIA. El cine y el espionaje siempre han compartido un vínculo íntimo: la ilusión, el disfraz, la vigilancia y la manipulación de la información. Ahora, esa relación se materializa en Top Secret. Cine y espionaje, la nueva exposición de CaixaFòrum València que ofrece un recorrido por más de un siglo de historias secretas, dispositivos ocultos y agentes dobles, desde Mata Hari hasta Edward Snowden. La exposición, está co-producida por la Fundación La Caixa y La Cinémathèque française; y tras haber pasado por Madrid, Barcelona y Zaragoza, València es su última parada de su itinerario.

Comisariada por Alexandra Midal y Matthieu Orléan, la exposición reúne 175 piezas entre objetos de cine y espionaje, documentos históricos y fragmentos de 90 películas. La narrativa expositiva, lejos de ser un simple repaso de títulos icónicos, traza conexiones entre la representación del espionaje en el cine y la realidad de los servicios de inteligencia, un juego de reflejos que en realidad relata la historia política del siglo XX; y claro, los miedos y narrativas que se querían transmitir a través del mainstream. El cine no es, como constructor de una realidad, inocente.

“Desde que existe el cine, el espionaje ha sido uno de los temas centrales de la historia del cine”, señala Matthieu Orléan: “Queríamos reflejar en esta exposición no solo el cine de espionaje clásico, sino todas sus variaciones, desde los seriales de los años 30 y 40 hasta el cine documental, el cine de animación y el cine de propaganda”.

El recorrido se articula en cinco grandes bloques temáticos, que van desde los primeros espías cinematográficos hasta el actual estado de hipervigilancia digital. Entre los nombres propios que aparecen destacan figuras como James Bond, Mata Hari, Carrie Mathison o Jason Bourne, cada uno reflejando una época y una visión distinta del espionaje.

El cine de espías nació con una dimensión heroica y espectacular, dominada por relatos de agentes infalibles y misiones de alto riesgo. James Bond, con su elegancia británica y su dominio de la tecnología, encarnó el mito del espía moderno durante la Guerra Fría, una época en la que el cine de espionaje era una forma de entretenimiento, pero también un vehículo de propaganda.

“La Guerra Fría marcó una época clave para el cine de espionaje. No era una guerra convencional, no había muertos todos los días, sino que era una guerra de información, de ideologías” —explica Orléan— “Para aliviar esa tensión, en Occidente floreció un cine de espionaje más ligero y entretenido, del cual James Bond es el mejor ejemplo”.

Pero el género ha evolucionado con el tiempo. Con el paso de los años, las narrativas se han complejizado, reflejando la fragilidad psicológica del espía, sus dilemas morales y las dobles identidades. Películas como El topo o La vida de los otros ofrecen una visión más turbia y ambigua del mundo del espionaje, en la que los agentes dudan, traicionan y a veces ni siquiera saben para quién trabajan.

En realidad, “El retrato del espía ha evolucionado con la historia y la geopolítica”, apunta Midal. “No es un detalle menor que se haya representado de manera distinta en la época de la Guerra Fría, cuando el espionaje era un terreno de juego para la política internacional”.

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Tecnología, diseño y el arte de engañar

Uno de los ejes más atractivos de la muestra es su énfasis en la tecnología del espionaje, que el cine ha mitificado con gadgets sofisticados y dispositivos imposibles. Pero, más allá de la ficción, el diseño de los objetos de espionaje reales también ha jugado un papel clave en la historia.

“Me interesa mucho el diseño y, en este sentido, hay un texto fabuloso de Vilém Flusser en el que define al diseñador como un prestidigitador, alguien que engaña a su mundo. Engañar puede verse como algo inmoral, pero en el espionaje y en el diseño, puede ser una estrategia de supervivencia”, señala Midal.

En la exposición pueden verse desde micrófonos ocultos, cámaras espía en miniatura y artefactos de la KGB, hasta objetos icónicos del cine, como el esmoquin de Daniel Craig en Casino Royale o los bocetos originales de Ken Adam para las películas de Bond. También se exhiben falsos vinilos fabricados con radiografías, que se usaban para transmitir mensajes clandestinos durante la Guerra Fría.

El papel de las mujeres en la inteligencia

Si la historia del cine ha explotado el arquetipo del espía masculino carismático y seductor, la realidad del espionaje tiene muchos nombres femeninos que han sido silenciados o reducidos a estereotipos. La muestra recupera la figura de mujeres espías que jugaron un papel crucial en conflictos internacionales.

“El papel de las mujeres espías ha sido invisibilizado por la historia”, destaca Midal. “No es que no haya habido mujeres espías importantes, al contrario, pero en la jerga del espionaje muchas de ellas han sido reducidas a la figura del honeypot, la mujer que seduce para obtener información”.

Entre los nombres rescatados aparecen Josephine Baker, que transportaba mensajes secretos en sus partituras durante la Segunda Guerra Mundial, o Hedy Lamarr, cuya faceta de inventora la llevó a desarrollar una tecnología precursora del wifi y el GPS.

¿Todos espías?

En su último tramo, la exposición cambia de tono y traslada la reflexión del espionaje a una crítica sobre el presente, donde la vigilancia ya no es cosa de gobiernos y agencias de inteligencia, sino un fenómeno que afecta a todos los ciudadanos. En un mundo hipermediatizado, cualquiera con un teléfono móvil puede registrar y difundir información, y plataformas como Wikileaks o el caso Snowden han puesto de relieve que la línea entre el espía y el espiado nunca ha sido tan delgada.

“Edward Snowden fue uno de los primeros denunciantes en ser públicamente reconocido. El espionaje ya no es solo cosa de gobiernos y agentes secretos, sino algo que nos afecta a todos. La vigilancia masiva y la recopilación de datos han convertido a cada ciudadano en un potencial espiado”, explicó en la rueda de prensa Orlean.

En este sentido, la exposición no incluye el último blockbuster de espías, La Infiltrada, que precisamente ha llegado a las pantallas en un momento en el que los movimientos sociales ponen en cuestión las infiltraciones indiscriminadas de la policía en sus asambleas. El papel del espía, antes romantizado, ahora se problematiza. Y la tecnología parece borrarles y borrarse, porque todo está en los dispositivos cuyo control cedemos voluntariamente, facilitando la hipervigilancia a cambio de unos minutos de scroll.

Actividades paralelas

A la exposición, le acompañará, a partir de marzo, un ciclo de conferencias sobre la historia secreta del siglo XX, que arrancará el 27 de marzo con El laboratorio del espionaje: la Primera Guerra Mundial en el escenario español; el 3 de abril llegará el turno del Espionaje antijaponés en China, Birmania y Tailandia en la Segunda Guerra Mundial; el 8 de mayo, una conferencia bajo el título la Incorporación de las mujeres al Servicio de Inteligencia Español: un gran reto profesional, y, finalizará el 29 de mayo con la charla El espionaje británico y Franco (1936- 1945).

Además, se proyectará una retrospectiva de películas, que serán presentadas por Las Entendidas: Garbo, el espía, de Edmon Roch, el 27 de febrero; Alarma en el expreso, de Alfred Hitchcock, el 13 de marzo; Bajo el fuego, de Roger Spottiswoode, el 10 de abril, y La vida de los otros, de Florian Henckel Von Donnersmarck, el 24 de abril. También en el marco de la exposición, el centro cultural acogerá talleres y espectáculos, conciertos y un escape room familiar, el ciclo de proyecciones Pequeños cinéfilos bajo el título Detectives, espías y fisgones, así como visitas guiadas para diferentes públicos y edades, algunas con vermuts y cafés. 

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