VALÈNCIA. No era un guaperas como Starsky y Hutch. Ni tampoco un feo sexy, como Kojak. Con todo y con eso, Colombo —Columbo en inglés— cambiaría los esquemas de las series policíacas. Al contrario que la mayoría de historias detectivescas, las tramas de Colombo no disponían de un recorrido para dar con el criminal. En los guiones de Richard Levinson y William Link, el crimen se cometía al principio del capítulo y ante los atentos ojos del telespectador. La gracia del asunto consistía en cómo se las ingeniaría el sagaz policía para dar con las pistas que terminaran delatando al asesino. Así fue cómo el actor Peter Falk y el personaje Colombo se hicieron uno a ojos del público y la serie se convirtió en un clásico.
Inicialmente, Colombo formó parte de una propuesta televisiva conocida como NBC Mystery Movie, que funcionaba como paraguas para emitir diferentes series policíacas. Llegó a España así, alternándose, inicialmente, los domingos por la noche, con las peripecias de otros detectives de los cuales hablaremos más tarde. Porque de todos ellos, el que acaparó toda la atención, aquí y en su casa, fue este detective desaliñado, despistado, eterno fumador de puros —hoy no duraría ni medio capítulo— que se enfrentaba una y otra vez a criminales de guante blanco, a los que terminaba pillando in fraganti. El teniente Colombo operaba en Los Ángeles y sus objetivos se movían en la alta sociedad. Los interrogados lo desdeñaban por su aspecto, que era la antítesis de la elegancia. Colombo se hacía el tonto, pero los sospechosos acababan en chirona gracias a una serie de inteligentes deducciones y al hecho ineludible de que la mentira tiene las patas muy cortas.
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Lo que tenía Falk era un ojo de cristal, característica que también le daba un aspecto peculiar. Perdió el ojo por un cáncer siendo un niño, pero eso no le impidió triunfar como actor. Pertenecía a un círculo de intérpretes de raza neoyorquinos que, como Ben Gazzara —que también trabajó en Colombo— venían del teatro y de filmar con John Cassavetes. Falk estuvo a punto de no hacer el papel, ya que la primera opción de los guionistas fue Bing Crosby. Menos mal que el bueno de Crosby les dijo que no porque el rodaje le quitaría tiempo para dedicarle a su querido golf. Falk había leído un guión de la serie en la oficina de su agente y llamó personalmente a Link para pedirle el papel. Finalmente se lo dieron porque su presencia tenía un peculiar atractivo que gustaba a las mujeres y era un tipo que caía bien a los hombres.
Link y Levinson se convencieron de que podía ser un vehículo perfecto para el personaje que habían creado partiendo de diversas referencias: el Porfirio Petróvich de Crimen y castigo, el Padre Brown de GK Chesterton y hasta el Inspector Fichet de Las diabólicas, lo cual explicaría que Colombo condujera un Peugeot y no un coche norteamericano.
El aspecto del detective fue fundamental para construir su popularidad. Además de aquel puro que llevaba siempre entre manos, estaba su gabardina. Fue una aportación del propio actor, que no estaba nada contento con el vestuario que le habían buscado los productores. Falk quería que Colombo fuese estéticamente un desastre y mandó desteñir un traje azul para incrementar esa sensación. También eran habituales las menciones a su mujer, constantemente citada en los diálogos pero que nunca aparecía. La que sí apareció en varios capítulos fue Shera Danese, esposa de Falk, a la que se le ofrecieron papeles diminutos durante la primera etapa de la serie. Tampoco escuchamos nunca a ningún personaje pronunciar el nombre de pila del agente y este fue uno de los misterios más debatidos por los fans. Una vez editada la serie en DVD, un fan congeló la escena en la que el teniente mostraba su placa y averiguó así que su nombre era Frank.
Por la serie desfilaron muchos nombres famosos, de Robert Vaughan a Johnny Cash. Pero fue el realizador de uno de sus capítulos quien dejó una huella más profunda en Falk. Y eso que al principio este se negó en redondo a que un jovencito desconocido dirigiera un episodio. Cuando los productores le mostraron otros trabajos similares, se relajó y aceptó a aquel principiante, que lo dejaría boquiabierto con sus técnicas de filmación y sus ideas. De hecho, Falk llegó a comentar que aquel muchacho era demasiado bueno para estar trabajando en una serie como aquella. El nombre del joven realizador era Steven Spielberg, que dirigió en 1971 el capítulo Murder by The Book, el cual, al igual que muchos otros de la serie, estaba escrito por Steven Bochco, futuro creador de Hill Street Blues.
Al principio de su emisión en España, a mediados de los setenta, Colombo se repartía las noches dominicales con otros detectives que también gozaron de una gran popularidad aquí, a pesar de que ninguno llegó a rivalizar nunca con Colombo. Todos ellos formaban parte de la citada NBC Mystery Movie. Banacek era un detective guaperas de origen polaco que fumaba puritos, un bon vivant, encarnado por George Peppard, que canceló la serie solamente para evitar que su ex ‘trincara’ parte de la pasta que estaba ganando con ella. Mc Millan y esposa estaba protagonizada por Rock Hudson y Susan Saint James que en la ficción alternaban la vida matrimonial con las investigaciones y tenían una criada, Mildred —encarnada por la imprescindible Nancy Walker—, que era la verdadera reina de la serie. Y por último estaba McCloud, un poli de Taos (Nuevo México), destinado a Nueva York y que los deja a todos a cuadros con su aspecto vaquero. La popularidad de estos personajes quedó inmortalizada cuando Pepe Da Rosa les dedicó la canción Los cuatro detectives, con versos tan sublimes como «acaban de robarme en el chalé / que venga Banaché».
* Este artículo se publicó originalmente en el elnúmero de 59 de la revista Plaza