Literatura

Cómo ser escritor en un mercado sobresaturado

Escribir un libro no es fácil. Conseguir publicarlo es complicado. Alcanzar el éxito está al alcance de unos pocos. Cuatro autores nos cuentan sus claves para llegar a la audiencia, hacerse un hueco en este mercado y alcanzar el sueño de ser escritor y vender su obra

12/11/2022 - 

VALÈNCIA. En su manual La ciencia de contar historias (Capitán Swing, 2022), el novelista y periodista Will Storr apunta a la narrativa como remedio contra el sinsentido de la existencia. La mente consigue distraernos de la finitud de nuestra especie, surtiéndose de objetivos y alentándonos para alcanzarlos. Esa capacidad para pergeñar relatos de victorias y derrotas, de héroes y enemigos, de luchas propias y ajenas y de los obstáculos que salen al paso, es, precisamente, lo que nos hace humanos. Pero en la realidad editorial, el salto de lo íntimo a lo universal, vamos, que lo imaginado se publique y después se lea, pasa por aplicarle al talento, la tenacidad y el esfuerzo, técnicas de marketing e investigación psicológica.

En Plaza hemos entrevistado a cuatro escritores aventurados al inhóspito oficio de contar historias. Nos han apuntado las claves, que no pautas, para acceder a la audiencia. En suma, el secreto de su éxito. Reflexionan sobre la necesidad o no de asistir a talleres de escritura, sobre los pros y los contras de la autoedición, la asistencia a congresos literarios como puerta de acceso al mundillo y los concursos como plataforma de lanzamiento.

«La vocación es importante, pero como dice el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, las mejores historias le pasan a quién decide contarlas. A todos nos sucede lo mismo, pero algunos tienen más gracia al compartirlo», arranca la profesora de escritura creativa en la Universitat Jaume I de Castelló, Rosario Raro. La docente es autora de las novelas Volver a Canfranc (2005), La huella de una carta (2017) y Desaparecida en Siboney (2019), todas ellas publicadas por la Editorial Planeta, pero en paralelo a su carrera como novelista, hace dieciséis años que imparte el taller literario de la universidad. 

En ese tiempo, han pasado por su aula escritores hoy consagrados como Eloy Moreno, Vicent Gascó, Rosa Miró, Verónica Segoviano, Miquel Torija, Juan Carlos Núñez Mateo, Petra Dindinger, Maribel d’Amato, Elena Torrejoncillo, Javier García y Alberto Porta. Estamos hablando de más de setecientos pupilos. Raro asegura que cada uno, en mayor o menor medida, ha acabado consiguiendo lo que se había planteado.

«Tengo auténticos best sellers, pero me da más satisfacción entrar en una librería y reparar en una de las obras de mis alumnos. Los siento como premios literarios más que mis libros, que los tengo muy vistos, porque sé de sus esperanzas y sus sueños, y he tenido la suerte de acompañarlos», se sincera.

Cada ejercicio que plantea en el taller tiene un destino. La profesora no quiere que sus prácticas se les queden olvidadas en la carpeta de mis documentos, sino que aspiren a publicarlas, «pues cuando se escribe con la conciencia de qué se va a leer, se hace de una manera distinta, más eficaz, distinta, porque se piensa en el lector». 

A los y las asistentes les insta a divertirse escribiendo, porque como en el aprendizaje de cualquier oficio, la práctica es la que brinda los mejores resultados: «A las musas se les ha rodeado de muchísima mística, pero la escritura tiene mucho de disciplina y de dedicarle horas».  Ese tiempo de entrega ha de incluir también lecturas, y no solo para aprehender estructuras narrativas, sino también léxico, puntuación, acentuación y gramática. Raro se ha preocupado por averiguar las razones por las que algunos de sus alumnos y alumnas no han conseguido medrar en ninguno de los concursos literarios a los que se han presentado. En ocasiones la descalificación ha sido consecuencia de sus faltas de ortografía. «Hay unos rudimentos y herramientas que, como en cualquier profesión, hay que dominar, y eso también se corrige leyendo», aconseja.

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Así mismo, al mirar el trabajo de otros se puede reparar en moldes universales que extrapolar a los relatos propios. Los ejemplos van de la gran tradición grecolatina a Las mil y una noches, pero, a la hora de poner negro sobre blanco, la disposición de la acción no debe ser forzada. «En un taller se trata de hacer que cada asistente encuentre su personalidad y su estilo, y que sea lo más variado posible, porque la materia prima de la escritura es la libertad. No podemos constreñir nuestra narración al armazón narrativo apuntado por Joseph Campbell en El viaje del héroe. Son esquemas que repetimos, incluso de manera inconsciente, pero no han de ser algo pautado». 

Buenos protagonistas, aunque sean patéticos

Storr coincide con esa premisa. El origen de su ensayo está en un curso de narrativa, basado en la investigación que el tallerista inglés ha desarrollado para la escritura de varios de sus libros. A diferencia de otras obras, que buscan un canon común a la pervivencia de mitos tradicionales y al éxito de ciertas novelas, series y películas, Storr considera que el foco ha de ponerse siempre en el personaje. «La razón por la que algunas historias modernas tienden a tener un enfoque aséptico reside precisamente en creer que detrás de la trama hay una fórmula mágica. Pero lo que verdaderamente suscita con naturalidad nuestro interés son las personas, no los acontecimientos».

El protagonista de la primera novela del periodista musical Jorge Salas, Estoy tan cansado que las ovejas me cuentan a mí (Editorial Pie de Página, 2021), es un tipo repulsivo. Aquejado de fobia social, proyecta una vida exterior y funcional a través de las redes y las aplicaciones de citas. Es rencoroso, ludópata, entrometido hasta el acoso y obsesivo-compulsivo, pero la potencial identificación del lector con ciertos rasgos de su personalidad o de su vida peripatética, ya sea su melomanía, su torpeza física, su afán por el orden y la pulcritud, o su prueba, ensayo y error en Tinder, tienen el potencial de apresar al que está leyendo hasta la última línea. Más allá de los hechos externos y de la estructura funcional, Salas ha dibujado un personaje opulento en matices. Escribió su debut literario «en ausencia de padrinos y en contra de sus ahorros». Afortunadamente, no tardó mucho ni en teclear ni en publicar. La disciplina la llevaba de serie, por las fechas de entrega de su carrera como periodista, y en los cientos de críticas y entrevistas a sus espaldas había forjado una voz propia.

Empezó con el esquema un mes de junio y para noviembre, ya había rematado la ficción. En primavera del año siguiente y después de realizar una prospección de editoriales, comenzó a imprimir —y, en algunos casos concretos, encuadernar— ejemplares para su envío. En paralelo, inició su autopromoción en redes. En febrero, recibió un mensaje en Twitter de la editorial Pie de Página y a la semana siguiente ya le instaron a firmar. Suena a panacea, pero no lo es. De hecho, en las entrevistas promocionales, el autor novel se ha aplicado en desmitificar el trabajo de escritor.

A la habitual disyuntiva de si un novelista nace o se hace, opina que hay un componente que no se puede enseñar ni entrenar, «o lo tienes o generas el hábito, a partir de leer y escribir mucho y ver la vida desde fuera. La formación es relevante, pero si no sabes escribir, de nada sirve que tengas las herramientas, lo avispado que seas y lo buena que sea la historia que quieres narrar». 

A pesar de las buenas críticas a su ópera prima, el valenciano no se siente alentado a afrontar de inmediato la reválida. Escribir un segundo libro implica meses de documentación previa para los que ha de arañar tiempo al trabajo que le da de vivir. No digamos ya la esclavitud durante la publicación y más allá, del autobombo en línea.

«Aun contando con una editorial, el libro es como cualquier otro producto cultural y has de venderlo en redes sociales, porque se han convertido en una herramienta más de marketing. Ahora ya lo he asumido, pero al principio resultó estresante: tuve que planificar una estrategia, hacer fotos, desarrollar contenidos, abrirme cuenta en Instagram, grabar un bibliotráiler…», enumera.

Mejor con amigos escritores

«Las carreras literarias no se construyen con un libro, sino con una trayectoria. Escribir, como leer, lleva su tiempo, llama a la paciencia y a la diversidad. Hay mucha gente que quiere ser una estrella de rock, escribir una canción de tres minutos y que le reconozcan por la calle. En mi caso, no quiero conseguir el éxito como escritor, sino tener una carrera literaria», diferencia Santiago Álvarez, autor de dos novelas en la editorial Almuzara, protagonizadas por un detective privado de su invención, Mejías, La Ciudad de la Memoria (2015) y El Jardín de Cartón (2016).

El escritor de thrillers policíacos ejerce también como director de contenidos de VLC Negra, desde su puesta en marcha en 2013. El festival internacional de género negro se gestó en BiblioCafé, a partir de un powerpoint desarrollado por su actual director, Jordi Llobregat. Los asistentes se habían conocido en un curso de novela histórica impartido por Antonio Penadés, en el Museo L’Iber y, luego, volvieron a reunirse en torno a un taller de Santiago Posteguillo. 

«Muchos dicen que ni Dostoievski ni Flaubert ni Hemingway fueron a uno, pero aparte de cuestiones técnicas, que es cierto que puedes aprender por ti mismo leyendo, los talleres son relevantes porque ayudan a acabar con la soledad del creador, ya que te permiten encontrar a gente en el mismo negocio que tú, crear comunidad», defiende el gestor cultural. De aquella experiencia surgió el colectivo de escritores valencianos El cuaderno rojo, integrado por autores como Vicente Marco, Marta Querol, Sebastián Roa y Miguel Ángel Badal. El grupo ha publicado diferentes antologías de relatos y nutrido a la escuela de escritura BiblioCafé de tertulias, mesas redondas, cursos y talleres. Juntos han ido creciendo en oficio, confianza y discernimiento de su industria. El intercambio entre ellos ha sido fundamental.

«A cualquier autor que empiece le daría el mismo consejo que nos damos entre nosotros, que confíe en la editorial tradicional, porque es la que surt e a las librerías y a las bibliotecas. Con la autoedición todo es infinitamente más difícil. Hay casos de éxito, pero por cada uno hay cien de fracaso. Eva García Sáenz de Urturi y Javier Castillo lo han conseguido a través de Amazon, pero ¿cuántos miles de autores lo han intentado y no han llegado a ningún sitio? La autoedición ha traído la democracia a la literatura, pero si se entiende mal, puede ser perjudicial. No hay filtro», advierte.

El trampolín de los concursos

El segundo libro de Marta Salvador Vélez fue autoeditado. Se trata del ensayo Comunico, luego existo. 25 ideas para comunicarnos de forma eficaz (2016). Coincide con Álvarez en ese publicar en la cuerda floja que supone la edición por cuenta propia. Su empleo alimenticio es la corrección de textos, así que le provoca una gran desazón detectar libros de cuestionable calidad a través de plataformas. «Por un lado, permite que los autores noveles se abran un camino, pero hay mucho peligro de que el producto final esté sin trabajar. Eso denigra la profesión y el esfuerzo de otras personas que se han autopublicado y lo han hecho muy bien», comenta.

En resumen, autoedición, sí, pero con un trabajo profesional, donde un corrector se haga cargo de la revisión del texto y un diseñador, de la portada.

Salvador inició su carrera como escritora a través de una editorial independiente, Talentura. Su primer libro se tituló Hormigas trepando montañas de azúcar (2012). Solo lo compraron sus amigos. Publicar por la vía tradicional no garantiza la atención del público. Hay casas que te dejan a la intemperie promocional. Como apuntaba previamente Jorge Salas, si quieres resonancia, has de venderte y convertirte en social media de tu propia marca. «El mercado en España está muy copado. La selección editorial no se hace por cómo es tu novela, sino por los seguidores que tienes en Instagram. A las editoriales les interesa lo que puedas vender, más que lo que valga tu texto. Luchas contra una vorágine que se escapa, así que mucha gente opta por la autopublicación, porque te aburres en el sistema; ves que tu momento no termina de llegar», reflexiona la asesora lingüística.

Marta comenzó a hacer contactos en congresos de autores —son un "yo me lo guiso, yo me lo como"—, escritores, correctores, periodistas especializados y editores. Allí los participantes de este mundillo se van conociendo y retroalimentando: «llegar a otros escritores no es tan difícil. Lo complicado es llegar al público general. La única opción de entrar al mercado es tener mucho publicado. También hay candidaturas espontáneas a editoriales y participaciones en concursos, pero es un camino más lento, que has de pensar mejor».

Su oportunidad le llegó, precisamente, a través de un certamen. Mil palabras &+ Woman, organizado por Cuatro. En su primera edición, quedó finalista con el libro Todas las señales del universo (Colección Mil Amores, 2021). La misma editorial ha publicado este año su segunda incursión en el género rosa, Veinticuatro días de septiembre (2022).

«En novela romántica hay un nicho. Fíjate si no en el éxito de la serie Los Bridgerton. Hay escritoras que se están haciendo un nombre en las librerías a través de esta temática, así que por qué no aprovecharlo. Lo mismo me da este género que cualquiera para ponerme en el lugar del otro. Además, no hago romántica al uso. Me esmero en el juego narrativo y me gusta reflejar la sociedad en la que vivo: si se habla de abuso de poder, sexual o circunstancias de género, lo cuelo y mando mi mensaje», se justifica.

Mediaset se ha interesado por la percha noticiable de su último libro. La trama de Veinticuatro días de septiembre se desarrolla en Cebolla, un pueblo de Toledo que, en 2018, sufrió una riada en mitad de las fiestas patronales. Marta reconoce que le gustan los diálogos muy cinematográficos, y cuando escribe da prioridad a la acción en detrimento de la descripción. A pesar de que sus libros sean materia prima para adaptaciones a la pequeña y la gran pantalla, evita adelantar acontecimientos. En general, rehúye fantasear como la lechera del cuento.

«Si he de dar un consejo a un escritor que empieza es que no proyecte. Tú sueñas con que tu novela va a ser fantástica, pero luego es una más; con que vas a convertirte en un gran escritor, y eres uno más. Si no vas con expectativas, no te frustras, vas mejorando en tu trabajo, en tus ventas. No es un camino fácil, así que si encima las esperanzas se descompensan con la realidad, vas abandonando. Les recomiendo constancia e ir aprendiendo y confiando en sí mismos. También, enviar los textos a corregir».

* Este artículo se publicó originalmente en el número 97 (noviembre 2022) de la revista Plaza

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