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Damià Tormo: «España es un país competitivo para montar proyectos bioindustriales»

Su fijación por generar soluciones destinadas a enfermedades oncológicas y enfermedades raras le llevó a la investigación y al emprendimiento, con proyectos que hoy en día son un referente a nivel internacional. Hablamos con Damià Tormo de Ciencia, de su trayectoria y de la necesidad de invertir en I+D+i

| 26/03/2022 | 18 min, 8 seg

VALÈNCIA.- «Enamórate del problema, no de la solución». Así reza el mantra del israelí Uri Levine, fundador de Waze, una aplicación de tráfico extendida en todo el mundo. Una consigna que describe perfectamente lo que desprende el valenciano Damià Tormo (València, 1981) y su fijación por generar soluciones destinadas a enfermedades oncológicas y enfermedades raras. Emprendedor en serie, Tormo ha enfocado su carrera como investigador, empresario e inversor hacia este cometido, en un camino en el que ha fundado compañías como Hightlight Therapeutics (Valencia) o Artax Biopharma (Boston).

— Después de vender Bioncotech crea Artax Biopharma, ¿por qué? 

— La monté en Boston y surgía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La montamos allí porque era el desarrollo de un fármaco y, como había poca financiación en Europa, queríamos conseguir capital americano. De hecho, nada más montarlo, atrajimos a uno de los dos gurús de la biotecnología —Henri Termeer—, quien nos ayudó a levantar capital cuando en Europa era mucho más difícil. 

— Fundan Columbus por la falta de financiación para el sector Salud.

— Hay tres bases para que una empresa sea exitosa. Una, que esté basada en el conocimiento; otra, que sean proyectos escalables —estamos en un mundo muy globalizado—, y la última, que haya un propósito y un beneficio social real. Ahí puedes atraer y retener talento, que es fundamental en cualquier proyecto. Y la financiación te vendrá con esto. Pero es cierto que sí que veíamos que España es un país más inmaduro en la financiación de este tipo de empresas. Y ahí es cuando decidimos montar Columbus Venture Partners, como una manera de poder financiar las empresas que impulsábamos nosotros, pero también compañías que podían montar otros con esa misma transferencia de conocimiento e investigaciones a la sociedad. Esto empezó hace cinco años con la idea de invertir en terapias disruptivas para enfermedades que, a día de hoy, no tenían una solución, y la otra mitad de los fondos están destinados a proyectos bioindustriales. 

— ¿Por qué bioindustriales?

— Pensamos que son clave en la vertebración del país. Un proyecto de desarrollo de un fármaco lo pueden comprar y se llevan el fármaco. Si tú montas una fábrica de terapias avanzadas en España, eso genera muchos puestos de empleo y no te la puedes llevar. Genera un ecosistema que va vertebrando todos los negocios que hay alrededor, y es una parte fundamental a desarrollar. 

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— Y de ahí, velocidad de crucero con Columbus Venture Partners. 

— En los últimos diez años hemos montado trece empresas y hemos levantado más de 400 millones. Por ahora, se han dado retornos de más de 2.200 millones a los inversores de esas empresas y hemos generado 600 puestos de trabajo directos y miles de pacientes tratados. Esto demuestra lo importantes que son las empresas basadas en el conocimiento. Entre estas compañías, hay desde desarrollo de fármacos para oncología, autoinmunes, enfermedades neurodegenerativas, enfermedades metabólicas hasta bioindustriales. Por ejemplo, hemos puesto en marcha una de las mayores empresas de producción de terapia génica o polímetros e incluso hospitales, porque montamos el primer hospital de radioterapia de protones.

— Ask Bio y Bayer; Vivet Therapeutics y Pfizer; PTS y Arcline… tampoco tiene mal ojo para invertir.

— Ahora tenemos invertidos veinte proyectos entre los tres fondos. Hicimos uno en 2016, de unos cuarenta millones. En 2018, otro de setenta y, antes de verano, otro de 120. De estos veinte en los que hemos invertido, hemos vendido la mitad. En este sentido, tenemos la visión de fondos muy rápidos. Optamos por fondos más pequeños pero que generen retornos mucho más rápidos porque eso nos alinea con el inversor. Al final, este no quiere estar doce años en un fondo, lo que quiere salir antes. Y para nosotros es preferible montar en tres años cinco fondos, que hacer solo uno aunque mucho sea más grande. La otra razón es que tres cuartas partes de los proyectos los montamos nosotros, por lo que controlamos mucho el proceso de formación de la empresa y el desarrollo, y la parte de hacer proyectos bioindustriales es clave, porque España es un país fantástico y competitivo para montar este tipo de proyectos. 

 ¿A qué nivel?

— Es competitivo porque la gente está muy bien formada. Las infraestructuras son muy buenas y puede ser idéntico a cualquier otro sitio. Pero si comparas con polos de biotecnología como Boston, el problema que tienen allí es que el personal tiene una rotación enorme, cosa que aquí no pasa. Puedes generar un equipo muy sólido y a largo plazo. También los costes son más reducidos y los márgenes son mayores pero, sobre todo, puedes atraer talento, mantenerlo y generar un equipo de éxito que funcione a largo plazo.  

— Contrasta la rapidez de Columbus con la inversión a largo plazo que se supone en el sector Salud.

— Una de las cosas a tener en cuenta es entender cuándo se da la salida. ¿Quién va a comprar esto y cuándo? Es verdad que algunas las hemos vendido antes de lo que pensábamos, y se ha dado una parte circunstancial. Sin embargo, pensamos que si inviertes rápido y lo haces en uno o dos años en vez de en cinco —suele ser lo normal—, aceleras todo el proceso. Y si tienes inversiones que rápidamente se ponen en beneficios, como las bioindustriales, son mucho más fáciles de poder tener salidas. Ahora estamos en una TIR (Tasa Interna de Retorno) cercana al 70% y faltan la mayoría de compañías por desinvertir.

— ¿Qué busca Columbus cuando invierte en proyectos que no son propios?

— El equipo es importante y, luego, que la ciencia sea robusta y que realmente veamos que hay un paciente detrás que necesita la solución y que no esté cubierta. Si tú éstas haciendo algo que realmente funciona, que alguien lo necesita y se sabe mover operacionalmente, en algún momento eso va a tener un valor que hace que todo tenga sentido. 

— ¿Está pensando Columbus en un nuevo fondo?

— Por el momento no. Estamos participando en un nuevo fondo de impacto que se llama Sangha, con un valor de cincuenta millones, y lo hacemos con algunos de los líderes del sector como Carolina Casas, Bill Tai y directivos de empresas punteras. Ya tenemos muchas inversiones hechas, y es un sector completamente distinto. Ya hicimos un fondo pequeñito el pasado año para probar y, en doce meses, ha hecho un retorno por tres. Pensamos que inversiones internacionales que tengan impacto en la sociedad son importantes. 

— ¿Ha fomentado la pandemia una mayor inversión en el sector Salud?

— A nivel gubernamental se ha dado más publicidad de los fondos, que fondos per se. Pero sí que es verdad que para desarrollar las vacunas se han destinado muchos. Lo cual quiere decir que cuando se quiere se puede. En doce meses se han puesto financieramente y tecnológicamente los medios para desarrollar algo, lo cual era impensable hace años. Mucha gente que no invertía en Salud ha visto que es la parte más importante y han entrado muchos inversores privados. Pero hay que ver si se ha debido a una gran liquidez que había en el sistema. Por lo tanto, no se sabe si es algo que continuará después de la pandemia, o ha sido que se han juntado varias circunstancias. De hecho, si se mira en Bolsa, ves como todas las empresas subieron mucho hace un año y ahora están todas en mínimos. Hubo una fuerte subida, pero también una fuerte bajada. Vamos a ver cómo se estabiliza el sector. 

— ¿También se ha visto la necesidad de ir por delante en las investigaciones? Pensemos en las vacunas RNA de Pfizer o Moderna. 

— La medicina está avanzando a una velocidad impresionante. Lo que está hoy en la clínica no tiene nada que ver con lo que está en desarrollo. Y un gran ejemplo son las vacunas de RNA. Ahora, hay cada vez más terapias avanzadas basadas en material genético. Es evidente que si Moderna o Biontech no hubieran estado trabajando diez años en esta tecnología para otras cosas, no hubiéramos tenido tan rápidamente la vacuna. Y eso es un buen ejemplo del porqué es tan importante la Ciencia básica y el ir generando conocimiento, y es que puede ser crucial para la población en general. 

— ¿Quién debe abordar la ciencia básica?

— Hoy en día lo están haciendo más las universidades y los centros de investigación. Y eso, de alguna manera, lo financiamos entre todos. Se genera la base donde se hace todo. La empresa farmacéutica es demasiado pragmática para eso, porque se centra en la ‘i’ pequeñita (la innovación) y en el producto que ya llegue al mercado. Es más complejo que estén haciendo ciencia básica sin ver cómo va a ser un producto comercializable. 

— Se le ha dado muchas vueltas a que no haya una vacuna española. ¿Quiere decir algo?

— No es sencillo desarrollar un fármaco y ponerlo en tanta gente. En la pandemia se han dado cosas increíbles, como el desarrollar una vacuna de RNA en doce meses. Y, no solo eso, sino la logística y la producción. Cómo se pueden generar miles de millones de producción, algo impensable. 

— ¿Hay buena materia prima para invertir en España?

— Sí, y ha mejorado mucho. Cuando empecé había pocos inversores, había pocos proyectos y ahora hay muchos fondos, muchos proyectos, mucho talento y CEO que no es la primera vez que emprenden, por lo que está madurando mucho el sistema. También se están dando muchos casos de éxito y mucha inversión por parte de fondos internacionales. Nosotros hemos hecho un cálculo y por cada euro que invertimos en Columbus, atraemos diez euros de fuera. 

— ¿Cómo está el sector Salud en València?

— València tiene un problema, y lo discutíamos hace poco con la Agencia Valenciana de la Innovación. Y es que se está promocionando mucho que se muevan cosas, pero mi mayor punto de discrepancia es que no se está haciendo eco a lo que está pasando aquí. Y parece que al final todo pasa en Barcelona o Madrid. Y aquí estamos haciendo récords nacionales a nivel diagnóstico, con empresas grandes con ventas inmensas estos últimos años. Por ejemplo, PTS se vendió a Arcline. Hemos sacado Ciencia básica de la Universidad, se han generado cientos de empleos, están las fábricas aquí y no le hemos dado la repercusión que tiene. Esto sería positivo para todos los agentes, desde los políticos a las universidades y al ecosistema emprendedor. O para organizaciones como Bioval les reforzaría más. Dejamos de apuntarnos tantos y estos casos de éxito son los que empujan el ecosistema, porque generan que vengan otros y quieren atraer capital. Falta el punto de saber vendernos mejor. Y es una pena porque están pasando cosas increíbles que no hubiéramos pensado que pudieran ser posibles hace años.

— ¿Los investigadores son más emprendedores?

— Se ha ido promocionando hace mucho. Hace diez o quince años había una sensación de que el investigador que emprendía iba al lado oscuro, porque parecía que quería hacer dinero de la Ciencia. Pero se han dado cuenta de que la investigación básica es fundamental y transferirla a la sociedad también. Que pueda servir para algo. En este sentido, se ha interiorizado que el poder transferir el conocimiento es una parte clave, así como la propiedad intelectual. Además, los casos de éxito hacen un efecto llamada.

— ¿Han hecho ahí su labor las universidades?

— Las universidades y los parques tecnológicos son fundamentales porque el conocimiento y el talento está naciendo ahí. No somos conscientes de lo importantes que son. El problema es que son muy buenos generando conocimiento, pero están lejos de las necesidades del mercado. De qué se está necesitando en ese momento, o qué se va a necesitar, o de qué pide la industria farmacéutica. Sí que hace falta esa conexión entre la gente que ve las necesidades del mercado con la investigación que se está haciendo. 

— ¿Y cómo ve la Ley de la Ciencia? No está exenta de críticas por las dificultades a las que somete los contratos del personal investigador. 

— España ha perdido otra oportunidad de ser competitiva y darle a la Ciencia y a la innovación la importancia que se merece. Es cierto que se han incluido cambios en igualdad de géneros, en contratos laborales, se ha reducido burocracia y son buenos cambios que impactarán en el día a día. Y para mí, los dos problemas de base más importantes que tiene el sector se han obviado. El primero, la atracción de talento y que tenga los recursos. Tenemos muchos científicos que se han formado aquí y están trabajando fuera, y con esta ley no se está tratando equitativamente porque, al final, estamos fomentando la endogamia. No es nada nuevo que al final, si un científico ha estado trabajando todos estos años en el MIT o Harvard, no le cuentan los años de antigüedad, como si un investigador ha estado toda su vida en la universidad. No puede ser que alguien que no se ha movido de su departamento tenga un salario mucho más alto que el que vuelve del extranjero, debería ser equitativo para las dos partes. Y para mí el punto clave es que para que el sistema funcione y tire de la economía es necesaria una financiación, medios y estabilidad. Puede sonar a locura, pero estando todos los políticos de todos los partidos de acuerdo con que el I+D es importante y que es el futuro, debería esta ley incluir una obligatoridad de una financiación mínima vinculada al PIB. Deberíamos estar en un 3% para que realmente fuera un motor y que nuestra economía estuviera formada de una manera distinta. España ha perdido otra nueva oportunidad de poner en valor su base investigadora.

— También decidís poner en marcha la Fundación Columbus con la misión de desarrollar tratamientos efectivos para enfermedades raras.

— Se pone en marcha en el mismo momento que se monta el fondo. Queríamos hacer un vehículo financiero para ayudar a hacer desarrollos pero, que si generaba retornos, parte de estos fueran a la sociedad. Y eso lo centramos en enfermedades superraras. Trabajamos en muchas enfermedades con tratamientos avanzados, por ejemplo, genéticos. Si alguien tiene una mutación genética y detectamos una enfermedad, podemos, de alguna manera, introducirle el gen correcto y curar de raíz la enfermedad. En este sentido, veíamos que esa tecnología era fundamental para enfermedades ultrararas con componente hereditario o genético. Enfermedades que cinco o cien pacientes la sufren, y no había un retorno económico. Entonces, lo que sí que se pensó es: con la tecnología que ya sabemos que funciona y tenemos, vamos a desarrollar. Ahí la idea es hacer diez tratamientos para diez enfermedades. 

— ¿Puede concretar algo? 

— Por ejemplo, ya tenemos una en la clínica con más de un tercio de los pacientes curados, que es el párkinson infantil. Hay otros desarrollos que están acercándose a la clínica y otros más en investigación. Después, también vimos una gran necesidad en que no había radioterapia de protones y es fundamental, sobre todo para tumores cerebrales en niños. Montamos uno con Quirón y, hasta que estuviera disponible, decidimos que ayudaríamos a cualquier niño que necesitara terapia de protones a recibirla en el extranjero, donde sí que había centros. Con esta voluntad, ya hemos llevado a varios cientos de niños. Y para comunicar todo esto hicimos un programa de conciertos para poder explicar a la gente lo que se estaba haciendo y conseguir apoyo. 

— Desde Columbus se consideran esenciales las terapias génicas.

— Sí, porque al final todas las piezas que construyen nuestro cuerpo están descritas en un libro de instrucciones, que son tus genes. Si hay un error en las instrucciones, habrá una pieza incorrecta que te generará una enfermedad. Puedes intentar arreglar la pieza, pero es mucho mejor que la pieza se haga desde el principio. Pero no solo eso, es que se está llegando al nivel de poder reescribir o hacer otras cosas que te ayuden a curar esas enfermedades. Se están dando avances muy grandes con la tecnología de CRISPR, y la verdad es que entre las vacunas de RNA, las vacunas genéticas, la terapia génica sin virus y con ADN está siendo un antes y después en la medicina del futuro.

— Con la pandemia da la sensación de que lo que parecía estar tan lejos, en realidad, no.

— Es verdad que, con la pandemia, las vacunas de RNA se han hecho en tiempo récord. Lo que quiere decir que, cuando todos quieren que algo pase, pasa. Todos ayudan. No es lo mismo si la FDA o la agencia reguladora tarda seis meses en contestarte, o seis horas. Pero sí que es verdad que cada vez hay más productos aprobados para estas terapias con pacientes. Aquí se va a generar un debate, que es el precio de estas terapias, porque aunque tienen efectividad alta no son baratas. 

— ¿Un copago?

— Se están generando nuevos modelos. Es decir, mientras te ponga las instrucciones y te esté funcionando esa pieza, es como si pagaras un alquiler en vez de pagar un precio desorbitado. Si lo tienes durante treinta años, el coste sanitario de ese paciente es más barato. Hay que buscar nuevas terapias, pero también nuevos modelos económicos o de pago. Ahora han salido tratamientos a precios que pueden parecer desorbitados, de varios millones, y hay que buscar modelos que puedan tener más sentido para poder aplicar estas terapias.

Un investigador con vocación de emprendedor

Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universitat de València, tras crear varias empresas se lanzó a cofundar Columbus Venture Partners, capital riesgo con el que lleva constituidos tres fondos para financiar compañías de biotecnología, muchas de ellas impulsadas por ellos mismos. Entre sus inversiones, casi la mitad ya han derivado en éxito, como Polypeptide Therapeutic Solutions (PTS) y su adquisición por parte del private equity Arcline o la venta de AskBio a Bayer. Tormo, quien ha recibido numerosos galardones, como el Premio Fundación Princesa de Girona o el TR35 del MIT, también recogía recientemente el premio Alumni Plus Insigne UV. 

Este valenciano estudió Biológicas porque quería ser investigador y ayudar a la gente, pero ya puestos, mejor de mil en mil. Para ello, empezó su carrera en Oncología con paso por la Universidad de Bonn, en Alemania, donde hizo el doctorado. De ahí partió a Michigan, en Estados Unidos, para saltar al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), años en los que descubrió un tratamiento para tumores muy agresivos.

Después de publicaciones y premios, ¿qué sentido tenía realizar el descubrimiento si no se llevaba a la práctica? «Ahí es cuando decidí dejar mi carrera investigadora y probar suerte en emprender y montar una empresa, Bioncotech, ahora rebautizada como Hightlight para evitar confusiones con Biontech», explica. «Están muy avanzados los ensayos clínicos y realmente están funcionando. Pacientes que no tenían ningún tratamiento ahora sí tienen uno con eficacia. Ahí es cuando piensas qué pena habría dado si se hubiera quedado ahí», insiste.

Hightlight fue su primera empresa, que levantó con la ayuda de business angels —inversores particulares— valencianos y el apoyo de fondos extranjeros. «Durante ese camino me di cuenta de cuántas cosas más habría en la Ciencia, en los centros de investigación y en las universidades españolas que se habrían quedado en el cajón», reflexiona. Al cabo de unos años, contrató a un equipo de gestión, liderado por Marisol Quintero, y se embarcó en una nueva compañía.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 89 (marzo 2022) de la revista Plaza

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