Libros y cómic

VIAJE A ‘UN FUTURO QUE NO FUE’

Daniel Torres se convierte en el becario de Roco Vargas para dibujar sus memorias

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VALÈNCIA. Una tarde cualquiera del 1982, en un mismo universo, el dibujante valenciano Daniel Torres y su personaje más célebre, Roco Vargas, se dieron la mano por primera vez. un encuentro que cambiaría por completo la vida de ambos, convirtiendo a Vargas en un “aventurero espacial excepcional” y a Torres en su padre y su creador. Un encuentro con el que ambos crearían El futuro que no fue, un espacio único en el que todo era posible entre las viñetas y que convertiría a Torres en uno de los grandes referentes de la Nueva Escuela Valenciana de los 80. 

Un encuentro por el que ambos se deben la vida y que ahora se refleja en las Memorias de un futuro que no fue (editado por Norma Editorial), un brillante cómic en el que Torres se convierte en el becario de Vargas para contar su historia. En un cómic de gran formato y a lo largo de 96 páginas pintadas a todo color un tímido Torres se introduce por primera vez en el despacho de Vargas, quien cansado de tanta aventura espacial busca algún joven intrépido que se atreva a escribir sus memorias que se construyen entre postales, recortes de prensa y fotografías. 

Con un relato cargado de emocionalidad y de recuerdos, Torres se dibuja a sí mismo dentro del despacho de su “querido” Roco Vargas para inmiscuirse dentro de su baúl de fotografías y recuerdos: “Es una reflexión sobre la memoria y la importancia de los recuerdos. Quiero que el lector conozca a Roco Vargas cara a cara y que se sienta como un invitado más dentro de su despacho. Me interesa repasar su testimonio gráfico y ver qué cuenta de él mismo”.

Sentándose con este peculiar personaje al que el dibujante da vida, repasa un anecdotario increíble sobre su historia que pasa desde sus “batallitas” espaciales hasta su aparición en las portadas de las revistas más destacadas de su galaxia como Life y Solaris Mechaniks, donde él es la estrella: “Juego con llevar a los personajes al terreno de los recursos que se pueden reconocer y compartir, como son la cintas de super-8 y los recortes de prensa. Me gusta dotar a Roco de una propiedad e historia en la que se hace ver lo importante que era. En este caso, mostrar el pasado es darle verosimilitud al recuerdo”. 

Entre fragmentos de cintas caseras, postales y cartas enviadas por el mismísimo Roco Vargas se esconden también algunas obras de arte en las que Torres se inspira para componer su imaginario. En las memorias se cuelan algunas obras de “arte pop robótico” en las que Torres juega a recrear escenarios de la historia del arte “humana” y que a su vez “hacen cómplice al lector”, quien también se siente reconocido en algunas de las épocas del gran Roco Vargas, aunque jamás hayan vivido sus aventuras a su lado. 

“Es interesante componer un universo propio para el personaje, pero también me gusta introducir algunos escenarios reconocibles. Me interesa construir el relato de su época y sus recuerdos a través de esas imágenes”, apunta Torres quien con esta autoficción se reta a imaginar el trasfondo de las historias que empezó a dibujar en 1982. Aprovechando el formato de las memorias, hace también una interesante reflexión sobre el pasado, el deseo de “poseerlo” y lo que supone tener recuerdos en papel. 

En un cómic en el que no tiene que hacer caso a las leyes espaciales del espacio-tiempo habla de una memoria que se compone en sí misma de la ficción: “Cuando uno recuerda su pasado sin quererlo, está haciendo ficción. Para construir su relato y llevarlo al presente hay que abordarlo desde el cariño y la felicidad”. 

A través de todos estos recuerdos, las imágenes y gracias a su propia emocionalidad, Torres consigue regalarle al lector algunos detalles inéditos de la vida de Roco Vargas. Una aventura nueva en la que descubrir su parte más personal y unas “memorias” que se escriben con el cariño de un becario con muchísima experiencia. Y es que, tras diez libros y más de 40 años en la empresa espacial de Roco Vargas, ambos se merecían un recuerdo único entre viñetas, uno que dure más de un día, pero que al lector se le pueda pasar en un rato. 

Uno en el que las idas y venidas por el espacio exterior quepan entre las páginas y en el que el lector pueda unirse a la narrativa sin moverse siquiera de su propia silla. Y un viaje incontenible hasta para el propio Torres, un becario tan emocionado que llegó a hacer más imágenes de las que le pedía la editorial, y que ahora saltan de la bolsa de viaje de Roco al artículo que les dedica a ambos Culturplaza.

Un par de imágenes inéditas realizadas para 'Memorias de un futuro que no fue' cedidas por Daniel Torres

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