Hoy es 3 de octubre
La cineasta alicantina ha construido una corta pero sólida filmografía que le ha llevado siempre a sus raíces
VALÈNCIA. "En realidad, solo he rodado tres cortos, tampoco es para tanto", dice entre risas Elena López Riera. El número es cierto, pero la humildad con la que mira su filmografía es matizable. Su primer corto, Pueblo, fue el primero con el que una cineasta española llegó al Festival de Cannes, bajo el paraguas de la Quincena de Realizadores. Continuó su carrera con Las visceras, que fue seleccionado en el Festival de Locarno, en el que también alcanzaría en 2018 su mayor reconocimiento hasta la fecha con su último cortometraje, Los que desean, el de Mejor Cortometraje Suizo. Así que los tres cortos ha dado más que suficiente de sí. Ahora toca dar un paso adelante.
Los que desean se ha presentado esta semana en Cinema Jove y es la primera vez que se puede ver en València tras viajar por varios festivales de España y hasta al MoMa de Nueva York. El público aplaudió con entusiasmo su retrato de la colombicultura en su Orihuela natal, en la que hace un paralelismo de la normativización y la espectacularización del deseo dentro de unos mecanismos artificiales, ya sea a través de los concursos de palomos o de los arquetipos masculinos actuales. Su voz en off recita las normas de la competición de colombicultura, en la que una paloma es perseguida por decenas de palomos y el ganador de estos es quién consigue "seducirla" mejor y más tiempo. Mientras, en la pantalla, los oriolanos que observan el espectáculo son retratados al mismo nivel que los propios palomos, de una manera extravagante pero auténtica, moviéndose en libertad y sin tener en cuenta a la cámara. El cortometraje acaba siendo un poema visual, en el que la belleza de lo retratado contrasta con la denuncia social.
Esta trilogía de cortos que conforman su filmografía están tejidos por un hilo conductor: el de tomar su pueblo natal como una oportunidad de contar aquello universal que le preocupa. Todo esto, además, desde Suiza, el país en el que ha vivido los últimos años.
- ¿Tu cine te reconcilia con tu origen?
- No hablaría de reconciliación. En la literatura y en otras disciplinas está de moda últimamente romantizar la idea de lo rural como un espacio de gente maja. Yo estoy por lo contrario, creo que no hay que caricaturizar lo rural porque acabas construyendo la idea de "el buen salvaje", que es un discurso colonialista. También hay gente malvada en los pueblos y complejizar (es decir, evitar ante todo la simplificación) el retrato de mi pueblo o de mi familia, contando sus luces y sus sombras, es una manera de darles el valor que merecen.
Cuenta la anécdota de que la gira mundial de su corto le ha hecho encontrarse con gente que se aterrorizó por "los ritos tan ancestrales y sexistas" que retrata. Ella lo tiene claro: "Orihuela no es más machista que Londres". Su mirada no quiere ser maniquea, pero no renuncia a reflejar una preocupación suya sin condenar. Orihuela le permite rodar en su hogar, y si bien ha sido su único escenario hasta ahora, no descarta que eso cambie.
El agua será su paso al largometraje, tras recibir la bendición de la Cinefóndation del Festival de Cannes. Ahora mismo escribiendo una historia ficcionada sobre la amenzada de una riada que pondrá en escena la relación entre el Río Segura y las tierras bañadas por él, el respeto fantasmagórico que le tenemos al curso del río en una tierra donde, como decía Raimon, la lluvia no sabe llover, donde los cursos fluviales se llevan piedras, puentes, coches y también personas. Si en Los que desean poetiza un hecho real, en El agua desplegará todo su misticismo.
Y a pesar de eso, todo está por hacer: "me impone el entusiasmo con el que se ha recibido el proyecto porque realmente aún no está. Al escribir a veces pienso en las expectativas que hay en mí, pero mi manera de hacer cine es muy libre e improvisada, casi a ciegas, y así va a seguir siendo", comenta.
Cada vez que un medio de comunicación valenciano le pregunta por las ayudas y la atención de la Administración, Elena López Riera hace subir el pan. Ella misma lo reconoce. "Creo que es una reivindicación que se tiene que hacer, y no pretendo que parezca una pataleta mía. Las condiciones y las estructuras de las ayudas públicas están hechas para la industria de los 90, y no es que se tengan que abrir a los nuevos cineastas, es que tienen que estar preparadas a nuevas formas de hacer cine", defiende.
En esas están, tanto la Generalitat como el Gobierno central, aunque queda mucho camino. Las condiciones para hacer cine en la Comunitat están consiguiendo que los creadores y creadoras que se fueron (en el caso de López Riera, de manera voluntaria), vuelvan. Así lo ha hecho ella, recuperando la habitación que le vio crecer y presentando su tercer corto en Cinema Jove, el festival que le dio su primer trabajo.
Esa nueva forma de entender el cine pasa por dejar de mirar tanto a los Oscars y buscar extender las maneras de llegar al público: "hay de desacralizar el cine". Ahora también vale un centro cultural o internet, y la máxima aspiración puede ser una selección en un festival europeo. Le acompaña una nutrida generación de nuevos cineastas, como Chema García Ibarra o María Antón Cabot, dos nombres muy vinculados a López Riera desde sus estudios y que trazan un triángulo creativo con un elemento común: València. Ahora crecen cinematográficamente de una manera (fortuitamente) sincronizada: "no sé si somos escena, yo los considero familia". Y añade: "creo que corre a nuestro favor no ser hijos de artistas y no tener expectativas, sino haber sido unos mataos que recibieron con sorpresa nuestra primera selección, que fue de manera fortuita".