Héctor Troyano y Xavier Jorge, separados por la diputada Mamen Peris, en una de las escasas imágenes recientes que comparten ambos.VALÈNCIA. "La gente ve un caballo ganador y no tres cuando llegan a la meta". Con esta metáfora resume un conocido asesor político la disyuntiva ante la que se encuentran los gobiernos municipales mixtos a poco más de cinco meses de las elecciones, de esa línea de meta, y, sobre todo, la tesitura de aquellos partidos que forman parte del ejecutivo municipal pero que no ostentan la alcaldía. La sufren todos los principales, en mayor o menor medida.
Capitales de comarca como Torrent, Gandia o Alzira suponen claros ejemplos en la provincia de València. En la primera, el alcalde, el socialista Jesús Ros, dirige la ciudad con una mayoría simple a la que le dan la absoluta los dos votos de Raúl Claramonte y Toni Nebot. Estos últimos forman parte de Ciudadanos, una marca en declive.
El primero ya ha anunciado que volverá a presentarse como cabeza de lista, confiado en su popularidad personal y en labor realizada en delegaciones como Movilidad, Transporte o El Vedat, además de en su capacidad y la de su equipo para difundir esa tarea. No obstante, gobierna con quien será uno de sus principales rivales, el carismático Ros, que aspira a conseguir, esta vez sí, la mayoría absoluta. En ser ese caballo ganador.
En Alzira ocurre un caso similar aunque con otras derivadas. Gobierna Compromís con un alcalde, Diego Gómez, que se retira y con una marca que no se halla en su mejor momento. Dirige el municipio con el respaldo del PSPV, que dispone de un reducido grupo de tres ediles del total de 21 del pleno.
La socialista Gemma Alós opta por primera vez a la vara de mando y trata de marcar perfil propio buscando devolver a Alzira el papel “capital” -como pone en sus lemas de campaña- por el que pudo destacar más en el pasado. Se desmarca de Compromís, con quien gobierna y del que será rival en los próximos comicios, buscando su propio camino. Le puede beneficiar el adiós de Diego Gómez.
En otra populosa localidad de la comarca, Carcaixent, ocurre un hecho similar. El primer edil compromisario, Francesc Salom, se marcha por determinación propia. Lo sustituirá el hostelero Enric Casassús. Salom gobierna con un exiguo grupo municipal compuesto por seis ediles y con el apoyo del PSPV, que confía en arrebatar esa alcaldía a su socio. Para ello potencia a su candidata, Sara Diert, recién elegida como presidenta del comité comarcal de la Ribera Alta. Aspira, como en Alzira, a dar el sorpasso escapando de su papel actual de comparsa.
Lo mismo podría extenderse a Catarroja o Oliva, población esta última donde la vicealcaldesa socialista, Ana Morell, mira de reojo a la máxima munícipe, Yolanda Balaguer, que accedió al cargo a mitad de mandato al marcharse el anterior alcalde, David González, también de Compromís.
En Vilamarxant ocurre una situación similar con el PP y Ciudadanos. Se alternaron la vara de mando y ahora son los concejales populares quienes se sitúan en segunda fila mirando, de reojo, esa línea de meta que ya está, cronológicamente, a cinco meses y que quieren superar con la vitola de caballo ganador.
Héctor Troyano, coordinador comarcal del Partido Popular en Camp de Túria, opta a vencer en mayo de 2023 con mayoría absoluta. Con esa misión no se pierde un acto ni la ocasión de difundir su presencia. Para conseguir ese objetivo deberá destrozar –electoralmente- al actual alcalde, el activo Xavier Jorge, de Ciudadanos, que ya ha anunciado que volverá a presentarse y que, junto a su equipo de dos ediles, también se está preocupando de personalizar su gestión y vincularla a su persona.
Algo similar, aunque con poco éxito hasta la fecha, están tratando de llevar a cabo los dos ediles que dan soporte al socialista Ramón Marí en Albal. Se trata de José Arias, concejal delegado de Comercio, Cambio Climático o Desarrollo Sostenible y electo por la candidatura de Unides Podem; y David Ramón, candidato de Compromís en 2019 y responsable de Cultura y Patrimonio en la actualidad. A Marí, con ocho ediles, le basta el respaldo de uno u otro.
El alcalde –cuyo hijo, por cierto, Raimon Marí, es concejal de Fiestas en la anteriormente citada localidad de Carcaixent- está acostumbrado a lidiar en esa coyuntura y a focalizar los logros de la gestión en un municipio que se atraganta al PP unas elecciones tras otras.
Marí sabe que obtener la mayoría absoluta en 2023 depende de absorber a uno, o a los dos, báculos que tiene ahora el equipo de gobierno del PSPV. Por sumar las actas de sus ahora socios.
Esa intención de protagonizar las conquistas llega incluso a casos de partidos con representación en un pleno que ni tan siquiera gobiernan, aunque tratan de hacerlo en la sombra. O de trasladarlo de manera bien visible.
Uno de los ejemplos más recientes y notorios lo representa el PSPV de Albalat de la Ribera. Su secretario general, José Antonio Roig, y su también concejal local Salvador Martínez se han reunido con altos cargos de Conselleria de Política Territorial para “abordar la construcción de la ronda norte” -según han trasladado en un comunicado-, obra fundamental para disminuir el tráfico en el casco urbano.
En Albalat gobierna Esquerra Unida con el apoyo de Compromís. El PSPV se encuentra en la oposición con cuatro ediles. No obstante, aspira a ser, incluso sin formar parte del gobierno local, ese 'caballo´ que sus convecinos vean como ganador en mayo de 2023.
La línea de meta está muy cerca después del 'maratón´ que han supuesto estos cuatro años que comenzaron en la primavera de 2019. Llega el momento del esprint final y nadie quiere quedarse rezagado. Ni en los municipios citados ni en otros muchos con una coyuntura similar. Por muy estrecha que sea la relación como socio de gobierno.
