Solo un centro cultural en València podría reunir a Sorolla, Botero o Magritte, y ese es Fundación Bancaja. La entidad cumple diez años desde su refundación, convertida en uno de los grandes motores culturales de la ciudad (y más allá). ¿El secreto de su éxito? De eso algo sabe su presidente, Rafael Alcón
VALÈNCIA. Viajamos a 1950. Fue en ese año cuando se impulsó la construcción de la nueva Basílica de Arantzazu, en el País Vasco. El espacio, firmado por los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, abrió sus puertas cinco años después de que fuera proyectado, un inmueble que rompió por completo con la idea de templo clásico, conjugando la solemnidad religiosa con los lenguajes artísticos del siglo XX. Fe y abstracción. La bienvenida a esta singular edificación corre a cargo del escultor vasco Eduardo Chillida, encargado de levantar las puertas de hierro que separan lo humano de lo divino, un trabajo que hoy sigue atrayendo miradas. Casi siete décadas después de que la basílica ofreciera su primera misa, Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, la visitó con el objetivo de ‘cazar’ los portones de Chillida para una exposición en València, una muestra diseñada de la mano del comisario Javier González de Durana. «Usted es un osado», respondió sorprendido el guardián superior del monasterio ante la propuesta de la institución valenciana. La réplica, en realidad, no tenía tanto que ver con el interés por las puertas, algo que de por sí no debería haber generado ninguna extrañeza a sus custodios, sino por un dato que hasta ahora nos hemos callado: la misión no era diseñar una exposición sobre Chillida, sino reunir a Chillida y a Jorge de Oteiza.
Que las gestiones pasaran por el santuario no era casualidad, pues precisamente ese templo fue un espacio de ‘encuentro’ para los artistas. Si bien Chillida fue el encargado del diseño de las puertas, Oteiza hizo lo propio con los apóstoles que se ubican en la fachada principal, un encargo que se alargó hasta finales de la década de los sesenta ante las prohibiciones de la Iglesia por no atender el proyecto presentado a sus preceptos en materia de arte sacro. Este espacio compartido por ambos fue, en cualquier caso, una excepción. Su enemistad se hizo pública durante décadas, años de enfrentamiento, con acusaciones de plagio de por medio, del que se hizo partícipe al pueblo vasco. La distancia parecía insalvable hasta que llegó el conocido como abrazo de Zabalaga, en 1997, un encuentro que les unió en una fotografía histórica pero que, en realidad, no supuso el inicio de la gran amistad que muchos esperaban. La rivalidad, de una manera u otra, seguía latente. De ahí la “osadía” de la propuesta de Fundación Bancaja, que se puso como objetivo lo que parecía imposible: reunirlos.
Entonces llegó noviembre de 2021 y, con él, abrió sus puertas en València la exposición irrealizable, la osadía, Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años cincuenta y sesenta, una muestra histórica que presentaba por primera vez de manera conjunta la obra de los dos vascos. «Fue una lucha dura», recuerda el presidente de la fundación valenciana. Los esfuerzos en la gestión, sin embargo, dieron sus frutos, tanto que su recorrido no acabó en València. La exposición, que también logró un hermanamiento sin precedentes de la Fundación Museo Jorge Oteiza y Chillida Leku, viajó, meses después, al Museo San Telmo de San Sebastián, donde batió récords de visitas en el centro. «Fue impresionante ver cómo el público del País Vasco aplaudió esa reconciliación. Esta es una de las pocas inauguraciones en las que me he emocionado», recuerda Alcón. Lo que un día pareció imposible se saldó con un gran abrazo expositivo, un orgullo que hoy queda reflejado en dos fotografías que decoran el despacho del presidente de Fundación Bancaja, en las que está acompañado, entre otros, por el lehendakari del Gobierno Vasco, Iñigo Urkullu, unas imágenes que dan cuenta de la trascendencia de un proyecto que va más allá de lo artístico y que nos habla también del espíritu de la entidad.
Pero ¿cuál es el secreto para que una institución valenciana haya conseguido lo que parecía imposible? Lo desliza Rafael Alcón en varias ocasiones durante la entrevista: gestión, gestión y más gestión. «Las exposiciones no son fáciles. Con dinero, sí, pero no lo tenemos. Ese dinero se suple con una buena gestión», confiesa. Es ese esfuerzo entre bambalinas, tan silencioso como necesario, una de las llaves del éxito continuado de un proyecto que, este 2023, celebra su primera década.
¿Solo diez años?, se preguntarán los más avispados. Sí, diez, pero desde su refundación. Fue con la desaparición de Bancaja como entidad financiera, por la transferencia del negocio bancario a Bankia, que se inició la nueva etapa de Fundación Bancaja, ya como institución privada sin ánimo de lucro e independiente de la caja de ahorros, una reconstitución que fue de todo menos sencilla. «La transición fue muy dura. Fue complicado porque, además, teníamos que eliminar esa deuda reputacional que nos había caído. La fundación nació con mucha incertidumbre; había miedo. Pero aquí íbamos todos en un tren… y ha funcionado. Nos sentimos muy orgullosos de haber llegado a este décimo aniversario». Ya sin la entidad bancaria tras el proyecto, la fundación echó a andar con más de una incógnita por resolver, entre ellas: ¿qué hacemos con el nombre? Lo cierto es que sobre la mesa estuvo la opción de renacer bajo una nueva marca, un cambio de cara que, en última instancia, frenó siguiendo el consejo del exministro de Educación Ángel Gabilondo. «Hoy Bancaja no existe, Bankia no existe, pero queda Fundación Bancaja». Efectivamente, hoy Bancaja solo hay una, la fundación, un proyecto que, pese a las dificultades iniciales, ha logrado mantener la solidez y estabilidad de sus dos pilares —la acción social y la cultura—, afianzándose en esta década como el gran centro cultural privado de València.
Este décimo aniversario está marcado, cómo no, por otra celebración, el Año Sorolla, que conmemora el centenario del fallecimiento del pintor de la luz, un evento que está salpicando la práctica totalidad de la agenda expositiva valenciana. Aunque Alcón se muestra cauto a la hora de colgarse medallas, lo cierto es que Fundación Bancaja ha sido el principal actor —público o privado— en divulgar la obra de Sorolla en la Comunitat Valenciana, una misión que se ha saldado con prácticamente una exposición al año y algunos hitos, como la muestra Visión de España, que recibió a 900.000 visitantes solo en València. Este camino lo transitan gracias a la colección de piezas del autor que poseen, pero indudablemente también por la sólida alianza creada con la Casa Museo y la Fundación Sorolla, así como con la propia Blanca Pons Sorolla, quien desde 2021 forma parte del patronato de Fundación Bancaja.
«Sin la cultura los pueblos no avanzan. No lo debemos olvidar»
«Los lazos se han ido fortaleciendo, vamos cogidos de la mano», relata Rafael Alcón. Si bien Fundación Bancaja no es en ningún caso una subsede del Museo Sorolla, que depende del Ministerio de Cultura y Deporte, lo cierto es que, en estos años, unos y otros han construido un puente que ha permitido traer a València no pocas exposiciones proyectadas desde Madrid —algunas, incluso, ampliadas—, que se suman a las generadas por la propia institución valenciana. «Esto se ha hecho gracias a la gestión, la gestión y la gestión. No diría que nos necesitamos, pero estamos muy cómodos los unos con los otros». Es indudable que Sorolla tiene una casa en València con Fundación Bancaja.
Sobrevuela durante nuestra charla con el presidente, claro, ese sueño de muchos de crear un Museo Sorolla en València. Esto, lejos de ser un comentario al vuelo, llegó a debatirse este mismo año en el pleno del Ayuntamiento de València —aunque la propuesta, presentada por el grupo Ciudadanos, acabó siendo rechazada—, un deseo que se ha reavivado con fuerza en este centenario, pero cuyo aterrizaje es complicado. «Como ciudadano, me encantaría que existiera aquí un Museo Sorolla; pero, como presidente de esta entidad, veo que no podemos aspirar a tenerlo nosotros. No olvidemos que el centro de Madrid ha sido voluntad expresa de Clotilde García del Castillo, mujer de Joaquín Sorolla». Ahí reside una de las claves para entender la cuestión, pues la donación de García del Castillo estuvo vinculada expresamente a la Casa Museo ubicada en Madrid, una realidad que pone difícil la creación de un posible Museo Sorolla valenciano. Ricemos el rizo, ¿y un museo 'mixto' que sume los fondos de distintas instituciones de la Comunitat? «Es complejo». No hay más preguntas al respecto.
Por lo pronto, las salas de la fundación acogen actualmente la exposición Sorolla en negro, un viaje por la paleta más oscura del pintor conocido por la luz. Pero donde hay luz hay sombras, y ahí es donde entra el proyecto comisariado por Carlos Reyero que, entre otras piezas, muestra de nuevo una de las joyas de la Colección Bancaja, ¡Triste herencia!, que refleja el drama social de niños enfermos acogidos por el hospital valenciano San Juan de Dios. Esta no es la única exposición con la que se integran en el programa del centenario, pues el calendario cuenta con una segunda cita marcada para el próximo mes de octubre. Será entonces cuando se inaugure A través de la luz, un proyecto que promete ser una de las grandes citas del calendario cultural de 2023, pues acogerá cuadros nunca antes vistos en València, pertenecientes a la Hispanic Society of America. La palabra proyecto, en este caso, no es baladí, porque hablamos de una exposición de obras de arte, y de las importantes, pero no solo, pues las piezas estarán acompañadas por una sala «sensitiva» y un espacio de realidad virtual.
«No podemos rechazar la tecnología. Pero hay un matiz importante: la obra de arte de Joaquín Sorolla o de cualquier otro pintor es irrepetible»
Este acercamiento a las nuevas tecnologías se enmarca en una conversación mayor con respecto a su relación con las instituciones artísticas. De hecho, la de Fundación Bancaja no es la única muestra «inmersiva» en este Año Sorolla, que se sumará a otra en La Marina, aunque en este caso sin obra física del pintor. Realidad virtual, NFT o, más recientemente, inteligencia artificial son algunos de los conceptos que se han colado en los últimos años en las conversaciones del mercado del arte, herramientas que copan los titulares más llamativos de ferias o museos, pero ¿cómo se aterriza esta relación desde un museo como Fundación Bancaja? Rafael Alcón lo tiene claro: el valor de la tecnología reside en su capacidad didáctica, como complemento, pero la obra real es insustituible. «No podemos rechazar la tecnología. La tecnología está aquí. Pero hay un matiz importante: la obra de arte de Joaquín Sorolla o de cualquier otro pintor es irrepetible. Las sensaciones que transmite el artista no se pueden concebir con una reproducción. La tecnología es fantástica para complementar la obra real, pero no es la obra real», defiende.
Junto a la oscuridad de Sorolla cierra su programación —al menos hasta después de verano— una muestra en torno al colombiano Fernando Botero y otra que mira al arte belga, que reúne piezas de artistas como Magritte o Paul Delvaux, una combinación que pone de manifiesto la gran capacidad de la fundación de reunir a grandes nombres del arte. Y no son los únicos. En este tiempo han ocupado sus salas firmas como Jaume Plensa, Genovés y su significativo abrazo o Antonio López, quien de manera no buscada dio una de las grandes fotografías tras el confinamiento, cuando logró reunir grandes colas de público —aunque todavía con distancia de seguridad y mascarilla— en el entorno de la plaza de Tetuán, una imagen que daba cuenta del reencuentro del público con la cultura en plena emergencia sanitaria. De todos estos nombres, otro sobrevuela también la charla, aunque todavía no lo hemos mencionado: Pablo Picasso. Junto a Sorolla, es otro de los grandes pilares de la colección que custodia la entidad, que reúne una «muy buena colección» de grabados, libros y linóleos del malagueño. También, como Sorolla, Picasso celebra este 2023 su ‘Año’, en este caso en conmemoración del cincuenta aniversario de su fallecimiento, un curso en el que no pocos museos, especialmente de España y Francia, han desplegado su arsenal artístico para construir un evento para el que València también tiene el turno pedido, aunque de momento habrá que esperar un poco.
Confiesa Alcón que durante el inicio de los preparativos, liderados en un primer momento por el exministro de Cultura y Deporte José Guirao (fallecido en julio de 2022), Fundación Bancaja fue una de las instituciones invitadas a formar parte de la comisión, un acercamiento que se enfrió con el cambio de dirección y confección final del programa para 2023. Aquí hay, además, otro factor clave a tener en cuenta, pues el volumen de centros culturales implicados y con proyectos expositivos ideados para el presente curso bloquea los movimientos de no pocas piezas del malagueño, razón por la que finalmente el centro valenciano ha optado por dejar pasar el turno, aunque esto no quiere decir que no esté sobre la mesa un nuevo proyecto expositivo a corto plazo en torno a la figura de Picasso, que podría llegar en el año 2024.
La Colección Bancaja suma en torno a 2.800 piezas que abarcan desde el siglo XV hasta el XXI, una colección de la que Sorolla o Picasso son sus grandes pilares, junto con la colección de arte contemporáneo, que se moldeó de la mano del exdirector del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) y del Museo Reina Sofía Juan Manuel Bonet, o de arte de entre los siglos XV y XVIII, que suma obras de artistas destacados como Joan de Joanes, Tomás Yepes o José Ribera. Su difusión es una de las grandes misiones del centro —aunque el crecimiento de la misma es ahora más limitado—, un objetivo al que acompaña su acción social, dirigida a personas en riesgo o situación de exclusión social, personas con diversidad funcional y personas mayores en situación de vulnerabilidad. Con CaixaBank como aliado, entre sus iniciativas se encuentran convocatorias como Capaces, que se orienta a la integración social y laboral de personas con diversidad funcional; Coopera ONG, dirigida a proyectos de apoyo a personas desempleadas de larga duración o familias sin recursos, así como distintos talleres en torno a sus exposiciones.
Una década después de su refundación, Fundación Bancaja vive en una València que, en el ámbito cultural, ha cambiado significativamente. Al mutante mapa de galerías de arte se han sumado, en estos años, nuevos proyectos de gran envergadura, una revolución generalizada de la que es difícil encontrar un precedente. Uno de los primeros de esta ‘nueva hornada’ fue Bombas Gens. El centro privado, impulsado por la Fundació Per Amor a l’Art, removió el circuito cultural cuando abrió sus puertas hace seis años, un centro en el que están ahora puestas todas las miradas, tras el anuncio del inicio de negociaciones para que la Generalitat Valenciana asuma parte de la colección de arte, así como la salida de su directora artística. Más reciente fue el aterrizaje de CaixaForum en València, que ha encontrado casa en el Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, proyectos a los que en apenas unos meses se sumará —situado a pocos metros de Fundación Bancaja— el Centro de Arte Hortensia Herrero, que se ubica en un rehabilitado palacio Valeriola. A ellos hay que sumarle otro movimiento clave del escenario cultural reciente, la transformación del Centre del Carme en un espacio de creación contemporánea.
Crece la València cultural y, con ella, también sale reforzada una Fundación Bancaja que pese a su larga historia —va más allá de su década de ‘independencia’— todavía, confiesa su presidente, se siente como un proyecto en proceso de construcción. «Ha sido una bella historia de lo posible y lo imposible. En estos años hemos tenido una transición muy continua, in crescendo, que se ha notado en todas las actividades. Somos una fundación relativamente nueva». Y, acaso, ¿no está la escena cultural siempre en construcción? Antes de apagar la grabadora, un último apunte de Rafael Alcón: «Sin la cultura los pueblos no avanzan. No lo debemos olvidar»
* Este artículo se publicó originalmente en el número 104 (junio 2023) de la revista Plaza