A veces apetece volver a los clásicos. A Mies van der Rohe, a la Vespa, a Dostoievski y al steak tartar de Dolium
A veces no tienes ganas de que un veinteañero lleno de tatuajes que no sabe la diferencia entre una molleja y una cococha te tome nota y se dirija a ti con esa odiosa frase "A ver, chicos ¿qué os apetece comer?". Hay veces que las formalidades, una corbata, un mantel de lino y que te llamen de usted no está tan mal. Algunas veces, huir de la vanguardia es necesario. Sobre todo si donde recaes es un clasicismo bien entendido como el de Dolium y el de Juan Antonio, que prepara uno de los mejores steak tartar de la ciudad, un plato que hace delante del comensal, mucho, muchísimo antes de que el steak se extendiera a las cartas de medio mundo con resultados más bien anodinos.
En Dolium, el trato y el servicios son impecables y el producto que utilizan de lo mejor que hay. El steak tartar es imprescindible, pero hay más, el carpaccio de gambas con aceite de la Sierra de Espadán o las croquetas de jamón ibérico esbozan lo que será una comida redonda. Hay que volver a Dolium.