El maldito virus nos ha privado de las cosas más esenciales. Pero a pesar del miedo y la angustia, hay una cosa que permanece intacta en la mayoría de nosotros: las ganas de celebrarlo cuando todo haya pasado. Porque esto también pasará y tendremos mil motivos para salir a retomar la vida
Día 16 de confinamiento. En casa vamos por el tercer bizcocho, he tratado de emular (con poco acierto) las croquetas de Echaurren, he hecho dos cocidos (ahora lo llaman batch cooking), un potaje, me he tomado varias cervezas con mis amigas vía internet y como casi todos, estoy bebiendo más alcohol de la cuenta. Bajo dos veces al día a pasear al perro y cada vez que lo hago pienso en la escena de Chernobyl en la que los vecinos contemplan el fuego desde el puente ajenos al veneno invisible y letal que respiran. Me siguen impresionando el silencio de las calles y algo en lo que nunca hasta ahora había reparado, la sensación del viento acariciándome la cara.
Ya no me hacen tanta gracia los memes, ahora que tengo a alguien de la familia ingresado. Pero aún así, trato de imaginarme el día en que podamos volver a salir. No llego a decidir cual será ese primer bar o restaurante. Supongo que dará igual, que lo importante será poder tocar a los míos y la comida, una simple excusa. No sé si será un bocadillo o un chuletón, una pizza o un festival de nigiris. Qué más da, mientras estemos todos juntos.
Hemos preguntado a unas cuantas personas cómo se imaginan ese momento. Dónde irán, qué pedirán, y casi todo el mundo ha coincidido en que será junto a la gente que quieren. Volveremos a los bares, y Guía Hedonista pondrá todo su empeño en ayudar a que remonten, ya estamos en ello. Mientras tanto, quédense en casa y sigan soñando con su primer festín hedonista.
Cuchita Lluch, presidenta ejecutiva de Mediterránea Gastrónoma
«Qué difícil y qué bonito... Hay muchos sitios a los que querría ir... En Madrid tengo varios importantes pero el más importante de ellos es Sacha. Sacha es como el restaurante de referencia, es el restaurante de casa y además lo tengo vinculado a Juan. Una de nuestras primeras citas fue en Sacha, mi 50 cumpleaños lo celebramos con los hijos en Sacha, el cumpleaños de Juan también lo celebramos allí... Sacha es casa para todos, y como la mayoría de amigos con los que compartimos vida aquí en Madrid pertenecen al mundo de la gastronomía, me imagino entrando y diciendo "Pónnoslo todo, pon lo que quieras y montemos un fiestorrón. Me imagino yendo con Rodri y con Nagore, de Arima, Sacha es también un padre para ellos; con Javi Estévez de La Tasquería y Sara; con mi amiga Alejandra Ansón, con Guillermina Bravo y Marian de la Taberna Verdejo... con todos ellos compartimos nuestra afición común y entusiasmo por la gastronomía y por Sacha que es papá para todos».
Xavi Calvo, diseñador y con-fundador de Estudio Menta
«En este extraño período echo de menos el bullicio de los bares, el run-run de los restaurantes, esos cubiertos vecinos... y creo que me costará acostumbrarme a que vuelva un camarero a traer mi plato o a recogerlo. No descarto que termine de comer en un restaurante y me paren en el lavavajillas de la cocina al entrar a dejar los platos.
Mi primera celebración me huele a arroz en familia y a mucho griterío. Y mi primer festín gastronómico (al que sólo falta poner fecha) será con mi mujer para celebrarlo todo, pero no puedo desvelar el sitio por si nos lee. Ya os lo contaré. Por suerte estamos en València, y tenemos lo mejor de lo mejor. Y me lo imagino... eso, con bullicio, con mucha gente contenta, valorando el momento, que es de lo que se trata.
Leí por ahí que la nueva normalidad nos traerá una normalidad diferente. Si somos capaces de disfrutar más, así, en general, bienvenida sea. Y que pase esto ya».
Paco Roca, autor de cómics
«Cuando acabe la cuarentena me gustaría comer en casa, pero en casa tranquilo, con mi pareja. Comprar comida en el Mercado Central (Central de Latas, el marroquí, hamburguesas de Palanca...) y sin niñas poder comer tranquilos en casa».
«Pues por razones sentimentales y porque nos encanta te diré Baat, ya que fue el último lugar dónde comimos antes de comenzar este maldito confinamiento. Nos maravilla la labor en cocina de Mike y el buen servicio amistoso y cercano de Santi. Mike es un portento en la cocina, de las pocas personas capaces de aunar gastronomías tan distintas como la peruana, la mexicana, la tailandesa o vietnamita y sacarles el máximo partido a nivel de sabor y presentación. No nos olvidamos del cercano y atento servicio de Santi en sala y sus increíbles cocktails, mención especial para el que prepara con mezcal. Ahora que estamos muy en familia... y tengo aquí al lado a Liby, me dice que dónde irá en cuanto acabe el encierro es a Gordito Burger, le encantan sus hamburguesas, están jugosas y muy ricas, además de hechas de forma completamente artesanal».
Jesús Terrés
«Lo tengo clarísimo, la primera visita será con mi madre a Askua que para eso es el number one del 2020 y porque allí soy feliz con muy poco; después volveré a la ruta de siempre (la de hacer kilómetros en busca del placer total) pero es que da la bendita casualidad de que las semanas exactamente anteriores se juntaron en el calendario algunos de los restaurantes de mi vida: Nerua, Azurmendi, Extebarri, La Tasquita de Enfrente o ese último almuerzo, tan solo unos días antes, frente a la playa de Vera en Güeyu Mar. Ya entonces dijimos que tenía mimbres de ser la comida del año; no sabíamos lo que venía. Me esperan Frantzen en Estocolmo o Alchemix en Copenhague pero también Anyora o Carmela. Qué suerte tenemos en València con una gastronomía de tantos quilates y qué importante será demostrarles nuestro apoyo cuando esto pase».
Almudena Ortuño
«Apenas han pasado dos semanas, y ya me descubro echando de menos el tintineo de las copas y los tenedores, las risas en las mesas de alrededor y las buenas maneras de los camareros. La vida, que late como en ninguna otra parte, en los bares. Es momento de saborear la melancolía y de aprender a valorar lo que tuvimos; lo que volveremos a tener. Tiempo de abrir el apetito y prepararse para la bacanal, porque el reencuentro será inédito y apoteósico. El ruido de una persiana que se levanta, el café con leche en el bar de la esquina. Eso es lo primero que haré, y pediré un pincho de tortilla. Un almuerzo con mis amigas, en el Alhambra o la Pérgola, porque necesito chocar las cañas y abrazarlas fuerte. Me muero por una noche de tapas en la barra de Ricardo, por una cena entre vinos en la trastienda de Casa Montaña -que por cierto, es el último establecimiento donde celebré la libertad-. Luego cogeré un coche para recorrer la costa y pondré rumbo al Sur, porque quiero ver el mar desde Tula e invitar a mi familia a Magoga. La hostelería joven se merece nuestro apoyo, sin que esto signifique renunciar al tour por las grandes salas. Quizá viajar a Barcelona, donde tengo pendiente Disfrutar; o a Madrid (qué bonita es la ciudad de Madrid, y qué dolor), si es que consigo mesa en Sacha. Como capricho personal para pegarle fuego a todo, Etxebarri, que de brasa va sobrado. Tonterías, las justas».
Vicent Molins
«Ahora que el futuro se escurre -un poco más- como un pez que se resiste a ser pescado, mi mayor ambición será sembrar la incertidumbre entre vianda y vianda. Tras el confinamiento, más hedonismo. Primero, en la huerta, en la encrucijada de Roca, donde almorzar con mis padres con la brisa apaisada. Ya, después, hecho lo urgente, una comida cualquiera con la tropa del trabajo en Erajoma, desperdigados como habitualmente entre nosotros mismos, la sepia y un bocadillo al vuelo. Visitar, en diferido, a Junior y a Paco en Paraíso (una de lechona colombiana), a Román en Anyora (morro a la plancha) y en Tonyina (berenjena ahumada con burrata), para saber que todo está bien. En algún momento, unas bravas en Amparín para certificar que lo de siempre será la mayor novedad de nuestro año».
Lidia Caro
«Dudo mucho que sea la primera hedonista que a la pregunta de dónde será el sitio elegido para el primer festín de vuelta a la vida diga: Nozomi. ¿El porqué? Bueno, lo elevado de la materia, lo sublime del tratamiento y lo fluido del servicio son obviedades, lugares comunes. No es por eso, es porque en este knockout a la vida pienso en la sonrisa imperturbable de Nuria Morell mientras hilvana pescado y arroz. Se me va un pelín la tristeza si rememoro la alegría tranquila de Jose Miguel Herrera al descorchar. Pediré comer mirando a los ojos –sin pantallas de por medio– y cerrarlos al unísono después, cuando el primer trozo de usuzukuri sea sinestesia. Y luego ya, que me pongan lo que hayan aprendido del Sr. Matsuo en su viaje a Japón».
Marta Moreira
«En realidad, estoy urdiendo dos festines gastronómicos. Uno con mi familia; una paella valenciana en Casa Carmela. Hace ya más de dos semanas que no les veo, y no se me ocurre mejor manera de celebrar el reencuentro. Una comida tradicional en un restaurante del que no me canso nunca. El otro plan gastronómico, este con amigos, es un viaje que dejamos pendiente al País Vasco. Para mi, el festín perfecto incluiría una comida en el Asador Etxebarri. Por soñar que no quede...».
Raisa Gallegos
«Después de pasar por la cocina de mi madre y tomarme un buen arroz de verduras, pasaría a por un buen bocata de tortilla al bar “El Mosset de Marivi”, un barecito cerca de Zapadores, en el que una mujer encantadora prepara una de las mejores tortillas que he probado, nivel es lo único que he echado de menos comer durante lo que llevamos de cuarentena. Aunque como la cosa va de banquetes, me pegaría el banquete de mi vida en Swagat, el mejor restaurante Indio de Valencia en la calle Conde Altea. ¿Por qué? Por todo. Porque son una gran familia y allí me siento a gusto, porque cocinan increíble y porque tienen infinidad de platos vegetarianos. Pediría con los ojos cerrados, les diría que me pongan lo mejor y más bueno de su carta, y a disfrutar. Imprescindible, el salteado de champiñones y pimiento».
Eugenio Viñas
«El banquete con el que sueño no es de este mundo. El paseo por las nubes en mitad de la pesadilla sería en Casa Granero, en La Curra (Torrent). Una paella a leña y entrantes de no pensar. Porque lo importante estaría en la placidez y en la mesa larga, larguísima con toda la gente a la que quiero. No quiero que la comida interrumpa los medios abrazos, los apretones de muslo, las caricias y los brindis. Quiero que nos contagiemos de un escenario en el que lo importante sea el roce de las personas y en el que la comida sea un elemento secundario que permita que la reunión dure muchas, muchas horas. No descarto, de hecho, empalmar allí mismo esmorzaret con almuerzo y cena.
Por eso, bajando a la realidad, el primer banquete al que me someteré nada más podamos salir de casa tendrá que ver con lo lejano. Por técnica o por producto, mi primera necesidad será la de cenar en pareja a base de estímulos exóticos. Fusión o no, de algo que nos haga sentir lejos de todo por un rato y en la normalidad de un mundo a.C. (antes del coronavirus). La Salita, Fierro, Kamon o Lienzo. Solo sobresalientes, para sobresalir del tropiezo».