En los restaurantes de esta ciudad se respira amor. Hay amor por la cocina pero también amor en la cocina. Julio e Inés, Alejandro y Yaneth, Germán y Carito, Begoña y Jorne, Borja y Esther, José Miguel y Nuria, María José y Juanjo, Enrique e Ivonne, Carlo y Adelaide… Así es trabajar en un restaurante con tu pareja
Germán Carrizo y Carito Lourenço se conocieron en la Escuela de Hostelería de Mendoza, en Argentina. Ella tenía 18 años, él 21. Se hicieron amigos. Los dos habían estudiado unos años de derecho y ambos abandonaron la abogacía para dedicarse a la cocina. Terminaron los estudios y Germán se vino a España a trabajar el en restaurante Submarino. Carito se quedó, pero Germán le prometió que le avisaría si había alguna oportunidad de trabajo. Así fue. La cocinera hizo las maletas y cruzó el océano para trabajar en el mismo local que su amigo. El amor surgió allí, rodeados de agua y peces y lejos de casa. Su relación avanzó en paralelo a su despegue profesional. Después de pasar una temporada en Menorca, llegaron a Dénia donde estuvieron unos años junto a Quique Dacosta. Era 2009. Allí se casaron. Un lunes, para no interferir en la marcha del restaurante.
“Trabajar con tu pareja no es fácil y sí a la vez. Hay muchas cosas que son más sencillas y ese punto de confianza que a veces lo hace todo más fácil y otras más difícil. Pero está la tranquilidad de solo mirarte y saber lo que estás pensando, sin necesidad de hablar”, cuenta Carito. Las aspiraciones y objetivos de esta pareja han ido a la par. Ninguno tuvo que tirar del otro cuando decidieron saltar al vacío y alejarse del ala de Dacosta. Un silencio de Carito cuando Germán le hablaba del futuro fue el detonante. Esos silencios que en las parejas dicen mucho más que las palabras. Quince años después de conocerse, hoy además de un proyecto vital, comparten la alegría y las preocupaciones de Tándem Gastronómico, Fierro y Doña Petrona. Hace unos meses, uno de sus empleados se casó y pudieron darle los días que le correspondían. “Estamos contentos con el cambio”, afirma Carito.
El romance entre Alejandro del Toro y Yaneth Álvarez también se fraguó entre sartenes y cazuelas. Se conocieron hace 18 años en el restaurante de Alejandro cuando ella entró a trabajar. Diez años después se casaron. Ella lleva la sala y es la sumiller, Alejandro continúa la saga de cuatro generaciones dedicándose a la cocina. "Para nosotros trabajar juntos es fácil, vamos por el mismo camino. Trabajar con tu pareja en hostelería es más sencillo porque entiende tus horarios y todo lo que conlleva este oficio", afirma Alejandro. ¿Cómo se complementa esta pareja en su negocio? "Ella son mis ojos en el comedor y yo le doy lo que me va pidiendo. Nos acoplamos al 100%", añade. Alejandro y Yaneth tienen dos hijos, la mayor, Carolina, ha seguido los pasos de sus padres y también trabaja en el restaurante. Si conciliar para una pareja que no trabaja en hostelería es complicado, no me imagino cómo debe ser en este mundo. "Nos apañamos. Es cuestión de organizarse y de tirar de abuelos cuando no hay más remedio", me dice.
La cocina también unió a María José Martínez y a Juan José Soria mucho antes de abrir Lienzo en Valencia. Se conocieron en la Escuela de Hostelería de Murcia donde estudiaban. Hubo "un feeling brutal" desde el primer día, según cuenta la cocinera, pero cada uno tenía su pareja y durante unos años fueron grandes amigos. Juanjo trabajaba en un restaurante y después de insistir durante un tiempo largo para que María José se fuese allí, ella aceptó para hacer de extra y le pidieron que se quedase. Desde entonces no se han separado. "Yo no conozco trabajar sin él. Siempre hemos trabajando juntos, antes incluso de ser pareja. Para mi lo raro es trabajar sin él. Cuando hemos trabajado separados, nos hemos echado mucho de menos. Parace algo enfermizo, pero es la verdad", explica entre risas.
Su amor, el que profesan el uno por el otro, se prolonga a la pasión que sienten ambos por la gastronomía. ¿Adivinan dónde fueron de viaje de novios? País Vasco, por supuesto. Mugaritz, Arzak, Akelarre, la ruta completa de los bares de pintxos... Dice Maria José que engordaron un kilo por día. "Yo soy muy pasional e impulsiva, me dejo llevar mucho. Juanjo me pone los pies en la tierra, es más prudente y me da ese punto de sensatez", señala. No son de los que se llevan el trabajo a casa. Una vez cuelgan el delantal, desconectan y las preocupaciones se quedan en el restaurante. "Tenemos pocas horas libres, pero existen y sabemos aprovecharlas", afirma.
Julio Colomer e Inés Manzanera también comparten vida y proyecto empresarial. El restaurante Ciro fue su personal apuesta en Campanar, un barrio donde aparentemente parecía difícil que cuajara una propuesta como la suya. De eso hace ya siete años. Ocho antes se habían conocido y ya se habían echado el ojo, pero los astros no eran propicios. Cada uno vivía en un sitio y llevaban vidas diferentes. Hasta que Julio se fue de la Seu al trasladarse el restaurante de Moraira a Dénia y acabó en El Pelegrí donde trabajaba Inés. Lo demás es historia. Dos hijos en común, unas luces de neón y el salto al nuevo local de la calle Rascanya. Inés reconoce que los dos primeros años trabajando juntos no fueron fáciles, pero pasado ese tiempo, fueron aprendiendo a adaptarse hasta llegar al equilibrio en el que se encuentran ahora. "Julio y yo nos compenetramos muy bien. Nos parecemos en la manera en que ambos buscamos la perfección en el trabajo. Somos exigentes, hemos llevado la misma lucha", cuenta Inés.
Borja Suárez y Esther Valiente, los propietarios de Easo Berri, son los únicos que se conocieron fuera del planeta gastro. En Irlanda concretamente, donde estaban estudiando. Él vasco, ella valenciana. Ella licenciada en filosofía, él con una historia familiar vinculada a la hostelería pero con un trabajo que nada tenía que ver con la cocina. "Me vine a Valencia por amor, porque quería estar cerca de ella", apunta Borja. Se casaron muy jóvenes, él con 20 o 21 años, ella unos pocos más. Un día vieron un local que se quedaba libre y decidieron montar Easo Berri aprovechando que Borja había vivido toda la vida el ambiente hostelero. "Esther es una persona muy inquieta, en la cocina ha sido autodidacta. Mi madre y mi tía que siempre han cocinado muy bien le dieron algunas nociones, pero con el tiempo, la aprendiz ha superado a las maestras", explica orgulloso. "Trabajar junto a Esther es muy fácil. Estamos muy compenetrados", añade. Para ellos la gastronomía es una forma de vida. Viajar es su otro hobby. Siempre que pueden se escapan a recorrer un país o conocer una ciudad. ¿Y el futuro? ¿Cómo lo ven? "Estoy muy a gusto con mi pareja. Todo funciona y eso se nota en el servicio, en los platos... He tenido suerte".
Pues que viva el amor.