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la opinión publicada / OPINIÓN

El "copazo" está medio vacío

1/08/2020 - 

En febrero-marzo, cuando la actual crisis del coronavirus comenzaba a incubarse, los dirigentes valencianos tardaron en reaccionar; como casi todo el mundo, por otra parte. Pero aquí concurría la circunstancia de que el incremento de casos y la aparición de los primeros fallecidos se produjeron en vísperas de las Fallas. Y ya sabemos todos lo que eso implica en la ciudad de Valencia y en su área metropolitana. Se trata del acontecimiento más importante del año para mucha gente, y también eran muchos los que querían creer que el coronavirus no sería para tanto y podría compaginarse con dicha celebración. Entre ellos, los políticos valencianos, que tomaron finalmente la decisión de suspender las Fallas pocos días antes de que entrásemos en el estado de alarma. Tarde, pero actuaron. Y lo hizo, sobre todo, el president de la Generalitat, Ximo Puig, ante la resistencia de la vicepresidenta, Mónica Oltra, y el absentismo del alcalde de València, Joan Ribó.

Han pasado unos meses, pero ahora nos encontramos en una situación muy similar. El éxito de la desescalada nos hizo creer a todo el mundo que podríamos disfrutar de unos meses de calma antes de que llegase la previsible tormenta de septiembre, cuando bajen las temperaturas y se extiendan las enfermedades respiratorias de todo tipo, entre ellas el coronavirus, y gestionar esta crisis vuelva a constituir una tarea ardua. Pero, mientras tanto, gracias a la mejora en la atención primaria, los test y el rastreo de contactos, la cosa parecía bajo control. Y ahí aparecía, como telón de fondo nada disimulado, el natural deseo del sector turístico de intentar salvar la temporada en la medida de lo posible. Por no hablar del deseo de la gran mayoría de la gente de contar con un paréntesis, unos días de descanso para reponernos, física y sobre todo emocionalmente, de un año tan duro.

Por desgracia, ya sabemos, a estas alturas, que confundimos nuestros deseos con la triste realidad: el coronavirus no se había ido a ningún sitio, el calor no parece afectarle (o no lo suficiente para ralentizar significativamente los contagios), y conforme hemos retomado nuestra "nueva normalidad" el virus también lo ha hecho, y ha vuelto a repuntar. Con menos gravedad en los contagios, porque afecta a más gente joven (o para ser exactos porque ahora también se detecta a la gente joven, muchos de ellos asintomáticos), y porque ha mejorado la atención sanitaria. Pero aquí está de nuevo, y lo primero que ha hecho ha sido llevarse por delante el turismo internacional.

Es en este contexto en el que ha pasado al primer plano un sector muy vinculado con el turismo: el del ocio nocturno. Discotecas, bares y pubs en las que se están produciendo algunos de los brotes más preocupantes. Y no sólo porque allí sea potencialmente más sencillo contagiarse, por el hacinamiento, la proximidad social y la falta de precauciones, sino porque luego es mucho más difícil rastrear los posibles contactos de los contagiados que si hablamos de un brote en el entorno familiar o laboral. 

Ya son muchas las comunidades autónomas que han ordenado cerrar estos locales o bien han impuesto medidas drásticas con el fin de impedir o reducir los contagios. Y aquí llama la atención que sea la Comunidad Valenciana, que hasta la fecha, y salvo el desliz fallero inicial, había gestionado bastante bien la crisis, la que aporte la nota discordante. La Generalitat Valenciana, y sobre todo su consellera de Sanitat, Ana Barceló, y el president Ximo Puig, se resisten, hasta ahora, a seguir esa senda, y mantienen el ocio nocturno a pleno rendimiento: en la duda, prefieren ver el copazo medio lleno, no medio vacío. 

Y pecan de optimismo, porque cada día que mantienen abierto el ocio nocturno proliferan más y más brotes en discotecas y pubs, algunos ya de considerable envergadura. Es el mismo error que en marzo: pensar que el problema va a desaparecer, o que no es para tanto. La diferencia es que en marzo, al menos, la ignorancia de cómo funcionaba el virus podía justificar este posicionamiento. Ahora, en cambio, no: por intentar ayudar a un sector de la economía valenciana podemos, paulatinamente, deteriorar el conjunto de la economía más de lo que ya lo está. Eso por no hablar del aumento de los contagios, algunos potencialmente graves, aunque afecten mayoritariamente a personas jóvenes. Porque esto es lo que sucede al principio con un brote; luego se extiende entre otros colectivos de población, y también puede hacerlo entre los más vulnerables

Es curioso que, esta vez, se hayan cambiado las tornas respecto del mes de marzo, y que desde Compromís proliferen las voces que piden restringir el ocio nocturno. Tanto la vicepresidenta, Mónica Oltra, como el alcalde de valencia, Joan Ribó, o el secretario autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu, se han manifestado en este sentido, mientras que son los cargos del PSPV, comenzando por el president de la Generalitat, los que se resisten a adoptar dichas medidas. Pero no es difícil intuir que no será así por mucho tiempo, porque, día a día, los contagios ascienden con velocidad, y es imposible ignorar el protagonismo de los locales de ocio nocturno en el repunte. No me extrañaría, de hecho, que cuando ustedes lean estas líneas ya se haya adoptado alguna decisión al respecto. Porque, a fuerza de ver el copazo medio lleno contra toda evidencia, tal vez se quede vacío del todo.

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