En los casi 20 años de profesora de organización de empresas en la Universitat Politècnica de València, han pasado cientos de alumnos STEAM (Science, Technology, Engineering, Art & Mathematics) por nuestras aulas, alumnos en general muy brillantes que tenían unas competencias técnicas muy fuertes, sin embargo, en las habilidades sociales su recorrido no era tan largo. Siempre me ha gustado bajar de la tarima e interactuar con ellos: antes incluso del Plan Bolonia, nosotros ya creíamos en plantear menos clases magistrales y hacer mucha más práctica en el aula. Cuando bajas de la tarima y te quitas la armadura de profesor ellos entran en las dinámicas que les planteamos y empiezan a trabajar mucho mejor en equipo, se crea un clima de confianza donde se mantiene el respeto entre todos.
De entre todos los alumnos, rápidamente se detectan los brillantes, los que sabes que “llegarán lejos”. En cada promoción pienso que debería escribir el nombre de los que detecto en un papelito, guardarlo en un cajón y sacarlo al cabo de los años. De entre esos papelitos hubiéramos encontrado a David Pastor, Consejero Delegado de Leopoldo Pons; Francisco Sanchis, Senior Manager de PwC; Sunil Mahtani, co-founder de Beroomers; Iker Marcaide, founder de Zubi Labs, Zaira Fernández, Supervision Analyst del Banco Central Europeo y muchos más.
el éxito profesional se debe un 15% al conocimiento técnico especializado mientras que el 85% radica en las habilidades blandas
Pero ¿qué es lo que veo en ellos para detectar esto? No es que tenga una bola mágica, no, (léase el tono irónico) la mayoría de estos alumnos son personas con unas habilidades blandas muy desarrolladas, son empáticos, capaces de trabajar en equipo, buenos comunicadores y con pensamiento crítico. Además, suelen ser personas muy responsables con gran capacidad de trabajo. Esta combinación es fundamental para que tengan éxito en su vida laboral. Según una investigación realizada por la Universidad de Harvard junto con la Standford Research Institute, el éxito profesional se debe un 15% al conocimiento técnico especializado en cada individuo, en sus competencias técnicas, mientras que el 85% radica en las habilidades blandas, en su actitud, en su auto-determinación, en su capacidad de comunicación, de trabajo en equipo, de pensamiento crítico, resolución de conflictos y muchos más aspectos importantes. Estas habilidades se les llama “blandas” porque son más difíciles de medir y de observar, pero ya se están encontrando métricas para poder evaluarlas, en el mundo de la empresa algo que no se puede medir no existe.
Hace poco leía una noticia muy interesante donde se hablaba que en plena era de la digitalización, del big data, de la industria 4.0, muchos de los técnicos que estaban llevando a cabo este proceso, tenían grandes dificultades a la hora de poder expresar de forma entendible lo que estaban desarrollando, hemos de ser capaces de hacer entender de forma sencilla lo más complejo, eso sí que es una tarea difícil. Por ello, a los alumnos del Executive MBA de la Universitat Politècnica de València -ingenieros y arquitectos que ocupan mandos intermedios- les organizamos talleres relacionados con el trabajo en equipo, la comunicación directiva y diferentes actividades outdoortraining. De esta forma, se entrenan a través de la práctica en habilidades blandas como el liderazgo y el trabajo en equipo.
Pienso que, desde la universidad, y más una universidad como la nuestra con un componente tecnológico tan elevado, tenemos que acompañar al alumno en el desarrollo de las soft skills. Tanto en las asignaturas de ADE como en las que impartimos en Ingeniería, intentamos fomentar el trabajo en equipo y mejorar sus habilidades de comunicación.
Por eso hemos de comprometernos y hacer un firme esfuerzo para que los alumnos no se queden solo en el conseguir esas habilidades técnicas que les enseña la ingeniería sino que también incorporen las sociales a su bagaje profesional.
Gabriela Ribes Giner es profesora titular de universidad y co-directora Master Executive MBA de la Universitat Politècnica de València