VALÈNCIA. La Sala de Exposiciones Municipal de Algemesí arranca su nueva temporada revisando la trayectoria del polifacético escultor Luis M. Caballero (Bordalba, Zaragoza 1944) y se pregunta dónde está Dios en el arte actual desde la museología crítica.
La muestra reflexiona sobre la relación entre la espiritualidad y el arte contemporáneo, que se encuentra en los cimientos del arte abstracto, en la teosofía de Mondrian y en importantes antecedentes como por ejemplo Gaudí, Le Corbusier, Rothko y, incluso, Miquel Barceló, entre otros. La Sala de Algemesí hace esta reflexión a partir de las obras de Luis M. Caballero que, desde su niñez, tuvo la oportunidad de conocer en primera persona estas dos esferas: el arte de vanguardia -a través del contacto directo con los artistas que participaron en la construcción Colegio Apostólico de los Padres Dominicos de Las Arcas Reales de Valladolid con el arquitecto Miquel Feisac y en el que participan los artistas Capuz, Labra, Oteiza- y la vocación religiosa -en sus estancias en seminarios y, sobre todo, a través de su amistad con el escritor y misionero claretiano Pere Casaldàliga, gran defensor de los derechos de los nativos de la Amazonas en Brasil, que llegó a ser obispo de Mato Grosso, y transmitió al artista la idea de justicia social-.
Bajo el título Espiritualidad, tradición y vanguardia en la escultura de Luis M. Caballero la muestra recorre las diversas técnicas y temáticas que han forjado una vida dedicada a la escultura. El comisario, Alejandro Villar, y un equipo de jóvenes estudiantes de Historia del Arte, plantean un recorrido por más de 40 piezas estructuradas en cuatro apartados: «El sentimiento ancestral de aquello místico», «El Rakú: los secretos cromáticos de la cerámica», «La esfera íntima: la familia» y «Religiosidad y vanguardia». En ellas podemos ver la evolución de estilo -primitivista, surrealista y fauve- y una intensa investigación sobre las técnicas escultóricas como por ejemplo la talla en madera, el modelado en barro, la cerámica y el «Rakú», técnica japonesa que posibilita unos efectos cromáticos muy especiales.
Entre las obras que se pueden admirar en la exposición de la Sala se encuentran piezas emblemáticas, premiadas en importantes certámenes de escultura nacional, como por ejemplo Árbol de vida -Premio Bancaja de Escultura en 1974-, la abstracción geométrica en gres del El Centenar de la Ploma (1992) la talla Esperanza de vida (1994) entre otras figuras y bustos que declinan su visión humanista del arte y la vida.